El conde de Barcelona, prisionero.
Quiere dejarse morir de hambre
Así ganó esta batalla, a gran honra de sus barbas.
Cogió al conde don Ramón y a su tienda le llevaba, a hombres de su confianza los mandó que le guardaran.
Le deja allí, y de la tienda al Campeador se marcha; por todas partes los suyos a juntársele llegaban.
Muy contento que está el Cid, muy grandes son las ganancias.
A Mío Cid don Rodrigo gran comida le preparan; pero el conde don Ramón no hacía caso de nada, los manjares le traían, delante se los plantaban, él no los quiere comer y todos los desdeñaba.
“No he de comer un bocado por todo el oro de España, antes perderé mi cuerpo y condenaré mi alma, ya que tales malcalzados me vencieron en batalla”.