XXIX

La bocca mi bacciò tutto tremante

Sobre la falda tenía

el libro abierto;

en mi mejilla tocaban

sus rizos negros.

No veíamos las letras

ninguno creo;

mas guardábamos ambos

hondo silencio.

¿Cuánto duró? Ni aun entonces

pude saberlo.

Sólo sé que no se oía

más que el aliento,

que apresurado escapaba

del labio seco.

Sólo sé que nos volvimos

los dos a un tiempo,

y nuestros ojos se hallaron

y sonó un beso.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Creación de Dante era el libro,

era su Infierno.

Cuando a él bajamos los ojos,

yo dije trémulo:

—¿Comprendes ya que un poema

cabe en un verso?

Y ella respondió encendida:

—¡Ya lo comprendo!

Share on Twitter Share on Facebook