Los ciegos

¡Contémplalos, alma mía; son realmente horrendos!

Parecidos a maniquíes; vagamente ridículos;

Terribles, singulares como los sonámbulos;

Asestando, no se sabe dónde, sus globos tenebrosos.

Sus ojos, de donde la divina chispa ha partido.

Como si miraran a lo lejos, permanecen elevados

Hacia el cielo; no se les ve jamás hacia los suelos

Inclinar soñadores su cabeza abrumada.

Atraviesan así el negror ilimitado,

Este hermano del silencio eterno. ¡Oh, ciudad!

Mientras que alrededor nuestro, tú cantas, ríes y bramas,

Prendada del placer hasta la atrocidad,

¡Mira! ¡Yo me arrastro también! Pero, más que ellos, ofuscado,

Pregunto: ¿Qué buscan en el Cielo, todos estos ciegos?

Share on Twitter Share on Facebook