I

¡Ay!, cuando los hijos mueren,

rosas tempranas de abril,

de la madre el tierno llanto

vela su eterno dormir.

Ni van solos a la tumba,

¡ay!, que el eterno sufrir

de la madre, sigue al hijo

a las regiones sin fin.

Mas cuando muere una madre,

único amor que hay aquí;

¡ay!, cuando una madre muere,

debiera un hijo morir.