LVI

Hoy como ayer, mañana como hoy,

¡y siempre igual!

Un cielo gris, un horizonte eterno

y andar... andar.

Moviéndose a compás como una estúpida

máquina el corazón:

la torpe inteligencia del cerebro

dormida en un rincón.

El alma, que ambiciona un paraíso,

buscándole sin fe;

fatiga sin objeto, ola que rueda

ignorando por qué.

Voz que incesante con el mismo tono

canta el mismo cantar,

gota de agua monótona que cae,

y cae sin cesar.

Así van deslizándose los días

unos de otros en pos,

hoy lo mismo que ayer... y todos ellos

sin gozo ni dolor.

¡Ay! ¡a veces me acuerdo suspirando

del antiguo sufrir!

¡Amargo es el dolor; pero siquiera

padecer es vivir!