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Destrozan las haces enemigas

Allí vierais tantas lanzas, todas subir y bajar, allí vierais tanta adarga romper y agujerear, las mallas de las lorigas allí vierais quebrantar y tantos pendones blancos que rojos de sangre están y tantos buenos caballos que sin sus jinetes van.

A Santiago y a Mahoma todo se vuelve invocar.

Por aquel campo caídos, en un poco de lugar

de moros muertos había unos mil trescientos ya.

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