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Minaya no acepta parte alguna en el botín y hace un voto solemne.

 

“Mucho que os lo agradezco, Campeador afamado: de este quinto del botín, que ponéis entre mis manos por contento se daría hasta Alfonso el Castellano.

Pero yo os lo devuelvo, Mío Cid, en paz estamos.

Quiero prometer a Dios, a Aquél que está allí en lo alto, que mientras yo no me harte, montado en mi buen caballo, de lidiar bien con los moros y vencerlos en el campo, hiriéndolos con la lanza, poniendo a la espada mano, mientras no vea la sangre chorrearme codo abajo estando delante el Cid, ese guerrero afamado, ni tomará ni un dinero del Campeador mi mano.

Ya me quedaré con algo si es que algo bueno os gano, pero todo esto de ahora para vos, buen Cid, guardadlo.”

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