El cordero de Isaías

Pedro Calderon de la Barca

PERSONAS

- BEHOMUD.

- EL DEMONIO.

- LA PITONISA.

- CANDACES.

- EL DESCUIDO.

- LA FE.

- PUEBLO HEBREO.

- PUEBLO ROMANO.

- FILIPO, BARBA.

- EL CUIDADO.

- Dos damas.

- UN ÁNGEL.

Dentro, ruido de terremoto, y después de las primeras voces salen por una parte CANDACES Reina de Etiopia, y por otra BEHOMUD, vestido a lo indio.

UNOS

¡Qué asombro!

OTROS

¡Qué confusión!

OTROS

¡Qué sobresalto!

OTROS

¡Qué pena!

OTROS

¡Qué angustia!

TODOS

¡Cielos, piedad!

LOS DOS

¡Clemencia, cielos, clemencia!

(Salen los dos.)

BEHOMUD

¿Dónde, divina Candaces,

vas tan velozmente ciega?

CANDACES

¿Dónde quieres, ¡oh Behomud!

que vaya, cuando no deja

el pavor del terremoto

elección para la senda,

sino a guarecerme -si es

que contra el cielo hay defensa-,

de las ruinas del poblado,

al páramo de las selvas?

Y ya que en ellas te encuentro,

quizá con la causa mesma,

donde el jurado motín

de la intempestiva guerra

de elementos, ya que no

firma paces, nos da treguas

para discurrir, pues eres,

sobre ser la confidencia

de mis imperios, humano

oráculo de sus ciencias,

dime, ¿qué natural causa

puede ser la que a la media

tarde anticipe la noche,

las cristalinas vidrieras

de sus azules cortinas,

corridas de nubes negras,

que obligan al pueblo a que,

bañado en lágrimas tiernas,

música de Dios el llanto,

repita en voces diversas?

(Terremoto.)

VOCES y MÚSICA

[Cantan.]

¡Misericordia, Señor!

¡Señor, clemencia, clemencia!

BEHOMUD

Si fuera natural causa,

pudiera ser que dijera

que congelados vapores

ya del mar, ya de la tierra,

partos de sus huracanes

o embriones de sus Etnas,

habían entupecido

el aire de nubes, y ellas

de terror al orbe, siendo

panteón de sus exequias;

mas tan sobrenatural

es, que no alcanzo a entenderla.

CANDACES

Pues alcanza a discurrilla:

¿qué será que en pardas nieblas

de súbito parasismo

el sol sin tiempo anochezca?

(El terremoto.)

BEHOMUD

No sé; que eclipsarse el sol,

sin que a el eclipse preceda

magna conjunción, en que

esté la luna interpuesta

entre él y la tierra, es causa

que en sí sola se reserva.

CANDACES

Pues ¿qué será que la luna,

ya que a él no se mire opuesta,

se mire en trémulas sombras

tan menguantemente envuelta

que para luciente es poca

y mucha para sangrienta?

(El terremoto.)

BEHOMUD

No sé, si no es que del sol

el mismo crisis padezca.

CANDACES

¿Que será que de uno y otro

no se desmande una estrella

que no sea exhalación

que, errante, se desvanezca,

o, fija, arroje de sí

o bien crinado cometa,

o bien cometa caudato,

que infaustamente estremezca

pavorosa a quien la juzga

nunca afable y siempre adversa?

BEHOMUD

No sé, si no es que oprimido

vapor que el aire congela,

con la vecindad del fuego

a helados soplos la encienda.

CANDACES

¿Qué será que ese aire mismo

tan flechadas iras llueva,

que en inundados raudales

no tan solo los ríos crezca,

mas que los mares rebosen,

haciendo que la soberbia

de sus flujos y reflujos

montes y edificios sientan?

(El terremoto.)

BEHOMUD

No sé, si ya no es que como

los montes por entreabiertas

grutas respiran, y sobre

bóvedas, pozos y cuevas

se fundan los edificios,

el aire, que dentro encierra

la inundación, impaciente,

a más no poder, revienta;

a cuyo impulso los polos

caducan, el mar se encrespa,

las montañas se estremecen

y los edificios tiemblan.

Y no me preguntes más,

que no he de dar más respuesta

de que no sé qué letargo,

qué contagio, qué epidemia

ha dado al mundo, si ya

no es que discurra mi idea,

que algún filósofo diga

del Areópago de Grecia,

que «espira su autor o espira

toda la naturaleza»,

según toda, en fe de que

son dulces lágrimas tiernas

música de Dios, a un tiempo

repite en voces diversas.

(VOCES y MÚSICA.)

[VOCES y MÚSICA]

(Cantan.)

¡Misericordia, Señor!

¡Señor, clemencia, clemencia!

CANDACES

Pues ya que tú por vencido

te das a su inteligencia,

acobardado al dudarla,

me he de atrever yo a saberla.

BEHOMUD

Pues ¿qué discurres?

CANDACES

Que el Dios

de Israel, cuya suprema

deidad el Oriente adora,

desde que Nicaula, Reina

de Sabá trujo su ley

con la augusta descendencia

de Salomón, a Etiopia,

de Palestina, que es esta

región, cuya tez el sol,

si no la abrasa, la tuesta;

y cuya gloriosa estirpe,

hasta hoy en mí se conserva;

que el Dios de Israel, usando

de su suma providencia,

por señales nos avisa

aquella línea postrera

en que de nuestros talentos

habemos de darle cuenta,

con que aunque la astrología,

acondicionada ciencia

(en quien es de más descanso

el dudarla que el saberla),

melancólica discurra,

amenazando con guerras,

con hambres, con mortandades,

pestes, ruinas y tragedias,

yo he de creer que son piedades,

para quien las aprovecha,

viendo que Dios ofendido

de la dormida pereza

en que vivimos, piadoso

con sus ruidos nos despierta

para que nos prevengamos;

porque, ¿qué mayor fineza

que reñirnos el amago

antes que el golpe nos venga,

bien como el que amenazado,

ya de la arbolada flecha,

ya de la blandida asta,

se halla para la defensa

embrazado del escudo.

Díganlo las experiencias

de tantos eclipses, tantos

terremotos y tormentas

como contra los castigos

se armaron de las enmiendas,

de que para ejemplo baste

Nínive, cuya sentencia

de muerte en vista, en revista

revocó la penitencia.

Y pues el último medio

es el acudir a ella,

acudamos a dos luces

con el ruego y con la deuda.

Ya sabes que es sacro rito

de la gran Etiopia nuestra

que la Pascua del Cordero

(que ya, como ves, se acerca)

haya de ofrecer al templo

de Jerusalén (en muestra

del homenaje a su ley,

que trajo Sabá de aquella

visita de Salomón)

un cordero por ofrenda;

porque como nuestros templos

de diversos dioses eran,

fue bien que no en torpes aras

culto al solo Dios se ofrezca,

y así que a Jerusalén

vaya ordenó la decencia

de que mejor holocausto

en mejor pira se encienda,

y supuesto que este año

el asombro nos le acuerda

con más instancia, es razón

que al paso del favor crezca

el del galardón; y así,

quiero, Behomud, que tú seas,

para más celebridad

de mi afecto y de sus fiestas,

el que en el mayor rebaño

de mis más blancas ovejas,

en quien no permitió el ampo

vedija de mancha negra,

acompañado le lleves

de cuantas gomas sabeas,

cuantos sabeos perfumes,

cuantas orientales perlas,

bálsamos, mirras y aloes,

en nuestros montes y selvas,

destiladas de las copas

y cuajadas en sus yerbas,

de lágrimas del aurora

la risa del alba engendra,

que no dudo que abrasados

en varas de incienso asciendan

donde, ante Dios, más el humo

que la llama resplandezca.

BEHOMUD

Por tanto favor tus plantas...

CANDACES

Eso no; a mis brazos llega,

y pues a Jerusalén

vas, será justo que inquieras

de sus más iluminados

patrïarcas y profetas,

rabinos de Palestina

y filósofos de Atenas,

qué juicio de aqueste asombro

divinas y humanas letras

han hecho. Y pues ves, que quedo

pendiente de la respuesta,

mayormente, cuando el pasmo

(Vuelve el terremoto.)

vuelve a embestir con más fuerza,

prevén la partida cuanto

antes, mientras yo en tu ausencia,

acompañando a las gentes

que en esos montes se albergan

huyendo de los poblados,

por si acaso les consuela

ver que lo que sienten siento,

repito con todas ellas.

ELLA y VOCES

[Cantan.]

¡Misericordia, Señor!

¡Clemencia, Señor, clemencia!

BEHOMUD

Queda en paz, que a obedecerte

tan a toda diligencia

iré, que de mi partida

sea síncopa la vuelta.

CANDACES

Pues sea diciendo (porque

todos lo que temes teman)

que el conflito en que se halla

toda esta fábrica inmensa

es que ella o su autor espiran.

BEHOMUD

Y añadamos, porque sea

más, al eco de sus voces

el gemido de las nuestras,

diciendo con todos, cuando

himnos y lamentos mezclan.

LOS DOS

Misericordia, Señor.

MÚSICA y VOCES

Misericordia, Señor.

LOS DOS

¡Clemencia, Señor, clemencia!

MÚSICA y VOCES

¡Clemencia, Señor, clemencia!

LOS DOS

Que espira su autor o espira.

TODOS

Toda la Naturaleza.

JUNTOS TODOS

¡Misericordia, Señor!

¡Clemencia, Señor, clemencia!

Que espira su autor o espira

toda la Naturaleza.

(Repiten la copla, y con esta repetición, sonando a un tiempo música y terremoto, se van los dos, y sale el DEMONIO, vestido de pieles.)

DEMONIO

¿«Que espira su autor o espira,

toda la Naturaleza»?

Natural filosofía,

¿quién te dictó consecuencia

tanto para otros dudosa

y tanto para mí cierta,

pues yo sólo pude ver,

bien como alta inteligencia

que dando muerte la muerte

quedase la muerte muerta?

Mas ¿quién podría, ¡ay de mí!

dictártela que no fuera

la humana sabiduría

ilustrada de la eterna?

Mas no por eso, Dionisio,

tu ingenio te desvanezca,

que el Centurión también dijo

«verdaderamente era

Hijo de Dios este hombre».

Y no es lo que me atormenta

que en distantes partes, dos

en un concepto convengan,

siendo en ellos conjetura

lo que ya en mí es evidencia,

sino que de su concepto

tanto se explayen las nuevas,

que no habrá donde la Fama,

que insensiblemente vuela,

no las publique, ocupando

los ámbitos de la tierra,

toda bronces, toda plumas,

toda alas y toda lenguas;

bien que de todos ninguno

tanto mi temor aumenta

como esta india del Oriente,

por la veleidad que en ella

hay de mudar religiones.

Dígalo de la primera

Ley Natural recibida

la Idolatría; y si ahora llega

a saber que Nueva Ley

de Gracia fundada deja

el Ignoto Dios...; mas esto

dirá mejor la experiencia,

a cuyo efecto, buscando

el disfraz que más convenga

para el asumpto que hoy

es de mis rencores tema,

invocaré mi segunda

causa que los favorezca.

¡Oh tú, sabia Pitonisa,

que del Nilo en la ribera,

sirena, llorando hechizas,

cantando hechizas, sirena,

siendo al pobre peregrino

que errado pisa su arena

o errado su golfo sulca,

ya a su rumbo o ya a su huella,

pirata a un tiempo y bandida

de sentidos y potencias,

atiende a mi voz!

(Sale PITONISA.)

[PITONISA]

¿Quién eres,

¡oh tú!, que con tal violencia,

al oírte como humano

y al mirarte como fiera,

más que me atraes con la voz

con el aspecto me ausentas?

¿Quién eres, pues, y qué quieres?

DEMONIO

Yo soy, Pitonisa bella,

aquél espíritu noble

que perdió por su soberbia

gracia, patria y hermosura;

bien que no perdió la ciencia

cuya plenitud, ninguno

sabe mejor que tú mesma.

PITONISA

¿Yo mesma?

DEMONIO

Sí, que no hay

criatura que más me deba

que tú en cuantos simulacros

adoras y reverencias.

Cuantas respuestas en oro

te da Beel, cuantas respuestas

en plata Mohab, en bronce

Moloc, Astarot en piedra,

en cobre Behemot, en hierro

Dagón, Bahalín en madera,

sin otros caseros dioses

en estaño, barro y cera;

todas son inspiraciones

que a tu invocación revelan

sobre los pasados hechos

las futuras contingencias

que te hacen ídolo humano

pues te dan el culto dellas,

por ser tú quien las pronuncia,

siendo yo quien las alienta.

Mira si sabiendo ya

quién soy, habrá otro que sepa

más que tú misma de mí;

y mira, siendo yo en esta

ocasión el que te invoca,

si debes estarme atenta.

Ya sabes (pero no importa

que lo diga, que hay materias

que no es sobra el repetirlas

y hace falta el no entenderlas),

ya sabes como Sabá

trujo con la descendencia

de Salomón a Etiopia

la Escrita Ley, y que della,

en virtud de su observancia,

y en feudo de su obediencia

de Jerusalén al templo

fuese un cordero la ofrenda.

Este común terremoto,

que tanto al mundo amedrenta,

ha despertado en Candaces

(que legítima heredera

de Salomón y Sabá

hoy en el oriente reina)

tal fervor, que en hacimiento

de gracias, de que no venga

el golpe tras el amago,

dispone que Behomud sea,

su valido, el que le lleve

y el que en su nombre le ofrezca.

Esto de ser un cordero

la oblación, siempre que a verla

llego inmolada, es en mí

de la accesión de mis penas

el crecimiento, si es

que puede ser que en mí crezcan,

trayéndome a la memoria

que la víctima primera

que a Dios se dio en sacrificio,

fue sobre cruzada leña

de verdes troncos de Abel

el cordero, cuya hoguera

ardió sin fuego hasta que

bajó del cielo a encenderla.

Leña y cordero inmolado

fue tan revesado emblema

para mí, como lo fue

que una virginal pureza

conciba virgen, que virgen

para, y virgen permanezca;

misterio que hasta hoy no sé

qué velos, sombras o nieblas

se me pusieron delante

a que de vista la pierda;

y así, dejándole, a esotro

(como a extensión suya) vuelva:

leña y cordero inmolado

fue tan revesado emblema

para mí, que discurriendo

de la Escritura la letra,

por si algo rastreaba, no hallo

ápice que no contenga

ser un rebaño de Dios

todo el resto de su Iglesia.

Y más, si juntando extremos,

al espirar el que deja

nueva ley establecida,

hallo que en cordero empieza

una, otra en cordero acaba,

pues al dudar si era o no era

el verdadero Mesías,

Juan (su último profeta)

con el dedo le señala,

diciendo para más señas:

«este es el Cordero, que

de todo el mundo en la esfera

viene a quitar los pecados».

De paso ahora considera

si vestir la piel del lobo

es bastante consecuencia

que explique la antipatía

que el lobo al cordero tenga,

y si es fuerza que mis iras

añadan a la primera

ojeriza del cordero

que hoy su sacrificio sea

ocasión que gentilismo

y hebraísmo tienen puesta

a Jerusalén en bandos,

fundada la competencia

de si en la sentencia vino

o no vino en la sentencia,

uno por no haber cumplido

las hebdómadas la cuenta,

y otro porque fue temor

de que los romanos vengan.

Con que si llega Behomud

y halla en esta controversia

que donde una ley acaba

es donde otra ley empieza,

y acude a la profecía

de David, donde lamenta

que ya al pueblo de Israel

Dios no envía sus profetas

porque ya no quiere que

sean víctimas cruentas

de carne y sangre de reses

las que en sus aras se ofrezcan,

es fuerza que entre los dos

el sacrificio suspenda,

acudiendo a consultar

a Candaces; y si ella,

al examinarlas, halla

en la clara estirpe regia

de su gran genealogía

que de David hijo era

el crucificado hombre,

en cuyas honras funestas

arrastraron luengos lutos

cielo, sol, luna y estrellas,

¿quién duda (y más con el nombre

de Gracia) admita la nueva

ley, haciendo de su muerte

hereditaria la ofensa?

Y así, remitiendo el daño

a la floja providencia

del tiempo, en que estas noticias,

como otras, se desvanezcan,

embarazar el camino

a Behomud la diligencia

más forzosa es, pues con esto,

retardándola las nuevas,

cuando lleguen, llegarán

más varias y menos ciertas.

Esta provincia de Gaza,

cuyas elevadas peñas,

templos de la idolatría,

en los términos se asientan

de Etiopia y Palestina,

son la más precisa senda

de su viaje; y si tú

(que hay delitos que no llega

a cometer el Demonio,

sin que con él los cometa

el humano ser), si tú,

(vuelvo a decir) con la fuerza

de los dos dulces encantos

de tu voz y tu belleza

le embarazas el camino,

yo, como tú le diviertas,

perdido en los laberintos

de su intrincada maleza

podré con la piel del lobo,

a tu sombra y mi cautela,

amparado de la noche,

siempre a mis hurtos expuesta,

irle robando el rebaño

en que por más culto lleva

acompañado el cordero,

hasta que su candor sea

ensangrentado destrozo

de mis garras y mis presas.

Para esto te invoco, y pues

Israel tu nombre afrenta

con el de supersticiosa,

de mágica y hechicera,

buena ocasión se te ofrece:

véngate de sus ofensas,

veamos si este sacrificio,

por ahora impedido, cesa

en su intermedio y nos da

ya en dogmáticos problemas,

ya en apóstatas cuestiones,

medios contra la fineza,

que en la Pascua del Cordero

y en la noche de la Cena,

(del Levítico pasando

las cruentas hostias della,

a una pacífica hostia

de pan y vino incruenta)

Cristo dejó instituida,

negándola la asistencia

de que en pan y vino el hombre,

gusano de polvo y tierra,

caribe de Dios le coma,

caribe de Dios le beba,

recibiendo en vino y pan

su carne y su sangre mesma.

PITONISA

No solo atenta, Lucero,

pero absorta, más que atenta,

te he escuchado, de tu saña

tan cómplice, que resuelta,

porque las voces no ajen

méritos a la obediencia,

la respuesta que he de darte

será no darte respuesta;

y más a tiempo que está

tan próxima la experiencia,

que de esquilas y balidos

se escuchan los ecos cerca.

(Dentro esquilas y VOCES de pastores, BEHOMUD, CUIDADO, y el DESCUIDO.)

CUIDADO

Echa por aquí, Descuido.

DESCUIDO

Cuidado, ¿qué me atormentas

siempre de prisa?

CUIDADO

¿Qué mucho,

si siempre estás tú de flema?

(Las esquilas, y VOCES.)

PITONISA

Y aun se ven, pues ya de aquel

ribazo mirar se deja

un occeano de nieve,

que como que se despeña,

porque el sol no le derrita,

viene venciendo la cuesta.

(Dentro VOCES, y ruido.)

VOCES

Por aquí una gran maraña

de inútiles hojas secas,

hipócritas de un pantano,

que en el paso se atraviesa,

embarazando el camino,

impide que pasar pueda

sin peligro la carroza.

BEHOMUD

(Dentro.)

No hay peligro que no venza

la fe, a cuyo cargo va

la peregrinación nuestra;

y así, atropellando este,

pasarle a pie será fuerza.

DEMONIO

También por estotra parte,

a pesar de incultas breñas,

vienen tropas de a caballo

y una carroza tras ellas,

en cuyos dorados vidrios

la luz del sol reverbera.

Cuando no supiera yo

quién es el que viene en ella,

su grandeza lo diría.

PITONISA

Aún no es su mayor grandeza

el fausto y el aparato.

DEMONIO

¿De qué has quedado suspensa?

PITONISA

De ver que un blanco cordero,

si bien percibo las señas,

que de sangrientos claveles

trae coronada la testa,

y guarnecida la piel

también de rosas sangrientas,

es el manso a quien siguiendo

vienen las demás ovejas

de todo el rebaño.

DEMONIO

Ese

es el que elegido llevan

al sacrificio.

PITONISA

Pues ¿cómo

le eligen, para que muera,

siendo ese cordero el manso?

DEMONIO

No ahora en eso te detengas,

que manso y a sacrificio,

no sé que dude o qué entienda.

Y puesto que ya la noche

su negro manto despliega

y que es preciso que haga

toda esta gente alto en esa

verde estancia, donde el cielo,

por no haber poblado cerca

para apastar el ganado,

les da de balde la yerba,

vamos a empezar nosotros

nuestras sañudas propuestas.

PITONISA

Dices bien. ¡A tus astucias

Lucero!

DEMONIO

Tú, a tus cautelas,

Pitonisa, que si haces

que él en el monte se pierda,

desvanecido tal vez

con gozos, tal con tristezas,

yo, en tanto que los pastores

de estacadas redes cercan

los rediles, miraré

por dónde podré romperlas.

PITONISA

Ya llegan; a retirarnos

porque más seguros duerman

de que hay fieras en el monte

si ven las pieles de fieras.

DEMONIO

Dices bien, y así, cuando ellos

dicen...

UNOS

¡Al valle, a la selva!

DEMONIO

Digan también nuestros ecos...

(OTROS y los dos dicen juntos.)

[LOS DOS y OTROS]

¡A la cumbre, a la aspereza!

OTROS

¡A la cumbre, a la aspereza!

UNOS

Donde descanse el ganado.

OTROS

Donde descanse el ganado.

LOS DOS

Donde el ganado perezca.

OTROS

Donde el ganado perezca.

UNOS

Al llano, a la cumbre, al valle.

OTROS

A la espesura, a la selva.

UNOS

Donde descanse el ganado.

OTROS

Donde el ganado perezca.

CUIDADO

(Dentro.)

Echa por aquí, Descuido.

DESCUIDO

(Dentro.)

Cuidado, ¿qué me atormentas,

siempre de prisa?

CUIDADO

[Dentro.]

¿Qué mucho,

si siempre estás tú de flema?

(Con esta repetición, salen BEHOMUD, el CUIDADO y el DESCUIDO, y PASTORES.)

BEHOMUD

¡Oh gran Dios de Israel! Tu fe,

¿qué riesgo habrá que no venza?

Y ya que a la montaña

lo escabroso rompimos,

de cuyo ceño a descansar salimos

en el florido abril desta campaña,

antes que a mí me dispongáis cabaña

que me albergue, pues fuerza es que paremos,

donde al cansancio alguna tregua demos,

cuidad de que el ganado

no se esparza y divida,

que es bien que la manada recogida

se halle al amanecer, porque salgamos

presto de sitio donde bien no estamos,

que aunque es tierra baldía,

basta ser tierra de la Idolatría

para no ser mansión; y así, Cuidado,

pues eres de quien más siempre he fiado,

a disponer ir puedes

el nudado recinto de las redes,

que junta nos la tenga

para marchar luego que el alba venga.

CUIDADO

Bien de las ansias mías

la paz, señor, de tu descanso fías.

BEHOMUD

Id todos, id con él para ayudalle.

TODOS

No hay ninguno, que prompto no se halle

a conseguir tu agrado.

BEHOMUD

Ya le lleváis, pues vais con mi Cuidado.

DESCUIDO

Ahora bien: aunque yo nunca le espero,

esta vez al Cuidado seguir quiero.

BEHOMUD

¿Dónde vas tú?

DESCUIDO

También a obedecerte.

BEHOMUD

No hay para qué, bien puedes detenerte,

que quiero que conmigo

te quedes tú.

(Vanse los PASTORES.)

DESCUIDO

¿Yo?

BEHOMUD

Sí, por si consigo

ver, habiendo fiado

la quietud de mi espíritu al Cuidado,

de quien seguro quedo

si contigo, Descuido, pagar puedo

un solo instante breve

la natural pensión que al sueño debe

este caduco ser, sin que por eso

tema que la objección culpe mi exceso;

que si el Cuidado está de centinela,

aunque duerma el Descuido, duerme en vela,

pues de sentidos falto

aun la misma quietud le es sobresalto.

DESCUIDO

Yo no entiendo esa historia;

solo sé que soy flaco de memoria,

y que en cuanto al dormir, lo más que he hallado,

Señor, entre el Descuido y el Cuidado,

es, que grande y pequeño,

iguales son lo que les dura el sueño.

BEHOMUD

Pues seamos iguales,

o bien soñemos bienes o bien males.

Este pendiente risco

del soberbio obelisco

de toda la montaña,

esta noche mi tienda de campaña

habrá de ser, y el catre de su lecho

esta peña.

DESCUIDO

¿De más honra y provecho

no será un almohadón de la carroza,

que atascada entre el légamo y la broza

del pantano quedó, mientras la gente

no acaba de sacarla?

BEHOMUD

Cuerdamente

has prevenido; ve por él volando.

DESCUIDO

El Descuido no vuela; pero andando,

«almohadón, almohadón» iré diciendo

que así no errar a lo que voy pretendo.

Almohadón; mas ¿para qué es la gana

de estudiar hoy lo que he de errar mañana?

(Vase.)

BEHOMUD

Ya que solo he quedado,

arbitrio del Descuido y del Cuidado,

dadme, Señor, licencia

a consultar con vos la insuficiencia

de una duda, que en este sacrificio

a que voy enviado

me desvela, que aunque es tan sumo grado

ir en vuestro servicio,

no sé qué alto misterio, qué alto juicio,

que ni alcanzo ni infiero,

contenga ser la víctima un cordero,

animal tan pacífico y mansueto,

que al silbo del pastor viene llamado,

que al mal pulido tronco del cayado

tan obediente nace y tan sujeto,

que ni un balido el natural afeto

del esquilmo le debe a la tonsura,

con sencillez tan cándida y tan pura,

que no le ponga de una y otra ofensa

en fuga el miedo, el ánimo en defensa.

Sin duda, que en sí encierra

o luz o viso, o símbolo o figura,

que hasta hoy el cielo reservó a la tierra;

y pues un indio en discurrir no yerra

que hay escondido enigma reservado

en ir a vuestro altar sacrificado,

¿cuándo, Señor, sabrá lo que predice?

PITONISA

(Dentro cantando en tono triste, con cadencias del llanto.)

¡Ay mísera de mí! ¡Ay infelice!

BEHOMUD

Mas ¿qué triste lamento

es el que esparce en lástimas el viento?

PITONISA

El que fingiendo el llanto de la hiena,

tu discurrir le ha hecho verdad la pena;

y así, por ti y por sí dos veces dice.

(Canta.)

¡Ay mísera de mí! ¡Ay infelice!

¡Ay mísera de mí! ¡Ay infelice!

BEHOMUD

A esta parte parece

que se formó el gemido;

la voz es de mujer, vuelva el oído

a atender, por si el eco a ser se ofrece

norte boreal que me encamine a ella,

pues es fuerza buscalla y socorrella,

que a mi valor desdice

mujer y desamparo.

PITONISA

(En estilo recitativo, llorando.)

¡Ay infelice

de la que a fuerza del fatal destino,

de la noche asaltada,

de fieras en un monte amenazada,

se halla sin luz, sin senda y sin camino!

BEHOMUD

No soy quien soy si no me determino

a ir en socorro suyo.

(Vase.)

PITONISA

(Representa.)

Hacia aquí viene;

porque se empeñe más, no me conviene

que me vea, y así, por otra parte,

valiéndome a contrario de otro arte,

al llanto de la hiena

sucederá la voz de la sirena.

BEHOMUD

(Dentro.)

Triste gemido, ya intrincadas ramas

rompo por ti; la lástima que incluyes

vuelva a inspirar el ánimo que influyes.

Y si me huyes, ¿para qué me llamas?

O si me llamas, ¿para qué me huyes?

Vuelve al suspiro en que tu queja arguyes;

llévame tú a reparar tu daño.

PITONISA

(Canta en tono alto y alegre dentro, al otro lado.)

¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño!

BEHOMUD

(Dentro a otra parte.)

Pero ¿qué es lo que escucho?

Si mucho era el pavor, el gozo es mucho,

pues otra voz más dulce y más sonora

alegre canta lo que aquella llora;

vuelva a escuchar, por si es que yo me engaño.

PITONISA

(Cantado.)

¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño!

Peregrino mayoral

de ese cándido redil,

por quien lidian nieve y flor

sobre si es ampo o jazmín,

ya que del ardiente agosto

del etíope país

a las campañas de Gaza

nievas, buscando el abril,

ven a mi voz, que siguiéndome a mí,

lo feliz trocarás por lo infeliz.

(Sale BEHOMUD.)

BEHOMUD

Mi espíritu este acento tras sí lleva,

que si la una enternece, la otra eleva.

Tras ella iré; mas ¿qué dirá la Fama,

yendo a quien su descanso a gozar llama,

y no a quien llama a reparar su daño?

Y así, tras esta...

(Canta PITONISA.)

PITONISA

¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño!

No a esotro confín te vuelvas,

antes que de mi confín

tan heroico huésped vaya

agasajado de mí.

Ven, pues, ven donde descanses

en el ameno pensil

de mi alcázar, ya que el hado

te trueca un monte a un jardín;

en él sabrás que soy quien,

compadecida de ti

y obligada de que vayas

a tan religioso fin,

te llama; sigue mi voz

y no cuides de seguir

lástimas, a donde tienes

delicias en que elegir.

Ven, pues, ven, que siguiéndome a mí,

lo feliz trocarás por lo infeliz.

BEHOMUD

Bien me aconsejas; seguiré tu canto;

no siempre queda ventajoso el llanto.

(Vase.)

PITONISA

(Representa PITONISA.)

Hacia aquí vuelve; pero aquí tampoco

me ha de ver; desvelado, absorto y loco

lo he de traer, hasta que con mi engaño,

perdiéndose él, se pierda en busca suya

toda su gente, y sin pastores huya

destrozado del lobo su rebaño.

(Vase.)

BEHOMUD

(Dentro.)

Nuevo prodigio extraño

¿hacia qué parte estás? ¿No me respondes?

¿Por qué en segundo laberinto ofuscas

mi vida? ¿A qué te escondes, si me buscas?

¿O para qué me buscas, si te escondes?

Mal con ambos afectos correspondes,

que favor y crueldad frase es que dice

contradición, y...

PITONISA

(A otra parte.)

¡Ay mísera, infelice!

(Sale BEHOMUD.)

BEHOMUD

Perdido he vuelto a dar donde primero.

PITONISA

¡Oh tú!, quienquiera que eres pasajero,

que a ampararme venías,

si opresa yo de las desdichas mías

suspendí el boreal norte de mi acento,

que por entonces me embargó el aliento

¿por qué tras otra voz tu honor me deja?

¿Vale más un halago que una queja?

Vuelve, vuelve a mi llanto,

que de zarzas y troncos el quebranto

en quien rendida quedo

es tal, que dél salir por mí no puedo.

BEHOMUD

¿Qué duda el valor mío?

Del natural afecto acuda el brío,

más que al deleite, al daño.

PITONISA

(A un lado.)

(Canta.)

¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño!

No tan presto desconfíes

¡oh tú, mayoral gentil!

de que de ti lastimada

no me deje ver de ti,

que quiero que la fineza

crezca sin dueño; y así,

pues soy la que de tu fe

movida intenta que aquí

le pagues el hospedaje

solo en dejarte servir,

ven, pues, ven, que siguiéndome a mí

lo feliz trocarás por lo infeliz.

BEHOMUD

¿Quién deja de averiguar

desta fe el piadoso fin?

PITONISA

(A otro lado.)

¡Ay mísera de mí!

BEHOMUD

¿Ni quién, oyendo esta queja,

a ella deja de acudir?

PITONISA

(A un lado.)

Siguiéndome a mí,

lo feliz trocarás por lo infeliz.

(A otro lado.)

No siguiéndome a mí,

será trocar lo noble por lo vil.

BEHOMUD

¿Qué acero entre dos imanes

tirado, por acudir

a entrambos, no va a ninguno,

como yo, oyendo...

CUIDADO

(Dentro.)

Venid,

venid a mi voz, pastores,

que un fiero monstruo...

BEHOMUD

¿Qué oí?

CUIDADO

(Dentro.)

...buscando a quien devorar,

anda rondando el redil.

BEHOMUD

Esta es la voz del Cuidado,

ya aquí no hay que discurrir,

que donde el Cuidado llama

es donde debo acudir

antes que todo.

PITONISA

Eso fuera

si te dejara salir

monte y noche antes que logre

el Lucero destruir

todo el rebaño.

CUIDADO

(Dentro.)

Soltad

los perros y desceñid

las hondas.

VOCES

¡Al risco, al valle!

CUIDADO

Ven, Behomud, ven a asistir

donde con tu vista alienten

tus pastores.

BEHOMUD

¡Ay de mí!,

que la noche y lo fragoso

del monte oponen al ir

en cada rama un tropiezo

y un lazo en cada raíz.

Inmenso Dios de Jehová,

siendo acto de tu fe el fin

de mi peregrinación,

¿no habrá quien me ampare?

(Música, y ÁNGEL sale.)

ÁNGEL

Sí.

PITONISA

¿Quién? ¿Cuándo? Yo... mas ¿qué es esto?

¡Vista y aliento perdí!

¿Qué nueva luz, dioses, es,

la que abrasándome allí

aquí me pasma, trocando

el pronunciar en gemir?

BEHOMUD

¿Qué divina luz es, cielos,

la que alumbrándome aquí

allí me ilumina?

ÁNGEL

No

lo examines, que eso...

BEHOMUD

Di.

ÁNGEL

El acto de fe a que vas

es el que lo ha de decir;

baste saber ahora que es

la que a una fiera hizo huir

y enmudecer a otra fiera

aun no de menos cerviz,

y la que, ya asegurados

tus pastores, que sin ti

amedrentados huían,

trae en tu busca, y, en fin,

la que te viene a guiar

para que desta gentil,

bárbara, idólatra tierra,

seguro salgas; y así,

dejando a su esfinge,

y siguiéndome a mí,

lo infeliz trocarás por lo feliz.

BEHOMUD

A tanto asombro responda,

no el hablar, sino el sentir.

(Salen todos los PASTORES, y el CUIDADO por una parte, y por otra el DESCUIDO, con un alero del coche.)

CUIDADO

Gracias a Dios que te hallamos.

TODOS

A todos nos da una y mil

veces tu mano a besar.

DESCUIDO

Y más que a todos, a mí,

que te traigo en que descanses.

BEHOMUD

¿Pues qué es lo que traes ahí?

DESCUIDO

De la carroza un alero.

BEHOMUD

¿Qué dices?

DESCUIDO

Que como fui

con prisa a servirte, en medio

del camino me dormí;

desperté, y no me acordando

de lo que iba a prevenir,

sino solo que empezaba

su nombre en al, discurrí

si sería alfombra, alnafe,

almoguer o almojarif,

o otros de los empezados

en al; con que cuando vi

carroza y alero, dije:

a ti te busco, y así,

traigo el susodicho alero

en que te eches a dormir.

CUIDADO

Calla, que este tiempo es más

de atender que de reír.

BEHOMUD

Bien le reprendes, Cuidado,

pues solo es tiempo de ir

tras aquella luz, que lleva

vida y sentidos tras sí.

TODOS

Todos su norte sigamos.

ÁNGEL

Pues venid todos, venid,

que como una vez salgáis

de este idólatra confín,

(Cantado.)

dejando a su esfinge;

y siguiéndome a mí,

lo infeliz trocaréis por lo feliz.

(Yéndose.)

Venid, venid.

TODOS

(Cantando.)

Pues dejando su esfinge,

y siguiéndote a ti,

lo infeliz trocaremos a feliz.

(Vanse, y queda PITONISA.)

PITONISA

¡Oh, nunca fingido hubiera

la incauta voz que fingí,

pues, víbora, con mi misma

ponzoña, yo misma a mí

me he dado la muerte!

(Sale el DEMONIO.)

DEMONIO

Y nunca

hubiera sido mi ardid

de basilisco, que vuelve

su veneno contra sí.

¿Quién va?

PITONISA

¿Quién es?

DEMONIO

No lo sé.

PITONISA

Ni yo.

DEMONIO

¿Pitonisa?

PITONISA

Sí.

¿Lucero?

DEMONIO

Sí.

PITONISA

¿Dónde vas?

DEMONIO

Si morir puedo, a morir

a manos de mi rencor,

mi rabia, o mi frenesí.

PITONISA

¿Qué te ha sucedido?

DEMONIO

Que

apenas llegué a embestir

de ese enredado recinto

el nudoso rebellín,

cuando el Cuidado, que nunca

duerme, empezó a requerir

pastores y perros; unos,

con las armas de David,

hondas y piedras, y otros

con ladridos, resistir

mi entrada intentaron; pero

poco les podrían servir,

si entre ellos no viniera

un blanco y negro mastín,

de cuya boca jurara

que había visto salir

una llama.

PITONISA

¡Ay! que esa llama

debió de ser la que vi,

para mí sola cegar,

para los demás lucir;

en fe de ser ella quien

la palabra ha de cumplir

de que a sus ángeles Dios

ha de mandar asistir

en sus caminos al hombre.

DEMONIO

¿Luego no hay que proseguir

tú en tus encantos, ni yo

mis astucias?

PITONISA

Sí hay.

DEMONIO

¿Qué es?

PITONISA

Ir

en su seguimiento en otro

hábito y con otro ardid.

Judaísmo y Gentilismo,

¿no tienen en lid civil

puesto al mundo? Pues hagamos

los dos sangrienta la lid.

Yo, en común, idolatría,

pues lo que quiere decir

es culto supersticioso,

que es el que me toca a mí,

influiré en el Gentilismo

sañas, para destruir

a Jerusalén. Tú, puesto

que es lo que te toca a ti,

como apóstata que eres

del imperio de zafir,

perturbar la religión,

podrás también influir

iras en el Hebraísmo,

en orden a no admitir

la nueva Ley de la Gracia;

con que en partido motín

se impedirán uno a otro

el que lleguen a admitir

Sacrificio en que es forzoso

se hayan de contradecir

con lo idólatra el hebreo,

con lo apóstata el gentil.

DEMONIO

Si una cosa es intentar

y otra cosa es conseguir,

intentemos el vencer

y consígase el morir.

Vamos, pues.

PITONISA

Pues sea, Lucero

empezando desde aquí

para mezclarnos con ellos

ensayados a fingir

con ellos diciendo.

LOS DOS y UNOS

(Dentro.)

Venid, venid,

y dejando su esfinge,

y siguiéndome a mí,

lo infeliz trocareis a lo feliz.

(Vanse.)

(Ábrese el carro de palacio y vese CANDACES sentada en real trono, y dos DAMAS a su lado cantando.)

DAMAS

(Cantan.)

¡Oh! ¡Cómo yace postrada,

sin consuelo y sin placer,

la emperatriz de las gentes,

diciendo cuantos la ven:

Jerusalén, Jerusalén!

MÚSICA

(Dentro.)

Pues no hay dolor que iguale a tu dolor,

conviértete a tu Dios y tu Señor,

que es el último bien.

TODOS y MÚSICA

¡Jerusalén, Jerusalén!

CANDACES

Doris ¿qué triste canción

es esa?

DAMA 1.ª

Una que leí

en un libro tuyo.

CANDACES

Di,

¿qué libro?

DAMA 1.ª

Lamentación

se llama, de Jeremías.

CANDACES

Algo me da que pensar

que le moviera a llorar

en todas sus profecías

ruinas de Jerusalén.

DAMA 2.ª

Como sus cautividades

fueron en varias edades,

sería alguna de ellas quien

a llorarla le obligó.

CANDACES

Dices bien; pero ahora aquí

acordármelas a mí

no acaso parece.

DAMA 2.ª

No

tus melancolías, señora,

te persuadan a que pudo

ser más que acaso.

CANDACES

No dudo

que sea así; mas ¿quién ignora

que un abismo a otro se llama?

Y como siempre el que viene

es donde dispuesta tiene

la imaginación la llama

de su más vivo cuidado;

y el que a mí me aflige es

no haber sabido, después

que fue Behomud enviado

a Jerusalén, de mí,

¿qué mucho que oyendo ahora

de Jerusalén, Lidora,

ruinas, dél me acuerde? Y si

un aviso a otro adelanto,

el tiempo en que le envié,

el de aquel eclipse fue,

de cuyo horroroso espanto

la Fama, que siempre dio

más nuevas del mal que el bien,

cuenta que en Jerusalén

el terremoto empezó:

terremoto, sacrificio,

Jerusalén, destruición,

Behomud y lamentación,

todo ha revuelto en mi juicio

un caos de confusiones;

pero para que no crean

que agüeros para mí sean

sagradas lamentaciones,

proseguid sus profecías.

¡Inmenso Dios de Jehová,

o luz o acierto me da,

para que las ansias mías

descansen, sabiendo que

la meda de mi tributo

logró el religioso fruto

del símbolo de la fe!

Vuelva, pues, Behomud con bien,

que pendiente el alma está

hasta saber qué le habrá

pasado en Jerusalén.

(Sale la FE.)

FE

Duerme tú, que a ojos cerrados,

creyendo lo que no ve,

hasta su triunfo, mi fe

asistirá a tus cuidados.

DAMAS

(Cantan.)

¡Oh!, ¡Cómo sola y viuda,

sin quien la alivie ni quien

la consuele, llora y gime,

oyendo una y otra vez!

MÚSICA

[Dentro.]

Jerusalén, Jerusalén,

pues no hay dolor que iguale a tu dolor,

conviértete a tu Dios y tu Señor,

que es el último bien,

¡Jerusalén, Jerusalén!

DAMA 1.ª

Parece que se ha dormido.

DAMA 2.ª

Dejémosla descansar,

que la cura del pesar

solo el sueño la ha sabido.

CANDACES

¿Qué pesadez tan crüel

es la que me aflige esquiva?

(Vanse las DAMAS, y ella en sueños representa, y salen por una parte, el PUEBLO HEBREO con algunos soldados, y por otra el PUEBLO ROMANO; y entre unos, y otros, la PITONISA, a lo judío, el DEMONIO a lo romano, y en medio de ellos FILIPO, viejo venerable, vestido de antiguo sacerdote en diciendo dentro.)

DEMONIO

(Dentro.)

¡El romano imperio viva!

ROMANO

¡El romano imperio viva!

PITONISA

(Dentro.)

¡Viva el pueblo de Israel!

HEBREO

¡Viva el pueblo de Israel!

PITONISA

Ya que ha logrado el ardid

disfraz que nuestro deseo,

inspirando yo al Hebreo,

y tú inspirando al Gentil,

haya encendido el tumulto

de ambos bandos, avivemos

su llama.

DEMONIO

El aire infestemos

contra ese piadoso culto,

siempre andando a vista dél,

diciendo con voz altiva:

UNOS

El romano imperio viva.

OTROS

Viva el pueblo de Israel.

ROMANO

La víctima ha de ser mía.

HEBREO

Que a mí se me entregue es bien.

CANDACES

[Entre sueños.]

¡Ay de ti, Jerusalén!

FILIPO

Teneos.

ROMANO

Aparta.

HEBREO

Desvía.

FILIPO

Aunque aventure una y mil

vidas en glorioso empleo

de tus sañas, Pueblo Hebreo,

o de las tuyas, Gentil

Romano, no he de dejar

de persuadir a los dos

un Dios que es el solo Dios,

a quien hoy sacrificar,

-porque el mundo serlo entienda-,

la víctima me ha tocado,

no ya en cordero inmolado,

sino en pacífica ofrenda;

y así, aquese advenedizo

indio que desde el oriente,

de Jerusalén al templo,

a hacer sacrificio viene,

y para entrar en él pide

licencia, haced que me entregue

el cordero que trae, pues

no a ti entregártele debe,

pues ya tu ley espiró,

ni a ti, pues la que tú tienes

ni entra ni sale hasta ahora,

en los varios pareceres

de si es mejor o no es,

en la opinión de ambas gentes

la nueva ley, que yo admito,

que no la antigua, que él pierde;

con que a mí toca.

CANDACES

(Entre sueños.)

¡Mortal

congoja! ¡Cielos, valedme!

FILIPO

Pues a mí...

HEBREO

Ten el acento.

ROMANO

La voz, Filipo, suspende.

HEBREO

Que si discípulo tú...

ROMANO

Que si tú secuaz...

HEBREO

...De ese

que intruso Hijo de Dios, quiso

Dios de Palestina hacerse.

ROMANO

...De ese que en Jerusalén

Rey pensó aclamarse.

HEBREO

¿Quieres

morir como él?

ROMANO

¿Imaginas

que yo he de vengar su muerte?

HEBREO

Fácil será a mis rencores

conseguirlo.

ROMANO

No lo intentes,

que no fácil a mis iras

será que al culpado vengue,

cuando mi mayor anhelo

es vengar al inocente.

HEBREO

Y pues nada ha de servirte...

ROMANO

Y pues nada ha de valerte...

HEBREO

El que persuadirme quieras...

ROMANO

El que reducirme intentes...

HEBREO

A que yo deje la anciana

ley, que heredé.

ROMANO

A que yo deje

la adoración de mis dioses.

HEBREO

Y otro sacrificio acepte,

que no sea el sacrificio

de mis inmoladas reses.

ROMANO

Ni consienta que ese templo

ignoto Dios reverencie.

HEBREO

Arderá Jerusalén

en muertas cenizas leves.

ROMANO

Sí arderá, pues su huracán

serán mis romanas huestes.

HEBREO

Y así, huyendo de mi saña,

vete de mi vista.

ROMANO

Vete

también de la mía, que no

quiero oírte.

HEBREO

Ni yo verte.

LOS DOS

¿Qué esperas, pues? ¿A qué aguardas?

FILIPO

¡Oh Señor, quién mereciese

ver que víctima que vino

a vuestro templo a ofrecerse,

volvía tan elevada

que decir mi fe pudiese

que vino cruento cordero

y incruento cordero vuelve!

(Vase.)

CANDACES

(En sueños.)

No desmayes, corazón,

que aún hay aura que te aliente.

ROMANO

Ahora, para que veas

quién de pueblo a pueblo vence,

a que no entre en la ciudad

el indio, iré.

HEBREO

Yo, a que entre.

ROMANO

¿A qué, si ya en ti cesaron

del Levítico las leyes?

HEBREO

Mientras que yo otras no admito,

¿quién me obligará a que cesen?

ROMANO

Yo, el día que me declare

enemigo de ambas leyes.

HEBREO

¿Qué importará, si constante

yo...

ROMANO

Mucho, si yo...

(Sale BEHOMUD.)

BEHOMUD

Impaciente

Romano Pueblo, y Hebreo,

de que desairados queden

de una licencia pedida

los cumplimientos corteses,

yo mismo por ella vengo,

que según tarda parece

que es, trayéndola el Cuidado,

el Descuido quien la lleve.

ROMANO

No te admires, oriental

joven, que al más noble huésped

no falta la cortesía

donde sobra el accidente

en el que nos hallas; pero

largo es, para que lo cuente

mi cólera; allá el hebreo,

que mayor espera tiene,

te lo dirá.

HEBREO

Sí dirá,

y sin perder tiempo; vente

conmigo, que en el camino

lo sabrás.

ROMANO

Pues ¿dónde quieres

que contigo vaya?

HEBREO

Al templo

a que su voto celebre.

ROMANO

¿A qué templo si, ya muerta

tu sinagoga, no tienes

según las contrariedades

de tus divididas gentes,

ni templo, ni ara, ni altar?

BEHOMUD

Ya es muy otro caso este:

¿muerta está la sinagoga?

ROMANO

Sí, y pues a la oblación de ese

sacrificio le ha faltado

a quien dedicada viene

lógrala en mi templo.

BEHOMUD

No

haré tal, que si de oriente

por no celebrar en templo

que fue gentil, vengo a este

¿cómo de este iré al gentil?

ROMANO

Dándote yo una y mil muertes

si no adoras a mis dioses.

HEBREO

No harás, que yo defenderle

sabré.

BEHOMUD

También sabré yo

sentir que tú me defiendes,

mientras no sé qué entreoí

de la sinagoga.

HEBREO

Advierte

que también sabré quitarte

la vida yo.

ROMANO

Y yo oponerme

en su defensa.

BEHOMUD

¿Quién vio

tan equívoco accidente

como, por matarme dos,

ser dos los que me defienden?

HEBREO

Conmigo ven.

ROMANO

Ven conmigo.

BEHOMUD

Sin que uno ni otro me lleve,

iguales dejaré a entrambos.

LOS DOS

¿De qué suerte?

BEHOMUD

De esta suerte:

que osadamente librarme

no es huir cobardemente.

(Vase.)

ROMANO

Aunque tus plantas sean alas,

te he de alcanzar.

(Vase.)

HEBREO

Aunque vueles

con las alas de tus plumas,

he de seguirte.

(Vase.)

CANDACES

(Despierta.)

¡Oh, aleves,

cobardes, tiranos! Pero

¿dónde voy de aquesta suerte?

¿dónde estoy que en mí no estoy?

¡Qué extraño sueño! ¡Qué fuerte

ilusión! ¡Qué fantasía

tan extraña! ¡Qué vehemente

aprehensión! ¡Toda soy fuego

que me hiela! ¡Toda nieve

que me abrasa! Y pues no sé

de mí misma, mientras llegue

a cobrarme en mis sentidos,

¡valedme, Cielos, valedme!

(Ciérrase la aparición, y sale el DEMONIO, y PITONISA.)

DEMONIO

No mal conseguido habemos

hasta aquí ver que se mueven

contra la fe de Candaces

hebrea y romana plebe;

pues suspenso el sacrificio,

a lo que puede mi mente

inferir por conjeturas,

hallo que Behomud pendiente

le deja, y sin el rebaño,

a la ligera se vuelve

a consultar con Candaces

lo que ha de hacer.

PITONISA

Bien se infiere

de que de solo el Cuidado

acompañado, parece

que ya se pone en camino,

pues la carroza previene

la demás familia, y solos

los dos en ella se meten.

DEMONIO

Pues si él se lleva el Cuidado,

fuerza es que al Descuido deje

el rebaño; con que yo,

como a su vista me quede,

tendré mejor ocasión

para robarle; tú puedes

seguirle a él, y en el camino,

porque tan presto no llegue

y tenga más tiempo yo,

solicitar detenerle,

que no siempre ha de tener;

quien le alumbre y quien le adiestre.

PITONISA

Pues no bastó de mi voz

ni lo triste ni lo alegre

a suspenderle en el monte,

añadiré al oírme el verme.

Veamos si tiene más fuerza

el encanto en las mujeres,

que en el oído, en la vista.

(Vase.)

DEMONIO

Yo ahora al rebaño me acerque

a ver qué disposición

hay en él, por si pudiese

(pues es el Descuido quien

le guarda, el Cuidado ausente)

entrar por algún portillo,

donde entre las demás reses,

despedazando el cordero,

toda mi ojeriza vengue.

PASTORES

(Dentro.)

¿Descuido?

DESCUIDO

(Dentro.)

¿Quién llama?

PASTOR 1.º

(Dentro.)

Mira

que anda en el ejido gente.

DESCUIDO

[Dentro.]

Yo lo veré en despertando.

PASTOR 2.º

[Dentro.]

¡Corre a apartarla, no llegue

y se lleve alguna oveja!

DESCUIDO

[Dentro.]

Pardiez, como no me lleve

a mí, donde haya de aquello

de despertar a quien duerme,

¡mas que se lleve el rebaño!

(Salen algunos PASTORES y el DESCUIDO.)

PASTORES

Hacia allí está.

DEMONIO

Aquí conviene

fingir alguna deshecha.

DESCUIDO

Hombre u Demonio, ¿quién eres,

que sin querer que me duerma

has querido que te sueñe?

DEMONIO

No os enojéis: extranjero

pastor soy, que hallar pretende

mayoral a quien servir,

y si vos queréis hacerme

merced de que compañero

vuestro sea, os seré siempre

fiel amigo.

DESCUIDO

Yo lo hiciera,

mas hay dos inconvenientes.

DEMONIO

¿Qué son?

DESCUIDO

Tener en las caras

nuestras dos trigueñas teces,

vos, la de pocos amigos,

yo, la de pocas mercedes;

esto es uno, y otro es,

que ser ladrón me parece

quien viene por el portillo

y no por la puerta viene;

y así idos, si no queréis

que llame la demás gente,

que os mate a palos y a coces.

DEMONIO

Antes, villano, que lleguen,

te habré dado muerte a ti.

DESCUIDO

¡Ay señores, que me mueren!

¡Socorro, cielos, socorro!

(Vase, y los PASTORES.)

DEMONIO

Ya que he llegado a valerme

del Descuido Humano, y él,

aun cuando me huye, me ofrece

portillo por donde yo

tras él en su aprisco entre,

¿qué aguardo para robarle

dél el cordero?

(Sale la FE.)

[FE]

Detente,

bárbaro, que hay otra guarda

que este rebaño defiende.

DEMONIO

¿Quién eres, que con la espada

de fuego más me pareces

guarda aquí de Paraíso

que de rebaño? ¿Quién eres?

FE

No conocerme debiera

ser causa de conocerme,

que tú todo lo conoces,

sino a la fe, que provee,

en los auxilios de Dios,

guarda a todo lo viviente:

racional, y sensitivo

y vegetable; de suerte

que a este rebaño, bien como

de la nueva fe de oriente

nuevo paraíso, nuevo

auxiliar, en mí previene

católica edad futura,

en que más gloriosamente

la fe de ti, y tus secuaces,

triunfe, goce, viva y reine.

DEMONIO

¡No más! ¡No más! ¡Que ese tiempo

aun en sombras me estremece!

Pero no me desconfía

de que he de triunfar yo en este.

(Dentro.)

Para, para.

(Dentro, ruido, y salen BEHOMUD, y CUIDADO.)

BEHOMUD

En la siempre verde esfera

de aqueste florido prado,

donde pienso que ha llamado

a cortes la primavera,

según que sus flores bellas,

matizadas a colores,

no contentas con ser flores,

aspiran a ser estrellas;

con la vanidad de estar

mirándose en la corriente

de la más hermosa fuente

que el sol ha visto brindar

a la sed de los mortales,

la gracia, que en sí conserva,

dando en búcaros de yerba

el néctar de sus cristales,

podemos pasar la siesta

en la templada mansión

de estos álamos que son

guirnaldas de la floresta,

ya que el sol no nos permite

pasar por ahora adelante,

mas no por eso un instante,

Cuidado, el cargo te quite

de serlo siempre; y así,

adelantarte podrás,

donde a Candaces dirás

como que sale de ti

dónde quedo, porque espero

ir a ganar sus albricias,

y de mis raras noticias

hallarla ignorante quiero,

que yo solo la he de dar,

y así, de lo que ha pasado

nada le digas, Cuidado,

que hay qué hablar y hay qué callar.

CUIDADO

De todo advertido voy;

y así, solo la diré

que en Gaza me adelanté.

(Vase.)

BEHOMUD

Dejadme todos: ya estoy

solo a vista de Sabá,

y en el monte donde oí

las dos voces, tras quien fui

perdido; y si no me da

luz no sé qué inspiración,

hasta ahora lo estuviera,

según la intrincada esfera

en que dio mi confusión.

A Jerusalén llegué,

donde Hebreo y Gentilismo

me entraron en nuevo abismo,

con que pendiente dejé

el sacrificio; ahora quiero

a mis solas discurrir

qué he de callar u decir

a Candaces del cordero.

Mas ¿qué tengo que pensar?

¿A decir verdad no vengo?

Pues en la verdad, ¿qué tengo

que decir ni que callar?

Pues con decirla desnuda,

cumplo con Dios y con ella,

conmigo y Candaces bella.

Arroje de mí la duda

sus confusiones, y dé

vado la imaginación,

divertida en la lección.

¡Hola!

(Sale un CRIADO.)

CRIADO

¿Qué me mandas?

BEHOMUD

Que

un libro de esos, cualquiera

que a divertir el camino

traigo, me dad. Imagino

(Vase el CRIADO.)

que sólo de esta manera

podré el discurso vencer,

o por lo menos quietar

el discurrir y el pensar

si pudo o no pudo ser.

(Sale con el libro.)

CRIADO

Ya tienes el libro aquí.

(Dale un libro y vase.)

BEHOMUD

Muestra: la escritura dice

del Dios de Israel; felice

soy, pues si en ella leí,

hallaron las ansias mías

gozo; el capítulo es

número cincuenta y tres

del gran profeta Isaías.

(Lee.)

«Como el cordero, que va

voluntario al sacrificio,

sin dar el menor indicio

de que ante el tondente está,

con tan blanda propensión,

que no intenta resistillo,

ni a la garganta el cuchillo,

ni a la tijera el vellón,

sin gemir y sin balar,

iras de uno y otro acero».

(Representa.)

¡Válgate Dios por cordero,

que aun aquí te hube de hallar!

¿Y que cuando del Cuidado

libre este instante me siento,

sea aun el divertimiento

quien de ti me haya acordado?

(Sale PITONISA al paño.)

PITONISA

Leyendo está las Verdades

de quien yo tanto temí.

¡Que hayan de ser contra mí

hasta las casualidades!

Pues ¿que pudiendo traerle

otro libro, haya querido

mi suerte que este haya sido;

y que al tomarle y al leerle,

con el impulso primero,

en volumen tan capaz,

solo encuentra con la paz

y la quietud del cordero,

pudiendo encontrar lección

que le abstrayera cruel,

con abismos de Babel,

con plagas de Faraón?

Mas no desespere tanto

quien hoy contra él conjura

halago de la hermosura

y dulce poder del canto,

hechizo que en dos mitades

une para mis rencores

métricos los resplandores

y ardientes las suavidades,

con cuyo rigor turbar

su discurso he de poder.

BEHOMUD

Todo el esfuerzo del leer

voy convirtiendo en dudar.

¿Qué será que cuando llevo

un cordero al sacrificio

se suscite un nuevo juicio

de nueva ley, rito nuevo,

que pueda haber impedido

el consumir la oblación?

Prosiga con la lección.

(Lee.)

«Sin dar un solo balido,

dándonos sagrado aviso,

que por las iniquidades

nuestras, quiso en sus piedades

morir, porque morir quiso...»

PITONISA

¿A qué aguardo ya entre tanto

miedo? ¡Cómo se apresura!

Turbe su ansia mi hermosura,

ciegue su atención mi canto.

BEHOMUD

(Lee.)

«Nuestro castigo sobre él

cayó, y por nuestro pecado,

afligido y contristado

fue». ¡El Gran Dios de Israel

me valga! Pues al imperio

en que mi duda rendida

se ve no puede una vida

resistir tanto misterio,

si no es que para sacarme

de tal confusión encuentre...

(Sale cantando PITONISA.)

PITONISA

(Canta.)

Quien pueda decirte

que en dudas tan fuertes

quien más las apura

menos las entiende.

BEHOMUD

(Repite.)

«¿Quien pueda decirte

que en dudas tan fuertes

quien más las apura

menos las entiende?».

Oráculo lisonjero,

que para introducir ese

tan desconsolado alivio

como es intentar que deje

de apurar lo que deseo

con dos esfuerzos lo emprendes

tan poderosos, que el uno

usa de no menos fuerte

razón que la de ir sembrando

con cada acento que viertes

una deshojada turba

de rosas y de claveles

y el otro, de una memoria

que aunque en sombras se mantiene,

de haber oído tu voz

otra vez (porque conserve

la noticia el albedrío)

en luz la sombra convierte,

¿quién eres? Y agradecida

puedes estar de que ferie

por otra duda que en tal

deseo supo ponerme,

que me conducía... Pero

(Retirándose de ella.)

ya no me digas quién eres,

que una cosa es que el primero

apetito humano intente,

curioso, examinar duda

de quien quizá traidor pende

su error, y otra es que, cobrado

del primer impulso, trueque

a la que menos le importa

la que más le pertenece;

y así, la lección...

PITONISA

Aguarda.

(Aparte.)

¿Cómo el encanto consiente

de mi voz, y mi hermosura

tal desaire?

BEHOMUD

¿Qué pretendes?

PITONISA

(Canta.)

Que lo que ninguno

explicarte puede,

lo debas a voces

que tanto las debes.

(Representa.)

Y pues la memoria guardas

de que ya otra vez oyeses

mi dulce voz en el monte,

y es preciso que te acuerdes

cuánto tu rebaño errante,

cuánto tu confusión fuerte

debió a mi aviso, ¿por qué

no has de fiar el que llegue

a favorecerte aquí

quien allá te favorece?

(Canta.)

Pues los beneficios

en pechos fieles

el que uno hace obliga

a que otro se llegue.

BEHOMUD

Porque no es todo uno, monte,

sombra, canto, y que se mezclen

acasos que quizá pudo

la noche formar rebeldes;

o ver que en iluminados

bríos, esplendor alegre,

en cordero, sacrificio

y paz el día despliegue,

haciendo de este volumen

las hojas afable oriente;

y más cuando allí ser pudo

dejarme llevar de ese

persuasivo halago, estar

ignorante de que hubiese

ya nueva ley, que prohíbe

que la sangre...; mas no intente

puesto que nada he de oírte,

en nada satisfacerte.

PITONISA

Pues bástame a mí saber,

ya que te opones rebelde

a la enseñanza de quien

no solo capaz mantiene

noticia de cuanto oculto

misterio se encierra en ese

volumen, pero de cuantos,

con azul línea o con verde,

el cielo señala a luces,

la tierra a flores guarnece,

bástame saber que soy,

otra lo diga y mil veces,

(Canta.)

quien puede decirte

(Con turbación.)

que en dudas tan fuertes

quien más las apura

menos las entiende.

(Representa.)

Mas ¿qué susto, qué embarazo

(Con los mismos afectos.)

mi voz (¡ay de mí!) suspende,

con tal ahogo, tal miedo,

tan cruel lazo y aleve,

que de mi propia voz nace

y contra mi voz se vuelve?

BEHOMUD

¿Qué tienes?

PITONISA

Yo no lo sé;

mas sí sé, pues confidente

el corazón (que los males

sabe antes de sucederse)

me dice que aquella nube,

debida a vapor tan breve,

que a un solo querer formarla,

(Chirimías y descúbrese una nube, en que trae el ÁNGEL a FILIPO.)

robusta en el aire crece,

para mi temido asombro

es que en cándidas preñeces

me avisa, que si un auxilio

al rayo del sol le debe,

ha de parir (¡con qué rabia

lo digo!) de aquella nieve

que esconde callada lluvia

que lave; mas ya no puede

el susto, el ansia, la angustia...

ÁNGEL

Ya estás adonde Dios quiere

que te halle quien te desea

y no te conoce.

(Vase el ÁNGEL, dejando a FILIPO en el tablado, y retírase a un lado PITONISA.)

PITONISA

¡Oh, pese

a mis iras!

BEHOMUD

Venerable

anciano, que en transparente

nube, ya sea por sagrado

honor que ella en sí contiene,

o ya sea por los celajes

que tu resplandor le preste,

quitas al aire el medroso

susto, que ha tanto que tiene,

de que ensangrentados giros

y lúgubres palideces

su vaga esfera fatiguen

y su azul campaña infesten,

¿quién eres?

PITONISA

¡Qué bien temí!

Pero retirada intente

que lo que présaga el ansia

me avisa, estorbe.

BEHOMUD

¿Quién eres?

Pues me está diciendo el alma,

que a asistir mi duda vienes,

que en un piélago profundo

yace.

FILIPO

Bien, Behomud, lo crees;

pues el Señor, que a Habacuc

a Babilonia pendiente

de un cabello con un ángel

envió, porque socorriese

a Daniel, que en el lago

de los leones impacientes,

ser su alimento aguardaba,

a mí de la propia suerte

me envía a ti; y porque en mucho

a ser semejante llegue

tu peligro, a su peligro,

lago era aquel, lago este,

que así el profeta le llama

en un psalmo, y más si adviertes

que quizá habrá cazador

que oculto...

PITONISA

¡Ay de mí!

FILIPO

...te aceche.

BEHOMUD

Muy posible es que le haya,

pues sin saber dónde puede

haberse ido una esfinge,

una...; pero nada llegue

a estorbarme el que yo vuelva

a preguntar que quién eres.

FILIPO

Un enviado soy de Dios;

mas responde...

PITONISA

¿Hay mal tan fuerte

como el mío?

FILIPO

...si esas líneas

que leyendo estás entiendes?

BEHOMUD

¿Cómo he de entenderlas, cuando

no hallo ninguna que llegue

a explicarme lo que escribe

aquí Isaías? Pues deste

que habla dice que fue

como cordero obediente,

que la vista del cuchillo

ni aun un balido le debe,

y que aquel justo castigo,

que nuestras culpas merecen

vino él, quedando el culpado

libre y muerto el inocente.

¿Cabe esta contrariedad?

PITONISA

Aquí sus dudas empiecen,

ayudadas de mi hechizo

o ya armonía se alterne,

o ya tentación se esparza

que él solo escucharla puede.

¡Oh, quién pudiera obstinarle

la propensión con que atiende

a la verdad!

BEHOMUD

Considera

que las dudas que pusiere

no son para que me obstine,

sino para que me quiete.

FILIPO

Pues antes que en ellas pases,

dime: ¿qué pudo moverte

a que en la cándida turba,

que destrenzadas las redes

en Jerusalén, llenó

sus montes de ampos vivientes,

dedicado al sacrificio

un manso cordero lleves?

BEHOMUD

Fue que viendo el sol sin causa

natural obscurecerse,

ensangrentarse la luna,

turbarse el cielo, sus ejes

desunirse, abrir sus senos

las montañas eminentes,

contra el freno de la arena

ser el mar inobediente,

turbarse los elementos

y todo lo que contienen,

huirse al agua las aves,

buscar el viento los peces,

aunque no le había olvidado,

hizo que más se le acuerde

a Candaces el antiguo

rito, que heredado tiene

de Sabá, el enviar la Pascua

el cordero; y como en este

reino primero ministro

me hallo suyo, que le lleve

me mandó.

FILIPO

Pues asentado

que ese cordero que ofreces

imagen propia es de esotro

que en el capítulo tienes

de Isaías, y que entrambos

son de otro más obediente

sombras claras, paso ahora

a que ese desorden, ese

descuadernado peligro,

cuyos embates crüeles

pusieron el orbe en duda

de si se cae o si se tiene,

fue porque ese triste día

(si es que así las sombras dejen

le llame), por destruir,

con su muerte nuestra muerte

murió en una cruz clavado

Cristo, Hombre y Dios de las gentes,

que es el cordero por quien

las profecías se entienden.

PITONISA

(Canta.)

Si es Dios ¿cómo es hombre?

(Al oído de BEHOMUD.)

Si es Dios, ¿cómo muere?

BEHOMUD

(Repite.)

«Si es Dios ¿cómo es hombre?

Si es Dios, ¿cómo muere?»

[Representa.]

Repara que es grande duda

para que con ella empieces.

Quieres aclarar mis sombras,

y lo primero que ofreces

es un Hombre Dios; pues ¿cómo

tan distintas, diferentes

naturalezas, divina

y humana, juntarse pueden?

Y asentemos el prodigio

de que sea así: cuando llegue

a morir, será forzoso,

pues no podrá de otra suerte...

PITONISA

(Canta.)

Para morir hombre,

[Al oído de BEHOMUD.]

que sin ser Dios quede.

BEHOMUD

(Repite.)

«Para morir hombre,

que sin ser Dios quede».

FILIPO

Juntarse en una las dos

naturalezas fue ardiente

amor de Dios, que dispuso

unión con que se remedien

infinitas culpas, que

solo redimirse pueden

con infinitas piedades;

a cuya causa desciende

el Verbo del Padre, y que

se haga hombre el hijo y se quede

Dios encarnado en las puras

entrañas de quien merece,

siendo virgen, el ser madre

de Dios y hombre juntamente...

PITONISA

(Canta.)

Pues pureza y parto,

¿quién juntarlas puede?

BEHOMUD

(Repite.)

«Pues pureza y parto,

¿quién juntarlas puede?»

FILIPO

El sumo poder de Dios

la concedió a esta excelente

Virgen el don especioso

de que intacta se conserve,

antes, en él y después

del parto, y no interviniese

más obra que la del Santo

Espíritu, que desciende.

BEHOMUD

¿Luego aquí ya me das tres

a quien adorar se debe,

pues cada acto de por sí

digna adoración merece?

FILIPO

Son tres personas, mas solo

un Dios.

BEHOMUD

Aguarda, detente.

PITONISA

(Canta.)

¿Tres en uno unirse

y tres uno hacerse?

BEHOMUD

(Repite.)

«¿Tres en uno unirse

y tres uno hacerse?»

FILIPO

Sí, porque la esencia es una

y tres las personas, y este

verbo, que tomó la carne

mortal, voluntario ofrece

a una cruz su vida.

(Apártanse los dos a hablar.)

PITONISA

¡Ay triste!

Pues ora sea que al verme

con tanto asombro me asuste,

o que culpada recele

que de mi hechicero encanto

el duro castigo llegue,

sin que pueda resistir

huyo como delincuente.

(Vase.)

BEHOMUD

Convencido a tus palabras

estoy, porque ya parece

que de mí se aparta una

sombra, que sin que la diese

yo cuerpo para mis dudas,

las hacía que creciesen;

pero un sentimiento solo

me queda.

FILIPO

¿Cuál es?

BEHOMUD

Que deje

Candaces de lograr dicha

tan grande, como que llegue

a su noticia esta ley

de gracia, que pues a verme

llego su primer ministro,

el que tan gran cargo ejerce

ha de desear que las dichas

suyas en dichas se truequen

de su príncipe.

FILIPO

Ese noble

cuidado, Behomud, que tienes,

deja, pues al tiempo mismo

que Dios me envió a que asistiese

a tu enseñanza, envió

a Candaces, en solemne

plaustro, a la fe, que en triunfante

aclamación extendiese

sus esplendores, y a que

en un grande acto...: mas deje

esto hasta después; y ahora

solo a ti, Behomud, atiende.

BEHOMUD

Pues si creer cuanto dices

y cuanto callas, resuelve

mi vocación, conociendo

que quien tal maestro tiene

será igual en su doctrina

lo que calle a lo que enseñe,

¿a qué aguardas, que en el suave

rebaño no haces que entre?

Ya cristiano soy.

FILIPO

Espera,

pues falta, aunque lo desees,

lo principal.

BEHOMUD

¿Y qué es?

FILIPO

Que de nuevo nazcas.

BEHOMUD

¿Quieres

que otra vez vuelva a mis dudas?

El que nació, ¿cómo puede

volver a nacer?

FILIPO

Notando

que no es posible que entre

ninguno a la ley de gracia,

sin que a pasar antes llegue

por la puerta del bautismo,

que es por quien el texto entiende

volver a nacer primero.

BEHOMUD

¿Y qué es bautismo?

FILIPO

Una breve

ablución, que aunque exterior

llega al cuerpo, la mantiene

el alma como carácter

sacrosanto e indeleble

que la imprime; ceremonia

tan precisa que la ejerce

el mismo Cristo, ilustrando

las cristalinas corrientes

del Jordán, adonde Juan

el grande renombre adquiere

de Bautista, y donde el Padre,

viendo que su Hijo ofrece

la humanidad al bautismo,

se escuchó que dijo: «Este

mi Hijo querido es, en quien

me complazco».

BEHOMUD

Y di: ¿tú puedes

bautizarme?

FILIPO

Sí, que soy

ministro de Dios.

BEHOMUD

No dejes

pasar un instante; allí

se mira una hermosa fuente

que por rosas y jazmines

derramando su corriente

(del deseo, que me incita,

y del gozo que me mueve,

debió de aprender sin duda

lo presuroso y lo alegre);

pidámosle a sus cristales

que uno el más puro nos preste,

para que yo...

FILIPO

Falta antes

catequizarte y ponerte

en los misterios y avisos

que creer y guardar debes;

pero ven, que en sus floridas

márgenes, antes que llegues

a la feliz agua, haré,

Behomud, que industriado quedes.

BEHOMUD

Aves, montes, cielos, mares,

ríos, brutos, hombres, peces,

mirad si puede haber dicha

que a esta iguale.

(Vanse los dos, y al mismo tiempo salen el DEMONIO, y PITONISA, cada uno por su puerta.)

DEMONIO y PITONISA

Ni si puede

desdicha haber que a la mía

(¡ay de mí infelice!) llegue.

PITONISA

¿Lucero?

DEMONIO

¿Pitonisa?

LOS DOS

¿Tú aquí? Pues ¿cómo?

DEMONIO

Ya tu voz me avisa,

y tus trémulos pasos,

de asombro llenos y de brío escasos,

me dicen el que igual en desventura,

como tu canto fue, fue tu hermosura.

PITONISA

Me dicen que has tocado

el último renglón de desdichado;

mas ¿cómo te ausentaste

de esa Jerusalén, donde quedaste,

a ver si lobo fiero

tus rigores probaba aquel cordero

cuya imagen asusta a mi desgracia,

porque en él de la ley se ve de gracia

la venturosa seña?

DEMONIO

Que ha logrado

el haber esparcido y derramado

su feliz claridad (¡muero de pena!),

tanto que de su luz está ya llena

Jerusalén; y viendo que podía,

a fuer del mejor sol del mejor día,

enviar sus claridades,

de Etiopia a estas lúgubres ciudades,

adelantando aquí, ya que cobarde

fui allá, vine a estorbar...

PITONISA

Ya llegas tarde;

pues en Etiopia su esplendor se siente,

y si no, vuelve, y mira aquella fuente

donde Filipo en agua peregrina

la primer ara elige cristalina,

(Mirando adentro.)

dando a Behomud la seña de que se halla

con esa nueva ley.

DEMONIO

¡Qué miro! Calla;

que ese asombro, ese agravio

ahoga el pecho.

PITONISA

¡A mí me anuda el labio!

DEMONIO

Y no solo el volcán, en que me quemo

temo; pero otra ira.

PITONISA

También temo

yo mayor mal.

LOS DOS

¿Pues qué mayor sería?

DEMONIO

Si en mi dolor...

PITONISA

Si en la desdicha mía...

LOS DOS

Hubiese quien juntando los procesos

de nuestras culpas diga.

(Sale el ÁNGEL.)

ÁNGEL

¡Venid presos!

DEMONIO

¡Qué espanto! ¡Qué ansia! ¡Qué susto!

PITONISA

¡Qué temor! ¡Qué mal! ¡Qué miedo!

LOS DOS

¿Quién eres tú, que a nosotros

nos prendes?

ÁNGEL

Quien puede hacerlo;

pues ministro de la fe

soy, de los que en el secreto

alcázar suyo he gozado

los hidalgos nobles fueros

de familiar suyo, en fe

de que las pruebas me hicieron

y que mi pecho ilustró

este blasón blanco y negro,

y siendo su santo oficio

hacer inquisición...; pero

venid, que no es necesario

deciros más.

LOS DOS

Pues el nuestro

¿qué delito es que te obligue

a tal demonstración?

ÁNGEL

Eso

de que se sepa la causa

no es de aquí, pues para ello

tiene la fe tribunales;

ved en el corazón vuestro

si sois culpados, que en él

podéis mejor responderos

que yo; pues solo me toca

llevaros.

LOS DOS

¡Ya no hay aliento

para resistir!

DEMONIO

Pues débil

el valor...

PITONISA

Flaco el esfuerzo...

DEMONIO

Solo sabe...

PITONISA

Acierta solo...

LOS DOS

A mostrar su desaliento.

ÁNGEL

Venid, infelices, donde

otros de mis compañeros

semejantes delincuentes

tienen ya juntos, a efecto

que en mayor teatro vea

el orbe el mayor trofeo

que ha descubierto jamás

de la fe el cándido velo,

por quien ya en anticipada

gloria entonan los acentos.

MÚSICA

(Dentro.)

Venid, mortales, venid,

al triunfo mayor,

al aplauso más nuevo

que gloriosa la fe ha conseguido

corriendo los días,

volando los tiempos.

Venid, venid a mi acento.

DEMONIO

¿Esto más? ¿Hay tal coraje?

PITONISA

¿Esto más?¿Hay tal tormento?

ÁNGEL

Venid, pues, que se apresura

tal gloria, y sea repitiendo.

DEMONIO

Pues aunque diga la voz.

(Aparte.)

PITONISA

Pues aunque repita el eco.

(Aparte.)

DEMONIO

Tal cláusula...

PITONISA

Tan cruel canto...

LOS DOS

No he de decir yo con ellos.

MÚSICA

[Dentro.]

Venid, mortales, venid,

al triunfo mayor,

al aplauso más nuevo

que gloriosa la fe ha conseguido

corriendo los días,

volando los tiempos.

Venid, venid a mi acento.

(Vanse, y sale BEHOMUD, y FILIPO.)

BEHOMUD

Apenas, ministro grande

de Dios, lavado me veo

de tantas culpas, y ya

en el rebaño supremo

de Cristo, cuando esas voces,

con armonioso festejo,

mi dicha aplauden.

(Sale el CUIDADO.)

[CUIDADO]

Señor,

dame albricias, pues habiendo

Candaces sabido que

venías, no permitiendo

su alborozo que llegaras,

aquí te sale al encuentro

con todo el real aparato

de su Corte.

BEHOMUD

Vamos presto

a recibirla.

FILIPO

Aunque más

los pasos apresuremos,

será en vano, pues se escuchan

ya militares acentos,

ya métricas armonías,

que en varios distintos ecos

repiten.

(Las chirimías, y dentro MÚSICA, y VOCES.)

MÚSICA y VOCES

(Dentro.)

¡Viva Candaces,

que en el etiópico imperio

admite la ley de gracia

de quien símbolo el cordero

fue, que el gran Behomud llevó

de Jerusalén al templo!

¡Vivan, vivan entrambos

siglos eternos!

(Salen CANDACES, y acompañamiento.)

BEHOMUD

A tus plantas...

CANDACES

A mis brazos

dirás mejor.

BEHOMUD

Feliz llego,

y tan feliz, que no solo

con la nueva gracia vuelvo

de nueva ley, que pasando

a sacrificio incruento

de cruento sacrificio,

habiendo sido el postrero

de la antigua ley el propio

de quien símbolo el cordero

que llevé a Jerusalén,

fue, en que testigo presento

este venerable anciano...

no solo (a repetir vuelvo)

tan felice soy, que en todo

tan mejorado me ofrezco

a tus pies, sino en saber

como en aquel propio tiempo

que lograba yo la dicha

la lograbas tú y tu reino.

CANDACES

Justamente el feliz nombre

la das de dicha, si advierto,

no sin arrimo de grande

autorizado proverbio,

el que es la fe la mayor

felicidad de los reinos.

BEHOMUD

Pues sabrás...

CANDACES

Nada me digas,

pues en las sombras de un sueño

lo que a ti en Jerusalén

te sucedió me dijeron.

Bien instruida, Behomud,

tan firme en la fe me veo,

y ella en mí tan bien hallada,

que en señal de dos afectos

tan recíprocos, que haya

hoy en mi corte he dispuesto

un acto general, donde

yo de mi parte, poniendo

la protección, la justicia

y piedad ella, estoy viendo

(a pesar de las tupidas

sombras que cubren el tiempo)

la propia imagen de otro,

que en un católico reino

un católico monarca,

segunda luz de los cielos,

ha de celebrar en una

ocasión dicen...

(Pasa el ÁNGEL cantando, por el tablado.)

ÁNGEL

(Canta.)

Silencio, silencio;

oíd el pregón; silencio, silencio.

Sepan todos cuantos viven

debajo del grande imperio

a quien saludan del sol

los orientales gorjeos,

cómo la fe de la nueva

ley de gracia ha dispuesto

celebrar público auto

en la corte de su reino

para que en general juicio

parezcan todos los reos;

y mándalo pregonar

para más notorio hacerlo;

silencio, silencio.

(Vase.)

CANDACES

Felice el reino que goza

tan heroico privilegio

como el de mirar que usando

de los primitivos fueros,

que alegóricos asumptos,

y místicos argumentos

tienen de hacer que apresure

sus brevedades el tiempo,

pasando aquel que hubo entre

ser efectuado y propuesto;

y pues la fe -en triunfal carro

(Mirando hacia dentro.)

se ve, sembrando luceros-,

viene, y se oye que en festivo

aplauso dicen los ecos.

ELLA y MÚSICA

Venid, mortales, venid,

al triunfo mayor,

al aplauso más nuevo

que gloriosa la fe ha conseguido

corriendo los días,

volando los tiempos.

Venid, venid a mi acento.

BEHOMUD

Salgamos a recibirla.

(Dale el estandarte y vanse acercando a la puerta por donde todos vienen.)

FILIPO

Toma tú antes el supremo

estandarte de la fe,

que ha de ir delante del leño

sacrosanto de la cruz

de la esperanza.

BEHOMUD

Agradezco

por el más supremo honor

este de cuantos poseo.

CANDACES

Pues llega ya, con sus voces

repitan nuestros acentos.

ELLA y MÚSICA

Venid, mortales, venid,

al triunfo mayor,

al aplauso más nuevo

que gloriosa la fe ha conseguido

corriendo los días,

volando los tiempos.

Venid, venid a mi acento.

(Con esta repetición, al son de chirimías, salen el ÁNGEL delante con la vara, con la cruz de la Santa Inquisición, y en un carro que vienen tirando el Gentilismo, el Hebraísmo, el DEMONIO y la PITONISA, la FE, que trae una cruz cubierta con un velo negro, y en descubriéndola a su tiempo, se verá por remate un cáliz y una hostia, y entre todos el DESCUIDO.)

CANDACES

Salve, bello resplandor.

BEHOMUD

Salve, ilustrado reflejo.

FILIPO

Salve, puerta de la gloria.

LOS TRES

Y celebren tus misterios

la tierra con flores,

con luces el cielo.

MÚSICA

La tierra con flores,

con luces el cielo.

CANDACES

Salve, centro de la ley.

BEHOMUD

Salve, universal remedio.

FILIPO

Salve, origen de la luz.

LOS TRES

Y celebren tus misterios

la luna con giros,

el sol con luceros.

MÚSICA

La luna con giros

el sol con luceros.

DEMONIO

¡Que esto mi soberbia sufra!

PITONISA

¡Que mi rabia sufra esto!

HEBREO

¡Que en tal deshonor me vea!

GENTIL

Yo lo erré; ya lo confieso.

DESCUIDO

¿Creerán que hasta de la causa

por que aquí estoy no me acuerdo?

FE

Nada dilate este triunfo

en que mis contrarios venzo.

BEHOMUD

Toma tu sitial, señora.

CANDACES

Que es este el más propio creo,

a vista de deidad donde

es sacrificio el respeto.

DEMONIO

¡De ira rabio!

PITONISA

¡De ansia gimo!

HEBREO

En mi dictamen primero

constante moriré.

GENTIL

Solo

haber delinquido siento.

CANDACES

¿A qué aguardáis?

FILIPO

A que hagas

el preciso juramento

en el libro de la ley

y en el sagrado madero

de la cruz.

CANDACES

Pues ¿a qué esperas?

FILIPO

(Pónele un misal y una cruz a la Reina para hacer el juramento.)

¿Juráis que en todos los tiempos,

como Católica Reina

defenderéis el derecho

de la Religión Cristiana,

arrojando y persiguiendo

a todos sus enemigos?

CANDACES

Así lo juro, y prometo

por mi fe y palabra real.

FILIPO

Seréis dichosa con eso,

y dilatará el Señor

vuestra progenie al respecto

de las arenas del mar,

de las estrellas del cielo.

(Pónense los delincuentes a un lado todos, y los van relatando como se siguen.)

FE

Empezad.

ÁNGEL

La Pitonisa

es esta, que en hechiceros

encantos, supersticiosos

conjuros, pacto teniendo,

violentaba el albedrío.

PITONISA

Sí lo hice, y no me arrepiento.

FE

Con pública afrenta pague

su delito; echadla al fuego.

FILIPO

Éste el Lucero enemigo

es, que sembró en el terreno

de aquel trigo misterioso

la cizaña, que creciendo

fue hasta que el Padre Divino

de familias, reduciendo

su malicia, en hacecillos,

llegó a entregarlos al fuego;

es el que con piel de lobo

matar intentó el cordero

preparado al sacrificio.

DEMONIO

Sí lo hice; y no me arrepiento.

FE

De su desesperación

le arrojen en el incendio.

ÁNGEL

Éste el Hebraísmo es,

que ingrato, traidor, protervo,

adulterando el sentido

del cómputo de los tiempos

de Daniel, quitó la vida

a su Dios, no conociendo

que el prometido Mesías

era, que a salvar el pueblo

bajó del seno del Padre.

HEBREO

Es verdad, no me arrepiento;

y si mil vidas tuviera,

mil vidas...

FE

Calla, blasfemo;

ponedle dura mordaza,

y por relapso y protervo

muera en la pública llama,

con general perdimiento

de sus bienes y heredades.

FILIPO

El Gentilismo, que ciego

adoró deidades falsas,

desangrando y consumiendo

en sus ídolos las minas

de oro, plata, cobre y hierro,

este delincuente es.

GENTIL

Verdad es; mas me arrepiento,

y lloro mi ceguedad,

para cuya prueba alego

que cuando sin vista fui

con aquel errado fresno,

a herir de aquel inocente

Dios y Hombre el helado cuerpo,

restituido a mi vista

exclamó mi voz, diciendo:

«Hijo de Dios era este»

lo cual afirmo y confieso.

FE

Admitido en la ley nueva

quede, y con el privilegio

de que la viña y esotras

heredades que al hebreo

confiscaron se le apliquen.

DEMONIO y PITONISA

¡Hay tal rabia!

HEBREO

¡Hay tal tormento!

ÁNGEL

Éste es el Descuido humano,

que por errores ligeros

se presenta.

DESCUIDO

Pues de cuantos

me acordare, me arrepiento.

FE

Jure «de levi».

DESCUIDO

Sí haré

pero acuérdelo a su tiempo.

FE

¿Falta alguien?

ÁNGEL y FILIPO

Ninguno falta.

CANDACES, FILIPO y BEHOMUD

Pues a tan grande portento

repitan las consonancias

en agradecidos ecos.

MÚSICA

Venid, mortales, venid,

al triunfo mayor,

al aplauso más nuevo

que gloriosa la fe ha conseguido

corriendo los días,

volando los tiempos.

Venid, venid a mi acento.

FE

Pues ya se ve concluido

acto tan grande y supremo

para que en todo le imite

al que en los futuros tiempos

ha de celebrar la fe

del monarca más excelso,

cumplidas las ceremonias,

a la más precisa atiendo,

corriendo el velo a la cruz.

(Corre el velo a la cruz.)

FILIPO

Cuyo sagrado madero

ara fue donde ofreció

la vida el manso cordero,

habiendo dejado antes

sacramentado su cuerpo

en la noche de la cena

para universal remedio.

FE

Que en esta hostia, este cáliz,

nos da su Sangre y su Cuerpo,

milagro de los milagros,

misterio de los misterios.

FILIPO

Pues que de la fe instruidos

sois, y en el conocimiento,

de que aquel cordero manso

que tú con devoto celo

(A CANDACES.)

a Jerusalén enviabas,

y el que tú hallaste leyendo

(A BEHOMUD.)

al gran profeta Isaías,

de la hostia que estás viendo,

fueron imagen, rendidos

a tan alto sacramento,

digamos.

CANDACES

¡Felice suerte!

BEHOMUD

¡Qué alegría!

GENTIL

¡Qué contento!

PITONISA

¡Qué horror!

DEMONIO

¡Qué muerte!

HEBREO

¡Qué rabia!

FILIPO

Humildes a sus pies puestos.

TODOS y MÚSICA

Venid, mortales, venid

al triunfo mayor,

al aplauso más nuevo

que gloriosa la fe ha conseguido,

corriendo los días,

volando los tiempos,

y celebren sus misterios

la tierra con flores,

con luces el cielo

la luna con giros,

el sol con luceros.

(Tocan chirimías, y cerrándose los carros, se da fin al auto.)

Share on Twitter Share on Facebook