"LA COMMEDIA"

UE es pues la Comedia? La edad medieval realizada como arte, a pesar del autor y de los contemporáneos. ¡Y notad qué cosa tan grande es ésta! La edad media no era un mundo artístico, antes lo contrario del arte. La religión era misticismo; la filosofía, escolástica. La primera excomulgaba el arte, quemaba las imágenes, avezaba a los espíritus a desasirse de lo real. La otra vivía de abstracciones y de fórmulas y de citas, aguzando el entendimiento y llevándole a sutilizar acerca de los nombres y de los vacuas generalidades llamadas esencias. Los espíritus eran atraídos hacia lo general, más dispuestos a idealizar que a realizar: y esto es precisamente lo contrario del arte. En los poetas sencillos hallamos la realidad tosca e informe, como en los misterios, en las visiones y en las leyendas. En los poetas doctos encontramos una forma crudamente didascálica o figurativa y alegórica. El arte no había nacido aún. Existía la imagen; pero no la realidad con su libertad y carácter.

Dante toma de los misterios la comedia del alma y hace de esta historia el centro de una visión suya del otro mundo. Toda esta representación no es más que sentido literal; la visión es alegórica, los personajes son imágenes y no personas; todo lo que es activo en su espíritu lo lleva hacia la figura y no hacia lo figurado. Su naturaleza poética, arrastrada a pesar suyo a las abstracciones teológicas y escolásticas, se rebela y puebla su cerebro de fantasmas, obligándolo a concretar, a materializar y a dar forma a lo que es más espiritual e impalpable, aún a Dios mismo. Aquel mundo literal lo hechiza, lo persigue, lo asedia y no descansa hasta que recibe de él su forma definitiva; y ya no es letra, sino espíritu; ya no es imagen, sino realidad; un mundo en sí cabal e inteligible, perfectamente realizado. Visión y alegoría, tratado o leyenda, crónicas, historias, loores, himnos, misticismo y escolástica, todas las formas literarias y toda la cultura de la época están aquí encerradas y animadas en este gran misterio del alma y de la humanidad: poema universal en que se reflejan todos los pueblos y todos los siglos que constituyen la edad media.

Más este mundo artístico, nacido de una contradicción entre la intención del poeta y su obra, no es acabadamente armónico, no es poesía pura. La falsa conciencia poética perturba la obra de aquella espontaneidad genial, y pone en ella un no sé qué de inseguro y de no acabado, una mezcla y crudeza de colores. El pensamiento, en su desnudez escolástica; o exornado con imágenes que sin embargo no bastan a vencer su abstracción, tiene demasiada importancia. Sus figuras alegóricas recuerdan en ocasiones a los monstruos orientales más que a la serena belleza griega: lo mismo las entidades abstractas que los personajes conscientes y libres. A menudo, preocupado por el segundo sentido que tiene en mientes, agrega pormenores extraños a la imagen, lo que perturba y distrae al lector, interrumpiéndole el libre vuelo de la fantasía. La presencia constante de otro sentido que aligera la representación y a veces la penetra, menoscaba la claridad y la armonía. Aún el estilo, enmarañado de cuando en cuando con asuntos lejanos y sutiles pierde su claridad y se torna confuso y turbio. No es un templo griego sino una catedral gótica, llena de vastas sombras, en donde pugnan elementos contrarios, que no han sido bien armonizados. A veces es tosco; otras, delicado. En ocasiones, poeta docto y en otras, popular. Ora pierde de vista a la verdad y se entrega a sutilezas, ora la intuye rápidamente y la expresa con sencillez. Ya es un cronista burdo, ya un pintor acabado. Cuándo se pierde en cuestiones abstractas; cuándo, en medio de ellas, hace germinar la vida. Aquí desciende a cosas pueriles, allá se remonta a excelsitudes sobrehumanas. Al ocuparse en un silogismo brilla la luz de una imagen; mientras teologiza estalla la flama del sentimiento. En ratos os halláis ante una fría alegoría y repentinamente sentís a la carne estremecerse con ella. Su credulidad nos hace hoy sonreír; luego su audacia nos llenará de asombro. Fué un pequeño mundo donde se reflejaba toda la existencia de entonces.

Los elementos contrarios que fermentaban en una sociedad en estado aún de formación contendían en él, sin que se diera cuenta de ello. Si miráis sus aspiraciones encontraréis que en ellas todo es armonía. Filósofo, piensa en el reino de la ciencia y de la virtud; cristiano, contempla el reino de Dios; patriota, suspira por el reino de la justicia y de la paz; poeta, sueña una forma toda luz, proporción y armonía, lo bello stile; su autor es Virgilio. Mientras más grande era la barbarie y la ignorancia, mayor su aspiración hacia un mundo armónico y concorde. Mas el poeta se halla rodeado por esta burda realidad, por esas formas discordes; se apesadumbra y le falta la serenidad del artista y saca de su fantasía un mundo del arte, en gran parte realizado, pero donde se encuentra aún las asperezas de una materia domeñada imperfectamente.

Penetremos en este mundo, mirémoslo e interroguémoslo. Porque un argumento no es tabula rasa, donde podamos escribir a nuestro antojo, sino mármol entallado, que tiene en sí mismo su concepto y las leyes de su desarrollo. La virtud mayor del genio consiste en entender su argumento, ser uno con él, apartando todo lo que le sea extraño. Es necesario apasionarse por él, vivir dentro de él, constituirse en su alma o su conciencia. De modo semejante el crítico en lugar de imponerse reglas abstractas y juzgar con el mismo criterio la Comedia y la Ilíada, la Gerusalemme y el Orlando Furioso, debe estudiar el mundo creado por el poeta, interrogarlo, indagar su naturaleza que contiene forzosamente su poética o sean las leyes orgánicas de su formación, su concepto, su forma, su génesis, su estilo. ¿Qué cosa es el otro mundo?

Es el problema del destino humano resuelto, la explicación del misterio del alma, el fin de la historia del hombre, el mundo perfecto, lo eterno presente, la inmutable necesidad. En la naturaleza ya no ocurre el accidente; en el hombre ya no hay libertad. La naturaleza está predeterminada y fijada por una lógica preconcebida según la idea moral. Lo real y lo ideal se vuelven idénticos; la apariencia y la sustancia son una misma cosa. El hombre ya no tiene libre albedrío: está ahí fijo e inmóvil como la naturaleza. Toda acción ha cesado; se ha roto todo vínculo que une a los hombres en la tierra; patria, familia, riquezas, dignidad, costumbres. No existe sucesión ni desenvolvimiento, ni principio, ni fin; falta la narración, el drama. El individuo desaparece en el género. El carácter, la personalidad no tiene modo de manifestarse. Eterno dolor, gozo eterno, sin eco, sin variación, sin contraste ni grado. No hay epopeya porque falta la acción; no hay drama porque falta la libertad; la lírica es la inmutable y monótona expresión de una sola aria; queda la existencia en su inmóvil manera de ser, la descripción de la naturaleza y del hombre.

¿Qué cosa es, pues, el otro mundo—con relación al arte? Visión, contemplación, descripción: una historia natural.

Más en esta visión penetra la leyenda o el misterio porque dentro está representada la comedia o redención del alma en su peregrinaje desde lo humano a lo divino, da Fiorenza in popol giusto e sano. Tiene pues la apariencia de un drama que se desarrolla en el otro mundo, y sus actores son Dante, Virgilio, Catón, Estacio, el demonio, Matilde, Beatriz, San Pedro, San Bernardo, la Virgen, Dios; drama alegórico como lo es la comedia del alma, Commedia dell'anima. Digo apariencia de un drama, porque la santificación no nace del obrar sino del contemplar, y Dante contempla, no obra, y los otros adoctrinan, enseñan. El drama, en consecuencia, se desvanece en la contemplación.

Así concebido, este mundo era el de los misterios y las leyendas y se convertía en mundo teológico-escolástico en manos de los doctos. Dante lo ha realizado, lo ha hecho existir en el arte; ha creado esa naturaleza y ese hombre. Y si su mundo no es perfectamente artístico, la falta no es de él sino que aquel mundo en donde el hombre es naturaleza y la naturaleza, ciencia, y del cual se ha desterrado a lo accidental y a la libertad, los dos grandes factores de la vida real y del arte.

Si Dante hubiera sido fraile o filósofo, apartado de la vida real, se habría encerrado en esas formas y en esa alegoría sin salir de ellas. Mas Dante, al entrar en el reino de los muertos lleva consigo todas las pasiones de los vivos, y las preocupaciones terrenas. Descuida ser un símbolo o una figura alegórica, y es Dante, la más potente individualidad de aquel tiempo, en la cual está compendiada toda la vida de la época, con sus abstracciones, sus éxtasis, sus pasiones impetuosas, su refinamiento y su barbarie. A la vista de un ser viviente y al oír sus palabras, las almas renacen por un instante, sienten de nuevo la antigua vida, se tornan hombres; en lo eterno vuelve a aparecer el tiempo; en el seno de lo porvenir, vive y se mueve Italia, y más bien aún, la Europa de aquel siglo. Así la poesía abarca toda la vida, cielo y tierra, tiempo y eternidad, lo humano y lo divino; y el poema sobrenatural conviértese en humano y terreno, con la marca del hombre y del tiempo. Reaparece la naturaleza terrenal como oposición o parangón o remembranza. Reaparece el accidente y el tiempo, la historia y la sociedad en su vida exterior e interna; apunta la tradición virgiliana con Roma por capital del mundo y con la monarquía preestablecida; y dentro de este marco magnífico, pasa ante nuestros ojos la historia de la época: Bonifacio VIII, Roberto, Felipe el hermoso, Carlos de Valois, los Cerchi y los Donati, la nueva Florencia y la antigua, la historia de Italia, y la historia de Dante, sus iras, sus odios, sus venganzas, sus amores, sus predilecciones.

Así se integra la vida; el otro mundo sale de su abstracción doctrinal y mística; cielo y tierra se confunden; síntesis viviente de esta inmensa comprensión, Dante es espectador, actor y juez. La vida, contemplada desde el otro mundo adquiere nuevas actitudes, sensaciones e impresiones. El otro mundo visto desde la tierra, se reviste de sus pasiones e intereses. Y resulta de todo una concepción originalísima, una naturaleza nueva y un hombre nuevo. Son dos mundos omnipresentes, en reciprocidad de acción, que se suceden, se alternan, se cruzan, se compenetran, se explican y se iluminan mutuamente, en perpetua vuelta. Su unidad no reside en un protagonista, ni en una acción, ni en un fin abstracto y extraño a la materia; está en la misma materia; unidad interior e impersonal, viviente, indivisible; unidad orgánica cuyos instantes se suceden en el espíritu del poeta, no como agregación mecánica de partes separables, sino compenetrados e identificados como en la vida. Esta unidad enérgica y armoniosa se halla en la naturaleza misma de los dos mundos, materialmente diversos, pero que no constituyen sino una misma cosa en la unidad de la conciencia. Cielo y tierra son términos correlativos; no es posible el uno sin el otro. Lo puramente real y lo puramente ideal son dos abstracciones; cada cosa real lleva consigo su ideal; todo hombre porta su infierno y su paraíso; todo hombre encierra en su pecho a los dioses del Olimpo: el escéptico puede negar el infierno, pero no suprimir la conciencia. Puesto que estos dos mundos son la vida misma en sus dos aspectos, en el seno de esta unidad se desenvuelve el dualismo más vivaz, mejor dicho, antagonismo: el otro mundo hace de los cuerpos sombras; sombras son los afectos, las grandezas y las pompas; mas en esas sombras aún se estremece la carne, se agita el deseo, resuenan las imprecaciones terrenales que llegan hasta la tranquila bóveda del cielo. Los hombres con sus pasiones, vicios y virtudes quedan eternizados como estatuas, en la misma actitud y expresión de odio, de desdén y de amor en que han sido sorprendidos por el artista; pero mientras el otro mundo hace de la tierra algo eterno, transportándola a su centro y poniéndole delante la imagen de lo infinito, descubre lo vano y la nada; los hombres son los mismos en un escenario distinto, que es su ironía. Esta unidad y dualidad que salen del fondo mismo de la situación brilla a la luz del día en las más variadas formas; a veces en un apóstrofe, en un discurso, en un gesto, en una acción; ya en la naturaleza, ya en el hombre; en esta unidad queda comprendida la mayor variedad, y no es fácil encontrar una obra artística cuyos límites sean tan precisos y tan vastos. Nada hay en el argumento que constriña al poeta a preferir a tal personaje, a cierta época o acción; él escoge toda la historia, todos los aspectos bajo los cuales aparece la humanidad; y puede abandonarse libremente a sus iras y opiniones e intercalar en el plan general fines particulares sin que la unidad se dañe. Todo esto da a su universo una acabada realidad poética, y es patente en la permanente unidad, todo lo que surge del ser humano, del libre albedrío y de lo casual y el moverse con vario juego todos los contrastes y lo necesario unido con el libre albedrío y el destino con la casualidad.

En resumen, ¿qué clase de poesía es ésta? contiene materia épica y no es epopeya; hay una situación lírica y no es lírica; posee una trama dramática y no es drama. Trátase de una de aquellas construcciones gigantescas y primitivas, verdaderas enciclopedias, biblias nacionales; no de un género más bien que de otro, sino de un todo que contiene en embrión toda la materia y todas las formas poéticas, el germen de todo desarrollo ulterior. Por lo tanto ningún género de poesía sobresale y es explicado; el uno entra en el otro y se perfecciona en él de la misma manera que los dos mundos se identifican y no se puede decir: aquí está uno de ellos y allá el otro; así los diversos géneros están unidos de manera que nadie puede señalar los confines que los dividen y aún menos decir: esto es absolutamente épico y esto, dramático.

Es el contenido universal del cual todas las poesías no son más que fragmentos; el poema sacro; la eterna geometría y la eterna lógica de la creación encarnada en los tres mundos cristianos; la ciudad de Dios, en la que se refleja la ciudad del hombre con toda su realidad de determinado lugar y época; la esfera inmóvil del mundo teológico, en la cual alientan tempestuosamente todas las pasiones humanas.

La idea que anima esta vasta construcción y le infunde vida y la desarrolla, es el concepto de la salvación, el camino que lleva al alma del mal al bien, del error a la verdad, de la anarquía a la ley, de lo múltiple a lo uno. Es el concepto cristiano y moderno de la unidad de Dios sustituída a la pluralidad pagana. Si este concepto fuera solamente algo exterior, explicado en su abstracción doctrinal, como pensamiento, o presentado en forma alegórica, la imagen no bastaría para engendrar una obra de arte. Pero el concepto no es sólo externo sino interno; no es únicamente del significado y la ciencia de aquel mundo, obra de filósofo y de crítico, sino principio activo, como en el hombre y en la naturaleza, que construye y forma ese mundo y le da una historia y un desarrollo. Este principio activo puede llamarse en su abstracción lo verdadero o el bien, o la virtud, o la ley; como realidad viva y activa es el espíritu, que tiene por contrario a la materia o la carne, donde se halla como en prisión o como en un vasello de donde se esfuerza por salir. Así, pues, la vida es un antagonismo, una batalla entre el espíritu y la carne, entre Dios y el demonio. Su historia es la victoria progresiva del espíritu, su conciencia y albedrío, bajo las formas en que vive sutilizándose, descorporificándose, idealizándose hasta Dios, espíritu absoluto, la Verdad, la Bondad, la Unidad, el último Ideal. La concepción dantesca, el espíritu que anima su mundo es, pues, la progresiva disolución de las formas, un constante ascender desde la carne al espíritu, la emancipación de la materia y del sentido mediante la expiación y el dolor, el choque entre lo satánico y lo divino, el infierno y el paraíso. Homero transporta a los dioses a la tierra y los materializa; Dante transporta a los hombres al otro mundo y los espiritualiza. La materia no es más que apariencia; lo que sólo existe es el espíritu; los hombres son sombras; las acciones humanas se reproducen como fantasmas en el dominio de la memoria; la tierra misma es un recuerdo que fluctúa como una visión; lo real, lo presente es el espíritu infinito; todo lo demás es vanita che par persona. Todo se va acrisolando progresivamente; el velo se torna cada vez más transparente; el Infierno es la sede de la materia, el dominio de la carne y del pecado; lo terrenal no solamente es remembranza sino presente; el castigo no logra modificar los caracteres y las pasiones; el pecado y lo terreno se perpetúan en el otro mundo y se inmovilizan en esas almas incapaces de arrepentimiento; pecado eterno, pena eterna. En el Purgatorio cesan las tinieblas y brilla el sol, la luz de la inteligencia, el espíritu; lo mundano es un penoso recuerdo que el penitente procura olvidar; y el espíritu, separándose de lo corpóreo, tiende a la completa posesión de sí, a la salvación. En el Paraíso la persona humana desaparece y todas las formas se desvanecen y se elevan en la luz; a medida que se asciende, y mientras más se idealiza esta gloriosa transfiguración hasta llegar a la presencia de Dios, el espíritu absoluto, la forma se desvanece y no persiste más que el sentimiento:

....Tutta cessa

Mia visione, ed ancor mi distilla

Nel cuor lo dolce che nacque da essa.

Cosi la neve al sol si disigilla;

Cosi al vento nelle foglie lievi

Si perdea la sentenzia di Sibilla.

Este concepto comprende todo lo que se puede saber y toda la historia; no sólo construye y desarrolla el mundo dantesco sino que lo halláis siempre vivo en el camino intelectual e histórico de la vida, bajo todas las formas, en todos los problemas que se presentan al poeta, en religión, en filosofía, en política, en moral; y así se concreta y cumple en todas las direcciones de la vida. En religión, es el camino de la letra al espíritu, del símbolo a la idea, del Viejo al Nuevo Testamento; en la ciencia, el tránsito de la ignorancia y del error a la religión y de la razón a la revelación; en moral, el paso del mal al bien, del odio al amor mediante la expiación; en política, la senda que conduce de la anarquía a la unidad. Sometido a las condiciones de espacio y de tiempo, vuélvese historia; tal hombre, tal pueblo, tal siglo. En religión, está ante la Iglesia Romana, ante el papado, que el poeta quiere emancipar de los intereses y pasiones terrenales y retornar a su fin espiritual; en filosofía, encuentra la ciencia vulgar y la ciencia de la verdad en el paraíso; en moral, os halláis delante de las pasiones, las discordias, las culpas y los vicios de la edad bárbara de la cual os sentís poco a poco alejados en vuestro camino hacia el sumo bien; en política, es la Italia anárquica y ensangrentada que el poeta aspira a traer a la paz y concordia en la unidad del imperio. De este modo un mismo concepto anima el todo, en la forma, en el pensamiento y en la historia. Pero comprensión más vasta y concorde no había salido jamás de mente humana. Algunos encuentran en la Comedia el otro mundo, considerando lo demás como una intrusión, casi como una profanación; Edgard Quinet se siente choqué de ver como las pasiones del poeta le siguen hasta el paraíso; otros descubren en él un mundo político que no es más que una representación figurada. Llaman a este poema religioso o político, didascálico o moral; lo reducen a querellas de católicos y protestantes, a disputas de güelfos y gibelinos. No miran desde la cumbre del monte sino desde la llanura y toman por el todo lo que encuentran en la línea recta del camino. Cada uno se forja un pequeño mundo y dice: este es el mundo de Dante. Y el mundo de Dante contiene en sí todos esos mundos. Es el mundo universal de la edad media realizado en el arte.

FRANCESCO DE SANCTIS.

(Tomado de la STORIA DELLA LETTERATURA ITALIANA, Volume I.)

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