XLII

Cuando me lo contaron sentí el frío

de una hoja de acero en las entrañas,

me apoyé contra el muro, y un instante

la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,

en ira y en piedad se anegó el alma,

¡y entonces comprendí por qué se llora!

¡y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor... con pena

logré balbucear breves palabras...

¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...

Me hacía un gran favor... Le di las gracias.