La destrucción

 

Incesante a mi vera se agita el Demonio;

Flota alrededor mío como un aire impalpable;

Lo aspiro y lo siento que quema mis pulmones

Y los llena de un deseo eterno y culpable.

A veces toma, sabiendo mi gran amor al Arte,

La forma de la más seductora de las mujeres,

Y, bajo especiosos pretextos de tedio,

Habitúa mis labios a filtros infames.

Me conduce así, lejos de la mirada de Dios,

Jadeante y destrozado por la fatiga, en medio

De las llanuras del Hastío, profundas y desiertas,

Y despliega ante mis ojos llenos de confusión

Vestimentas mancilladas, heridas abiertas,

¡Y el aparejo sangriento de la Destrucción!