Soneto otoñal

 

Ellos me dicen, tus ojos, claros como el cristal:

"Para ti, caprichoso amante, ¿Cuál es, pues, mi mérito?"

—¡Eres encantador, y callas! Mi corazón, que todo irrita,

Excepto el candor del antiguo animal,

No quiere mostrarte su secreto infernal,

Mecedora cuya mano a largos sueños me invita,

Ni su negra leyenda con el fuego escrita.

¡Yo odio la pasión y el espíritu me hace mal!

Amémonos dulcemente. El amor en su guarida,

Tenebroso, emboscado, tiende su arco fatal.

Yo conozco los artilugios de su viejo arsenal:

¡Crimen, horror y locura! — ¡Oh, pálida margarita!

Como yo, ¿no eres tú un sol otoñal,

Oh, mi blanquísima, oh, mi frigidísima Margarita?

 

 

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