Yo no he olvidado…

 

Yo no he olvidado, vecina a la ciudad,

Nuestra blanca morada, pequeña pero tranquila;

Su Pomona de yeso y su vieja Venus

En un bosquecillo insignificante ocultando sus miembros desnudos,

Y el sol, en la tarde, refulgente y soberbio,

Que, detrás del cristal en que se quebraba su gavilla,

Parecía, ojo inmenso abierto en el cielo curioso,

Contemplar vuestras cenas largas y silenciosas,

Derramando generosamente sus bellos reflejos de cirio

Sobre el mantel frugal y las cortinas de sarga.

 

 

 

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