XXIX. POST NUBILA... DIANA

—¿Qué escándalo es este?—dijo al fin una voz tranquila, majestuosa y de gracioso timbre, resonando encima de aquella baraúnda.

Todos levantaron la cabeza, y vieron a una mujer vestida de negro, asomada al balcón principal del edificio.

—¡La Señora!—dijeron los criados, suspendiendo la retreta de palos.

—¡Mi mujer!—tartamudeó D. Eugenio.

—Que pasen esos rústicos...—El señor Corregidor dice que lo permite...—agregó la Corregidora.

Los criados cedieron el paso, y el de Zúñiga y sus acompañantes penetraron en el portal y tomaron por la escalera arriba.

Ningún reo ha subido al patíbulo con paso tan inseguro y semblante tan demudado como el Corregidor subía las escaleras de su casa.—Sin embargo, la idea de su deshonra principiaba ya a descollar, con noble egoísmo, por encima de todos los infortunios que había causado y que lo afligían y sobre las demás ridiculeces de la situación en que se hallaba...

—¡Antes que todo (iba pensando), soy un Zúñiga y un Ponce de León!... ¡Ay de aquellos que lo hayan echado en olvido! ¡Ay de mi mujer, si ha mancillado mi nombre!

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