LXVII

¡Qué hermoso es ver el día

coronado de fuego levantarse,

y a su beso de lumbre

brillar las olas y encenderse el aire!

¡Qué hermoso es tras la lluvia

del triste otoño en la azulada tarde,

de las húmedas flores

el perfume aspirar hasta saciarse!

¡Qué hermoso es cuando en copos

la blanca nieve silenciosa cae,

de las inquietas llamas

ver las rojizas lenguas agitarse!

¡Qué hermoso es cuando hay sueño

dormir bien... y roncar como un sochantre...

y comer... y engordar...! ¡y qué fortuna

que esto sólo no baste!