XXVI. REACCIÓN

El Corregidor seguía en la cama, tal y como acababa de verlo el tío Lucas por el ojo de la llave.

—¡Qué bien sudo, Garduña! ¡Me he salvado de una enfermedad! (exclamó tan luego como penetró el Alguacil en la estancia).—¿Y la señá Frasquita? ¿Has dado con ella? ¿Viene contigo? ¿Ha hablado con la Señora?

—La Molinera, señor (respondió Garduña con angustiado acento), me engañó como a un pobre hombre; pues no se fue a la Ciudad, sino al pueblecillo..., en busca de su esposo.—Perdone Usía la torpeza...

—¡Mejor! ¡mejor! (dijo el madrileño, con los ojos chispeantes de maldad). ¡Todo se ha salvado entonces! Antes de que amanezca estarán caminando para las cárceles de la Inquisición, atados codo con codo, el tío Lucas y la señá Frasquita, y allí se pudrirán sin tener a quien contarle sus aventuras de esta noche.—Tráeme la ropa, Garduña, que ya estará seca... ¡Tráemela, y vísteme! ¡El amante se va a convertir en Corregidor!...

Garduña bajó a la cocina por la ropa.

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