IV Una apelación a la conciencia de Dios

 

An appeal to the conscience of god

 

El abogado Jenner Brading tenía su casa de campo en las afueras de la ciudad. Justo detrás de ella estaba el bosque. Como era soltero y, por tanto, el draconiano código moral de la época y el lugar le negaba los servicios de la única especie de ayuda doméstica que se conocía por allí, la «joven contratada», se alojaba en el hotel del pueblo, donde tenía también su despacho. La casa que tenía junto al bosque era simplemente un alojamiento que mantenía, desde luego sin grandes costos, como muestra de prosperidad y respetabilidad. Era poco adecuado que aquel a quien un periódico local había señalado con orgullo como «el principal jurista de su tiempo» careciera de hogar, aunque a veces él sospechara que los términos «hogar» y «casa» no eran estrictamente sinónimos.

Ciertamente, su conciencia de esa disparidad, y su voluntad de armonizarla, fueron asuntos de deducción lógica, pues era sabido de manera general que poco después de construirse la casa su propietario había hecho un intento inútil de casarse: en realidad había llegado hasta el punto de ser rechazado por la hermosa pero excéntrica hija del anciano Marlowe, el recluso. Esto era del dominio público, y resultaba creíble porque lo había contado él mismo, y no ella, lo que era una inversión del orden habitual de las cosas y por tanto no podía dejar de resultar convincente.

El dormitorio de Brading se encontraba en la parte posterior de la casa, con una sola ventana que daba al bosque. Una noche le despertó un ruido en la ventana; apenas pudo saber de qué se trataba. Con una pequeña conmoción nerviosa, se sentó en la cama y cogió el revólver que, con una previsión más apropiada en alguien que tuviera la costumbre de dormir en el suelo con la ventana abierta, había puesto bajo la almohada. La habitación se encontraba en una oscuridad total, pero no sintiéndose aterrado, supo adónde dirigir la mirada, y aguardó en silencio lo que pudiera suceder. Pudo discernir entonces oscuramente cómo se abría una zona en la que la oscuridad se volvía más ligera. Después, en el borde inferior, aparecieron dos ojos relucientes que ardían con un brillo maligno que producía un terror inexpresable. A Brading el corazón le dio un vuelco y luego pareció quedársele inmóvil. Un escalofrío recorrió su columna y los cabellos; sintió que la sangre abandonaba sus mejillas. No fue capaz de gritar, ni para salvar su vida; como era hombre de coraje, no lo habría hecho, ni para salvar la vida, aunque hubiera sido capaz de ello. Pudo sentir cierto temblor en su cuerpo cobarde, pero su espíritu era de un material más duro. Lentamente, los ojos brillantes se elevaron con un movimiento que parecía de aproximación; y lentamente también, la mano derecha de Brading sostuvo la pistola. ¡Disparó!

Cegado por el destello y aturdido por el hecho, sin embargo Brading escuchó, o creyó escuchar, el grito salvaje y profundo de la pantera, aunque le pareció sonar muy humano y le sugirió algo diabólico. Saliendo de la cama de un salto, se vistió rápidamente y, con la pistola en la mano, salió por la puerta y se encontró con dos o tres hombres que llegaban corriendo desde la carretera. Tras una cuidadosa búsqueda por la casa, les dio una breve explicación. La hierba estaba húmeda por el rocío, y bajo la ventana se veía un trecho pisoteado que formaba un rastro sinuoso, visible bajo la luz de una linterna, y que se dirigía hacia los arbustos.

Uno de los hombres tropezó y cayó sobre las manos; al levantarse y frotarlas se dio cuenta de que estaban resbaladizas. Al examinarlas vieron que estaban enrojecidas con sangre.

El encuentro con una pantera herida, sin ir armados, no era del agrado de ninguno; todos se dieron la vuelta, salvo Brading. Éste, llevando una linterna y la pistola, se introdujo valientemente en el bosque. Tras cruzar una zona difícil por el matorral bajo, llegó a un pequeño claro y allí encontró recompensa a su valor, pues vio el cuerpo de su víctima. Pero no era una pantera.

Eso es lo que se ha contado, incluso hasta el día de hoy, junto a una lápida gastada por el tiempo del cementerio del pueblo, y durante muchos años, así lo atestiguó diariamente junto a la tumba la figura encorvada y de rostro apenado del anciano Marlowe, a cuya alma, y a la de su extraña e infeliz hija, la lápida desea paz. Paz y reparación.

* Esta historia fue escrita en colaboración con Miss Ina Lillian Peterson. (N. del A.) 

[2] El «faro» es un juego en el que los jugadores apostaban acerca de qué cartas levantaría el crupier. (N. del T.)

* Les ha alterado el nombre, pues Hellborn significa «nacido en el infierno», y Sharper «fullero». (N. del T.)

* Arpa cofia: instrumento musical compuesto por una caja sonora con seis u ocho cuerdas afinadas en un mismo tono, y que producía los sonidos al ser expuesto a una corriente de aire. (N. del T.)

** Memnon: héroe de la guerra de Troya hijo de la diosa Aurora. A su muerte, la madre consiguió que Zeus le otorgase la inmortalidad, aunque siguió humedeciendo el mundo todas las mañanas con sus lágrimas (el rocío). Se le suponía enterrado en diversos lugares y uno de ellos era una gigantesca estatua cuyas piedras, al trepidar por el cambio de temperatura del amanecer, producían un sonido que se pensaba era la respuesta de Memnon al llanto de su madre. (N. del T.)

* El apodo Scarry se podría traducir como «la de la cicatriz». (N. del T.)

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