[I]

¡Silencio, los lebreles

de la jauría maldita!

No despertéis a la implacable fiera

que duerme silenciosa en su guarida.

¿No veis que de sus garras

penden gloria y honor, reposo y dicha?

Prosiguieron aullando los lebreles...

—¡los malos pensamientos homicidas!—

y despertaron la temible fiera...

—¡la pasión que en el alma se adormía!—

Y ¡adiós! en un momento,

¡adiós gloria y honor, reposo y dicha!