XVIII. DONDE SE VERÁ QUE EL TÍO LUCAS TENÍA EL SUEÑO MUY LIGERO

Cinco minutos después, un hombre se descolgaba por la ventana del pajar del señor Alcalde; ventana que daba a un corralón y que no distaría cuatro varas del suelo.

En el corralón había un cobertizo sobre una gran pesebrera, a la cual hallábanse atadas seis ú ocho caballerías de diversa alcurnia, bien que todas ellas del sexo débil.—Los caballos, mulos y burros del sexo fuerte formaban rancho aparte en otro local contiguo.

El hombre desató una borrica, que por cierto estaba aparejada, y se encaminó, llevándola del diestro, hacia la puerta del corral; retiró la tranca y desechó el cerrojo que la aseguraban; abriola con mucho tiento, y se encontró en medio del campo.

Una vez allí, montó en la borrica, metiole los talones, y salió como una flecha con dirección a la Ciudad;—mas no por el carril ordinario, sino atravesando siembras y cañadas, como quien se precave contra algún mal encuentro.

Era el tío Lucas, que se dirigía a su molino.

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