II

Si para entonces vivo aún, ¡cómo me reiré!; si ya me he muerto, mis huesos danzarán en la sepultura. ¡Será una hermosa tarantela!

¿Acasos puedes tú jurar que no sucederá eso nunca? También podría ocurrir que el terremoto desenterrase mi ataúd podrido, mi asquerosa carne, todos mis restos, sepultados para siempre y cubiertos por la lápida sepulcral. Ya sucedió eso una vez: la tierra del cementerio se abrió, y salieron de sus tumbas los muertos. Los muertos no esperados en el festín.

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