Se bailó un poco.
A las doce de la noche la reunión se disolvió. Los oficiales se fueron también; como siempre, Enrique alegre, Fernando taciturno. El coche de Clemencia condujo a su casa a Mariana y a Isabel.
Aquélla dijo a la rubia al darle el beso y el abrazo de despedida:
— ¿Eres muy feliz, Isabel?
— Creo que sí, Clemencia; estoy desvanecida de felicidad.
— Pues bien, linda mía, que el ángel del amor te cubra con sus alas, que sueñes hoy con el cielo.
Y luego, entrándose a sus piezas, después de besar a sus padres, que la habían creído muy contenta esa noche, dijo cayendo en un sillón, con un despecho mal comprimido:
— ¡Isabel vencerme! ¡Haber preferido a Isabel! ¿Es pues, más bella que yo?
Y luego, quedándose pensativa, añadió con remordimiento:
— ¡Pobre Fernando! ¡He hecho mal en jugar así con su Corazón! Si hubiera visto en el fondo del mío ¿qué hubiera dicho?… No había necesidad de este engaño… mañana yo le diré que no tome a lo serio… ¡Y la flor! ¡Y tantas palabras! ¿Qué he hecho, Dios mío? ¿Qué he hecho?…
Y luego comenzó a desnudarse y a despeinarse con ayuda de una joven camarista; envolvióse después en un rico peinador blanco, que dejaba adivinar toda la riqueza y perfección de sus formas, dignas de una estatua griega. Descalzáronle sus pequeños y elegantes botines de raso blanco, metió sus lindos pies en unas pantuflas de seda roja, despidió a su criada, cubrió con una veladora más oscura su lámpara azul y, arrodillándose en el mullido tapete que había a los pies de su lecho aristocrático, y dejando caer su joyante cabellera negra sobre sus espaldas y cuello, se reclinó con dolor, apoyando la frente en sus dos manos, vertiendo lágrimas y diciendo en voz baja y entrecortada por los sollozos:
— Enrique, Enrique ¡yo te amo!
Después de un momento se levantó erguida, sonrió con orgullo y…
— El me amará también. ¡Oh! me amará mucho, lo prometo —dijo, y se metió en la cama.
Aun estuvo agitada por algunos minutos; pero el amor a esa edad no causa largos insomnios: la hermosa joven murmuró algunas palabras incoherentes y se durmió suspirando.