CAPÍTULO XXIV.

1. ⌈⌈Y de allí me fui a otro lugar de la tierra⌉⌉, y me mostró una montaña de fuego que ardía ⌈⌈día y noche⌉⌉. 2. Y fui más allá y vi siete magníficas montañas, todas diferentes entre sí, y las piedras (de ellas) eran magníficas y hermosas, magníficas en su conjunto, de apariencia gloriosa y exterior hermoso: ⌈⌈tres hacia⌉⌉ el este , ⌈⌈uno⌉⌉ fundado sobre el otro, y tres hacia el sur, uno sobre el otro, y profundos barrancos toscos, ninguno de los cuales se juntaba con otro. 3. Y la séptima montaña estaba en medio de estos, y los excedía en altura, semejante al asiento de un trono: y árboles fragantes rodeaban el trono. 4. Y entre ellos había un árbol como nunca antes había olido, ni había entre ellos ni había otros como él: tenía una fragancia más allá de toda fragancia, y sus hojas y flores y madera no se marchitaron para siempre: y su fruto ⌈⌈es hermoso, y su fruto⌉⌉ se parece a los dátiles de una palmera. 5. Entonces dije: '¡Cuán hermoso es este árbol, y fragante, y sus hojas son hermosas, y sus flores ⌈⌈muy deleitosas en apariencia!' 6. Entonces respondió Miguel, uno de los santos ⌈⌈y honorables⌉⌉ ángeles que estaba conmigo, y era su líder.

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