[II]

De polvo y fango nacidos,

fango y polvo nos tornamos:

¿por qué, pues, tanto luchamos

si hemos de caer vencidos?

Cuando esto piensa humilde y temerosa,

como tiembla la rosa

del viento al soplo airado,

tiembla y busca el rincón más ignorado

para morir en paz si no dichosa.