TERCER ACTO

Salen [el] GUARDIÁN bají y otro MORO

GUARDIÁN: Por diez escudos no daré mi parte.

Sentaos y no dejéis entrar alguno,

si no pagan dos ásperos muy buenos.

MORO: La Pascua de Natal, como ellos llaman,

venticinco ducados se llegaron.

GUARDIÁN: Los españoles, por su parte, hacen

una brava comedia.

MORO: Son saetanes;

los mismos diablos son; son para todo.

Ya descuelgan cristianos a su misa.

[Salen] Vivanco, don FERNANDO, don LOPE, el SACRISTÁN, el [VIEJO] padre de los niños; trae Don FERNANDO los calzones del SACRISTÁN

D. FERNANDO: Veislos aquí, que no me los he puesto;

antes Costanza les echó un remiendo

en parte do importaba, y de su mano.

SACRISTÁN: De molde vienen para la comedia;

agora me los chanto. ¡Sus, entremos!

GUARDIÁN: ¿Adónde vais, cristiano?

[VIEJO]: Yo, a oír misa.

MORO: Pues paga.

[VIEJO]: ¿Cómo, paga? ¿Aquí se paga?

GUARDIÁN: ¡Bien parece que es nuevo el padre viejo!

MORO: Dos ásperos, o apártate, camina.

[VIEJO]: No los tengo, por Dios.

MORO: Pues ve y ahórcate.

D. LOPE: Yo pagaré por él.

MORO: Eso en buen hora.

SACRISTÁN: Fende, déjeme entrar, y este pañuelo,

que no ha media hora que hurté a un judío,

tome por prenda, o déme lo que vale,

que lo daré no más de por el costo,

o muy poquito más.

GUARDIÁN: Con otros cuatro

quedas muy bien pagado.

SACRISTÁN: Vengan, y entro.

[MORO:] ¡Ea!, acudid a entrar, que se hace tarde.

Con los del rey, yo apostaré que pasen

de dos mil los que están en el banasto.

Entremos a mirar desde la puerta

cómo dicen su misa, que imagino

que tienen grande música y concierto.

GUARDIÁN: Poneos tras el postigo, y veréis todo

cuanto hacen los cristianos en el patio,

porque es cosa de ver.

MORO: Ya los he visto.

Hoy dicen que tornó a vivir su Cristo.

[Vanse]. Salen al teatro todos los cristianos que haya, y OSORIO entre ellos, y el SACRISTÁN, puestos los calzones que le dio Don FERNANDO

OSORIO: Misterio es éste no visto.

Veinte religiosos son

los que hoy la Resurreción

han celebrado de Cristo

con música concertada,

la que llaman contrapunto.

Argel es, según barrunto,

arca de Noé abreviada:

aquí están de todas suertes,

oficios y habilidades,

disfrazadas calidades.

VIVANCO: Y aun otra cosa, si adviertes,

que es de más admiración,

y es que estos perros sin fe

nos dejen, como se ve,

guardar nuestra religión.

Que digamos nuestra misa

nos dejan, aunque en secreto.

OSORIO: Más de una vez, con aprieto

se ha celebrado y con prisa;

que una vez, desde el altar,

al sacerdote sacaron

revestido, y le llevaron

por las calles del lugar

arrastrando; y la crueldad

fue tal que con él se usó,

que en el camino acabó

la vida y la libertad.

Mas dejémonos de aquesto,

y a nuestra holgura atendamos,

pues que nos dan nuestros amos

hoy lugar para hacer esto.

De nuestras Pascuas tenemos

los primeros días por nuestros.

D. LOPE: ¿Y qué? ¿Hay músicos?

OSORIO: Y diestros;

los del Cadí llamaremos.

VIVANCO: Aquí están.

OSORIO: Y aquél que ayuda

al coloquio ya está aquí.

D. FERNANDO: ¡Bien cantan los del Cadí!

OSORIO: Antes que más gente acuda,

el coloquio se comience,

que es del gran Lope de Rueda,

impreso por Timoneda,

que en vejez al tiempo vence.

No pude hallar otra cosa

que poder representar

más breve, y sé que ha de dar

gusto, por ser muy curiosa

su manera de decir

en el pastoril lenguaje.

VIVANCO: ¿Hay pellicos?

OSORIO: De ropaje

humilde; y voime a vestir.

VIVANCO: ¿Quién canta?

OSORIO: Aquí el sacristán,

que tiene donaire en todo.

VIVANCO: ¿Hay loa?

OSORIO: ¡De ningún modo!

[Vanse] OSORIO y el SACRISTÁN

VIVANCO: ¡Oh, qué mendigos están!

En fin: comedia cautiva,

pobre, hambrienta y desdichada,

desnuda y atarantada.

D. LOPE: La voluntad se reciba.

[Sale] CAURALÍ

CAURALÍ: Sentaos, no os alborotéis,

que vengo a ver vuestra fiesta.

D. FERNANDO: Quisiera que fuera ésta,

fe[n]de, cual la merecéis.

D. LOPE: Aquí os podéis asentar,

que yo me quedaré en pie.

CAURALÍ: No, no, amigo, siéntate,

que salen a comenzar.

D. LOPE: Ya salen; sosiego y chite,

que cantan.

VIVANCO: Mejor sería

que llorasen.

D. FERNANDO: Este día

lágrimas no las permite.

Canten lo que quisieren

VIVANCO: La música ha sido hereje;

si el coloquio así sucede,

antes que la rueda ruede,

se rompa el timón y el eje.

En acabando la música, dice el SACRISTÁN (Todo cuanto dice agora el SACRISTÁN, lo diga mirando al soslayo a CAURALÍ)

SACRISTÁN: ¿Qué es esto? ¿Qué tierra es ésta?

¿Qué siento? ¿Qué es lo que veo?

De réquiem es esta fiesta

para mí, pues un deseo

más que mortal me molesta.

¿Dónde se encendió este fuego,

que tiene, entre burla y juego,

el alma ceniza hecha?

De Mahoma es esta flecha,

de cuya fuerza reniego.

Como cuando el sol asoma

por una montaña baja,

y de súbito nos toma

y con su vista nos doma

nuestra vista y la relaja;

como la piedra balaja,

que no consiente carcoma,

tal es el tu rostro, Aja,

dura lanza de Mahoma,

que las mis entrañas raja.

CAURALÍ: ¿Es esto de la comedia,

o es bufón este cristiano?

SACRISTÁN: Si mi dolor no remedia

su bruñida y blanca mano,

todo acabará en tragedia.

¡Oh mora la más hermosa,

más discreta y más graciosa

que la fama nos ofrece,

desde do el alba amanece

hasta donde el sol reposa!,

Dice esto mirando a CAURALÍ

Mahoma en su compañía

te tenga siglos sin cuento.

CAURALÍ: ¿Este perro desvaría,

o entra aquesto en el cuento

de la fiesta deste día?

D. FERNANDO: Calla, Tristán, y ten cuenta,

porque ya se representa

el coloquio.

SACRISTÁN: Sí haré;

pero no sé si podré,

según el diablo me tienta.

Sale GUILLERMO, pastor

GUILLERMO: Si el recontento que trayo,

venido tan de rondón,

no me le abraza el zurrón,

¿cuales nesgas pondré al sayo,

y qué ensanchas al jubón?

SACRISTÁN: ¡Vive Dios, que se me abrasa

el hígado, y sufro y callo!

GUILLERMO: Si es que esto adelante pasa,

muy mejor será dejallo.

SACRISTÁN: ¿Quién encendió aquesta brasa?

D. LOPE: Tristán, amigo, escuchad,

pues sois discreto, y callad,

que ésa es grande impertinencia.

SACRISTÁN: Callaré y tendré paciencia.

[GUILLERMO]: ¿Comienzo?

D. LOPE: Sí, comenzad.

GUILLERMO: Si el recontento que trayo,

venido tan de rondón,

no me lo abraza el zurrón,

¿cuales nesgas pondré al sayo,

o qué ensanchas al jubón?

Y si, al contarlo estremeño,

con un donaire risueño,

ayer me miró Costanza,

¿qué turba habrá ya o mudanza

que no le pase por sueño?

Esparcíos, las mis corderas,

por las dehesas y prados;

mordey sabrosos bocados,

no temáis las venideras

noches de nubros airados;

antes os and[áis] exentas,

brincando de recontentas.

No os aflija el ser mordidas

de las lobas desambridas,

tragantonas, malcontentas;

y, al dar de los vellocinos,

venid simpres, no ronceras,

rumiando por las laderas,

a jornaleros vecinos,

o al corte de sus tijeras;

que el sin medida contento,

cual no abarca el pensamiento,

os librará de lesión,

si al dar del branco vellón

barruntáis el bien que siento.

Mas, ¿quién es este cuitado

que asoma acá entellerido,

cabizbajo, atordecido,

barba y cabello erizado,

desairado y mal erguido?

SACRISTÁN: ¿Quién ha de ser? Yo soy, cierto,

el triste y desventurado,

vivo en un instante y muerto,

de Mahoma enamorado.

................... [-erto].

CAURALÍ: ¡Echadle fuera a este loco!

SACRISTÁN: ¡Tu divina boca invoco,

Ajá, de mil azahares,

boca de quitapesares

a quien desde lejos toco!

CAURALÍ: ¡Dejádmele!

D. FERNANDO: No, señor,

que cuanto dice es donaire,

y es bufón el pecador.

SACRISTÁN: ¡Dios de los vientos! ¿No hay aire

para templar tanto ardor?

GUILLERMO: ¡Ya es mucha descortesía

y mucha bufonería!

¡Échenle ya, y déjenos!

SACRISTÁN: Yo me voy. ¡Quédate a Dios,

argelina gloria mía!

GUILLERMO: ¿Dónde quedé?

VIVANCO: No sé yo.

D. LOPE: Mas, ¿quién es este cuitado...?,

fue el verso donde paró.

D. FERNANDO: Los calzones han obrado.

GUILLERMO: ¿Vuelvo a comenzar?

D. FERNANDO: No, no;

no nos turben a deshora.

Prosigue el coloquio ahora.

Un MORO dice desde arriba

MORO: ¡Cristianos, estad alerta;

cerrad del baño la puerta!

GUILLERMO: ¡Vengas, perrazo, en mal hora!

MORO: ¡Abrid aquese cristiano,

que va herido, y cerrad presto!

CAURALÍ: ¡Válame Alá! ¿Qué es aquesto?

MORO: ¡Oh santo Alá soberano!

Dos han muerto, y del rey son.

¡Oh crueldad jamás oída!

A todos quitan la vida

sin ninguna distinción.

[Sale] un CRISTIANO herido, y otro [CRISTIANO] sin herir

D. FERNANDO: Pasad, hermano, adelante.

¿Quién os ha herido?

CRISTIANO [1]: Un archí.

D. FERNANDO: ¿La causa?

CRISTIANO [1]: Ninguna di.

VIVANCO: ¿Es la herida penetrante?

CRISTIANO [1]: No sé; con manera fue,

y será mortal, sin duda.

CRISTIANO [2]: Otra traigo yo más cruda,

y en parte do no se ve.

CAURALÍ: ¿No dirás qué es esto, Alí?

MORO: Grande armada han descubierto

por la mar.

D. FERNANDO: ¿Y aqueso es cierto?

¿Vaste, fende Cauralí?

Vase CAURALÍ

MORO: Y los jenízaros matan

si encuentran algún cautivo,

o con furor duro esquivo

malamente le maltratan;

y aquestas voces que oís

las dan judíos, de miedo.

GUILLERMO: ¡Todo el mundo se esté quedo!

Yo creo, Alí, que mentís,

pues no ha mucho que en España

no había ninguna nueva

de armada.

MORO: Pues esta prueba

os desmiente y desengaña;

que a fe que dicen que asoman

más de trecientas galeras,

con flámulas y banderas,

y que el rumbo de Argel toman.

GUILLERMO: Quizá por encant[a]mento

aquesta armada se ha hecho.

[Sale] el GUARDIÁN Bají

GUARDIÁN: ¡El corazón en el pecho

no cabe, y de ira reviento!

OSORIO: Pues, ¿qué hay, fendi?

GUARDIÁN: Yo me alisto

a contar la crueldad,

igual de la necedad

mayor que jamás se ha visto.

Salió el sol esta mañana,

y sus rayos imprimieron

en las nubes tales formas,

que, aunque han mentido, las creo.

Una armada figuraron

que venía a vela y remo

por el sesgo mar apriesa,

a tomar en Argel puerto.

Tan claramente descubren

los ojos que la están viendo,

de las fingidas galeras

las proas, popas y remos,

que hay quien afirme y quien jure

que del cómitre y remero

vio el mandar y obedecer

hacerse todo en un tiempo.

Tal hay que dice haber visto

a vuestro profeta muerto

en la gavia de una nave,

en una bandera puesto.

Muestra tan al vivo el humo

su vano y escuro cuerpo,

y tan de cerca perciben

los oídos fuego y truenos,

que, por temor de las balas,

más de cuatro se pusieron

a abrazar la madre tierra:

tal fue el miedo que tuvieron.

Por estas formas que el sol

ha con sus rayos impreso

en las nubes, ha en nosotros

otras mil formado el miedo.

Pensamos que ese don Juan,

cuyo valor fue el primero

que a la otomana braveza

tuvo a raya y puso freno,

venía a dar fin honroso

al desdichado comienzo

que su valeroso padre

comenzó en hado siniestro.

Los jenízaros archíes,

que están siempre zaques hechos,

dieron en matar cautivos,

por tener contrarios menos;

y si acaso el sol tardara

de borrar sus embelecos,

no estábades bien seguros

cuantos estáis aquí dentro.

Veinte y más son los heridos,

y más de treinta los muertos.

Ya el sol deshizo la armada;

volved a hacer vuestros juegos.

OSORIO: ¡Mal podremos proseguir

tan sangrientos pasatiempos!

CRISTIANO [2]: Pues escuchad otra historia

más sangrienta y de más peso.

El Cadí, como sabéis,

tiene en su poder a un niño

de tiernos y pocos años,

el cual se llama Francisco.

Ha puesto toda su industria,

su autoridad y jüicio,

mil promesas y amenazas,

mil contrapuestos partidos,

para que de bueno a bueno

esta prenda del bautismo

se deje circuncidar

por su gusto y su albedrío.

Su industria ha salido vana;

su jüicio no ha podido

imprimir humanas trazas

en este pecho divino.

Por esto, según se entiende,

como afrentado y corrido,

su luciferina rabia

hoy ha esfogado en Francisco.

Atado está a una coluna,

hecho retrato de Cristo,

de la cabeza a los pies

en su misma sangre tinto.

Témome que habrá espirado,

porque tan crüel martirio

mayores años y fuerzas

no le hubieran resistido.

[VIEJO]: ¡Dulce mitad de mi alma,

ay de mis entrañas hijo,

detened la vida en tanto

que os va a ver este afligido!

¡En la calle de Amargura,

perezosos pies, sed listos;

veré en su ser a Pilatos

y en figura veré a Cristo!

Vase el [VIEJO] padre

[CRISTIANO] 2: ¿Éste es su padre, señores?

D. [FERNANDO]: Su padre es este mezquino,

hidalgo y muy buen cristiano,

y somos de un pueblo mismo.

Acábense nuestras fiestas,

cesen nuestros regocijos,

que siempre en tragedia acaban

las comedias de cautivos.

[Vanse] todos. Salen ZAHARA, HALIMA y COSTANZA

HALIMA: Tu padre me rogó, amiga,

que viniese en un momento

a componerte.

ZAHARA: ¡Su intento

todo el cielo le maldiga!

HALIMA: ¿Pues cásaste con un rey

y muéstraste desabrida?

Y más, que es cosa sabida

que es gentilhombre Muley.

Sin duda que estás prendada

en otra parte.

ZAHARA: No hay prenda

que me halague ni me ofenda,

porque de amor no sé nada.

HALIMA: Pues esta noche sabrás,

en la escuela de tu esposo,

que es amor dulce y sabroso.

ZAHARA: ¡Amargas nuevas me das!

HALIMA: ¡Qué melindrosa señora!

ZAHARA: No es melindre, sino enfado:

que había determinado

no casarme por ahora,

hasta que el cielo me diese

con otro compás mi suerte.

HALIMA: Calla, que reina has de verte.

ZAHARA: No aspiro a tanto interese.

Con otro estado menor,

con mayor gusto estaría.

HALIMA: Yo juro por vida mía,

Zara, que tenéis amor.

Ahora bien, mostrad las perlas

que tenéis, que quiero ver

cuántos lazos podré hacer.

ZAHARA: Allí dentro podrás verlas.

Éntrate, y déjame un poco,

que quiero hablar con Costanza.

HALIMA: ¡Vos gustaréis de la danza

antes de mucho y no poco!

[Vase] HALIMA

COSTANZA: Dime, señora, qué es esto.

¿Tanto te enfada el casarte,

y con un rey?

ZAHARA: No hay contarte

tantas cosas y tan presto.

COSTANZA: ¿De dónde el enfado mana

que muestras tan importuno?

ZAHARA: Pasito, no escuche alguno.

¡Soy cristiana, soy cristiana!

COSTANZA: ¡Válame Santa María!

ZAHARA: Esa Señora es aquella

que ha de ser mi luz y estrella

en el mar de mi agonía.

COSTANZA: ¿Quién te enseñó nuestra ley?

ZAHARA: No hay lugar en que lo diga.

Cristiana soy; mira, amiga,

qué me sirve el moro rey.

Di: ¿conoces, por ventura,

a un cautivo rescatado

que es caballero y soldado?

COSTANZA: ¿Cómo ha nombre?

ZAHARA: Mal segura

estoy aquí, y con temor

de algún desgraciado encuentro.

COSTANZA: Pues entrémonos adentro.

ZAHARA: Sin duda, será mejor.

[Vanse]. Salen el rey [HAZÁN], el CADÍ, [y] el GUARDIÁN Bají

CADÍ: ¡Extraño caso ha sido!

[HAZÁN]: Y tan extraño

que no sé si jamas le ha visto el mundo.

CADÍ: Ya se han visto en el aire muchas veces

formados escuadrones espantables

de fantásticas sombras, y encontrarse

con todo el artificio y maestría

que en la mitad de una campaña rasa

se suelen embestir los verdaderos;

las nubes han llovido sangre y malla,

y pedazos de alfanjes y de escudos.

[HAZÁN]: Esos llaman prodigios los cristianos,

que suelen parecer algunas veces;

pero que acaso, y sin misterio alguno,

del sol los rayos, que en las nubes topan,

hayan formado así tan grande armada,

nunca lo oí jamás.

GUARDIÁN: Yo así lo digo;

pues a fe que te cuesta la burleta

más de treinta cristianos.

[HAZÁN]: No hace al caso;

mas que pasaran a cuchillo todos.

CADÍ: Quitóme el sobresalto de las manos

el corbacho y la furia.

[HAZÁN]: ¿Qué hacías?

CADÍ: Azotaba a un cristiano...

[HAZÁN]: ¿Por qué causa?

CADÍ: Es de pequeña edad, y no es posible

que regalos, promesas ni amenazas

le puedan volver moro.

[HAZÁN]: ¿Es, por ventura,

el muchacho español del otro día?

CADÍ: Aquese mismo es.

[HAZÁN]: Pues no te canses,

que es español, y no podrán tus mañas,

tus iras, tus castigos, tus promesas,

a hacerle torcer de su propósito.

¡Qué mal conoces la canalla terca,

porfiada, feroz, fiera, arrogante,

pertinaz, indomable y atrevida!

Antes que moro, le verás sin vida.

[Sale] un MORO asido de un [CRISTIANO] cautivo

¿Que ha hecho este cristiano?

MORO: En este punto,

en una extraña y nunca vista barca,

casi una legua al mar, en este punto

le acabé de coger.

[HAZÁN]: Pues, ¿de qué modo

era la barca extraña?

MORO: Era una balsa

hecha de canalejas, sustentada

sobre grandes y muchas calabazas,

y él, puesto en medio en pie, de árbol servía,

y sus brazos, de entena, en cuyas manos

servía de vela una camisa rota.

[HAZÁN]: ¿Cuándo entraste en la barca?

CRISTIANO: A media noche.

[HAZÁN]: Pues, ¿cómo en tanto tiempo no pudiste

alejarte de tierra más espacio?

CRISTIANO: Sultán, no me servía de otra cosa

sino de no anegarme, y sólo iba

confïado en el cielo y en el viento

que, próspero y furioso arrebatado,

la mal formada barca la aportase

en cualquiera ribera de cristianos;

que ningún remo o vela fuera parte

a hacerla tomar curso ligero.

[HAZÁN]: ¡En fin, español eres!

CRISTIANO: No lo niego.

[HAZÁN]: Pues desto que no niegas yo reniego.

[Sale] el SACRISTÁN con un niño en las mantillas, fingido, y tras él el JUDÍO de la cazuela

¿Es aquésta otra barca?

JUDÍO: Este cristiano

me acaba de robar a este mi hijo.

CADÍ: ¿Para qué quiere el niño?

SACRISTÁN: ¿No está bueno?

Para que le rescaten, si no quieren

que le críe y enseñe el Padrenuestro.

¿Qué decís vos, Raquel o Sedequías,

Fares, Sadoc, o Zabulón o diablo?

JUDÍO: Este español, señor, es la rüina

de nuestra judería; no hay en ella

cosa alguna segura de sus uñas.

[HAZÁN]: Di: ¿no eres español?

SACRISTÁN: ¿Ya no lo sabes?

[HAZÁN]: ¿Quién es tu amo?

SACRISTÁN: El dabají Morato.

[HAZÁN]: Tocadle, por mi vida.

CADÍ: Por la mía,

que tienes gran razón en lo que has dicho

de la canalla bárbara española.

[Sale] otro MORO con otro CRISTIANO, muy roto y llagadas las piernas

[HAZÁN]: ¿Quién es éste?

MORO: Español que se ha hüido

tantas veces por tierra, que con ésta

son veinte y una vez las de su fuga.

[HAZÁN]: Si diésemos audiencia cuatro días,

serían de españoles todos cuantos

se entrasen a quejar.

CADÍ: ¡Extraño caso!

[HAZÁN]: Pápaz, vuélvele el niño a este judío,

y no le hagan mal a este cristiano,

que, pues a tal peligro entregó el cuerpo,

en grande cuita debe estar su alma.

Y tú, ¿eres español?

CRISTIANO: Y de Valencia.

[HAZÁN]: Vuélvete, pues, a hüir, que si te vuelven,

yo te pondré en un palo.

SACRISTÁN: Señor, haga

que este puto judío dé siquiera

el jornal que he perdido por andarme

tras él para robarle este hideputa.

CADÍ: Bien dice; desembolse cuarenta ásperos

y délos al pápaz, que los merece.

SACRISTÁN: ¿Oye, amigo judío?

JUDÍO: Muy bien oigo;

mas no los tengo aquí.

SACRISTÁN: Vamos a casa.

CADÍ: Con españoles, esto y más se pasa.

[Vanse] todos, [quedando] el [VIEJO] padre solo

[VIEJO]: ¿Si osaré entrar allá dentro?

¡Oh temor impertinente!

¡Vamos; que no teme encuentro

piedra que naturalmente

va presurosa a su centro!

Córrese una cortina; descúbrese FRANCISQUITO, atado a una coluna en la forma que pueda mover a más piedad

FRANCISQUITO: ¿No me quieran desatar,

para que pueda, siquiera,

como es costumbre expirar?

[VIEJO]: No, que de aquesa manera

más a Cristo has de imitar.

Si vas caminando al cielo,

no has de sentarte en el suelo;

más ligero vas ansí.

FRANCISQUITO: ¡Oh padre, lléguese a mí,

que el velle me da consuelo!

¡Ya la muerte helada y fría

a dejaros me provoca

con su mortal agonía!

[VIEJO]: ¡Echa tu alma en mi boca,

para que ensarte la mía!

¡Ay, que expira!

FRANCISQUITO: ¡Adiós, que expiro!

[VIEJO]: ¡Dios, a quien tu intento aspira,

nos junte adonde yo aspiro!

¡Qué poco a poco respira,

ya dio el último suspiro!

¡Vete en paz, alma hermosa,

y al que te hizo dichosa,

pues ya le ves, pídele

que nos sustente en su fe

pura, santa, alegre, honrosa!

¡Quién supiese el muladar

adonde te han de enterrar,

reliquia pequeña y santa,

para que pueda mi planta

con mis lágrimas regar!

[Vase]. Aquí ha de salir la boda desta manera: HALIMA con un velo delante del rostro, en lugar de ZAHARA. Llévanla en unas andas en hombros, con música y hachas encendidas, guitarras y voces y grande regocijo, cantando los cantares que yo daré. Salen detrás de todos VIVANCO y don LOPE, y entre los moros de la música va OSORIO, el cautivo. Como acaban de pasar, pregunta don LOPE a OSORIO

D. LOPE: ¿Quién es esta novia!

OSORIO: Zara,

la hija de Agimorato.

D. LOPE: ¡No es posible!

OSORIO: ¡Cosa es clara!

VIVANCO: Su rostro y el aparato

de la boda lo declara.

OSORIO: Por Dios, señores, que es ella,

y que es la mora más bella

y rica de Berbería!

D. LOPE: Por el velo que traía

no podimos conocella.

OSORIO: Muley Maluco es su esposo,

el que pretende ser rey

de Fez, moro muy famoso,

y en su secta y mala ley

es versado y muy curioso;

sabe la lengua turquesca,

la española y la tudesca,

italïana y francesa;

duerme en alto, come en mesa,

sentado a la cristianesca;

sobre todo, es gran soldado,

liberal, sabio, compuesto,

de mil gracias adornado.

D. LOPE: ¿Qué dices, amigo, desto?

VIVANCO: Que habemos bien negociado,

pues, siendo una caña vara,

y otro nuevo Moisén Zara

deste Egipto disoluto,

pasamos el mar enjuto

a gozar la patria cara.

OSORIO: Gasta en Pascuas el judío

su hacienda; en bodas, el moro;

el cristiano a su albedrío,

sigue en esto otro decoro,

de todo gusto vacío,

[Sale] ZAHARA a la ventana

porque en pleitos le da cabo.

ZAHARA: ¡Ce, hola, cristiano esclavo!

OSORIO: ¡Adiós, señores, que quiero,

hasta el término postrero

ver esto!

D. LOPE: Tu gusto alabo.

ZAHARA: ¡Cristiano o moro enemigo!

VIVANCO: ¿Quién nos llama?

ZAHARA: Quien merece

que le oyáis.

D. LOPE: ¡Por Dios, amigo,

que esta Zara me parece

en la voz!

VIVANCO: Yo ansí lo digo,

ZAHARA: Decidme qué cosa es ésta

deste regocijo y fiesta.

D. LOPE: Con Zara, la desta casa,

Muley Maluco se casa.

ZAHARA: Desvarïada respuesta.

D. LOPE: Y allí va sobre unas andas

con música y vocería.

Mira si otra cosa mandas.

ZAHARA: Ya veo, Lela María,

cómo en mis remedios andas.

D. LOPE: ¿Eres Zara?

ZAHARA: Zara soy.

Tú, ¿quién eres?

D. LOPE: ¡Loco estoy!

ZAHARA: ¿Qué dices?

D. LOPE: Que soy, señora,

un tu esclavo que te adora.

Soy don Lope.

ZAHARA: A abrirte voy.

Quítase de la ventana y baja a abrir

VIVANCO: De misterio no carece

estar Zara aquí y allí.

D. LOPE: Este bien su fe merece,

y el estar tan sola aquí

la admiración en mí crece;

adonde hay tanto criado,

tal soledad se ha hallado;

todo es milagro y ventura.

VIVANCO: El regocijo y holgura

de la boda lo ha causado.

Quien le hace parecer

en lugares diferentes

muy más que esto puede hacer,

por quitar inconvenientes

al bien que ha de suceder.

Sale ZA[HA]RA

¿Vesla, don Lope, a dó asoma?

Mira si es bien que a Mahoma

este tesoro quitemos.

D. LOPE: ¡Oh extremo de los extremos

de amor que la almas doma!

¡Salud de mi enfermedad,

arrimo de mi caída,

de mi prisión libertad,

de mi muerte alegre vida,

crédito de mi verdad,

archivo donde se encierra

toda la paz de mi guerra,

sol que alumbra mis sentidos,

luz que a míseros perdidos

los encamina a su tierra,

vesme aquí a tus pies postrado,

más tu esclavo y más rendido

que cuando estaba aherrojado;

por ti ganado y perdido,

preso y libre en un estado;

dame tus pies sobrehumanos

y tus alejandras manos,

donde mis labios se pongan!

ZAHARA: No es bien que se descompongan

con moras labios cristianos.

Por mil señales has visto

cómo yo toda soy tuya,

no por ti, sino por Cristo,

y así, en fe de que soy suya,

estas caricias resisto;

para otro tiempo las guarda,

que ahora, que se acobarda

el alma con mil temores,

comedimientos y amores

mal los atiende y aguarda.

¿Cuándo te partes a España,

y cuándo piensas volver

por quien queda y te acompaña?

¿Cuándo fin has de poner

a tan glorïosa hazaña?

¿Cuando volverán tus ojos

a ver los moros despojos

que ser cristianos desean?

¿Cuándo en verte harás que vean

fin mis temores y enojos?

D. LOPE: Mañana me partiré;

dentro de ocho días, creo,

señora, que volveré;

que a la cuenta del deseo,

que han de ser siglos bien sé.

En el jardín estarás

del tu padre, a do verás

mi fe y palabra cumplida,

si me costase la vida

que con tu vista me das.

Y no te asalte el recelo

que te he de faltar en esto,

pues no ha de querer el cielo,

para caso tan honesto,

negar su ayuda en el suelo.

Cristiano y español soy,

y caballero, y te doy

mi fe y palabra de nuevo

de hacer lo que en esto debo.

ZAHARA: Asaz satisfecha estoy;

pero, si me quieres bien,

porque quede más segura,

júrame por Marién.

D. LOPE: ¡Juro por la Virgen pura,

y por su Hijo también,

de no olvidarte jamás

y de hacer lo que verás

en mi gusto y tu provecho!

ZAHARA: ¡Grande juramento has hecho!

Basta; no me jures más.

VIVANCO: ¿Qué es lo que tu padre dice

desto de tu casamiento

con Muley Maluco?

ZAHARA: Hice

esta noche un sentimiento,

con que la boda deshice.

Hoy me mandó aderezar

para haberme de llevar

esta noche a ser esposa;

vino, y hallóme llorosa;

fuese sin quererme hablar,

y por toda la ciudad

se suena que me desposo

esta noche.

VIVANCO: Así es verdad.

D. LOPE: ¡Éste es caso milagroso!

No la apuréis más; callad.

Dame tus manos, señora,

hasta que llegue la hora

que con abrazos las des.

ZAHARA: No, sino dame tus pies,

que eres cristiano y yo mora.

Vete en paz, que yo, entre tanto

que vas y vuelves, haré

plegarias al cielo santo

con las voces de mi fe

y lágrimas de mi llanto,

rogándole que tranquile

el mar, que viento asutile

próspero y largo en tus velas,

que te libre de cautelas,

que en su fe mi ingenio afile.

Y, adiós, que no puedo más,

y mañana iré al jardín,

donde te espero.

VIVANCO: Verás

deste principio buen fin.

ZAHARA: ¿Que me dejas y te vas?

D. LOPE: No puedo hacer otra cosa.

ZAHARA: ¿Llegará la venturosa

hora de volver a verte?

Vase ZA[HA]RA

D. LOPE: Sí llegará, si la muerte

no es, cual suele, rigurosa.

No será el irme cordura,

hasta ver el fin que tiene

aquesta boda en figura.

VIVANCO: El misterio que contiene,

mi buen suceso asegura.

[Vanse]. Descúbrese un tálamo donde ha de estar HALIMA, cubierta el rostro con el velo; danzan la danza de la morisca; haya hachas; esténlo mirando don LOPE y VIVANCO, y, en acabando la danza, entran dos MOROS

MORO 1: La fiesta cese, y a su casa vuelva

la bella Zara, que Muley lo ordena,

con prudencia admirable, desta suerte.

MORO 2: ¿Pues no pasa adelante el casamiento?

MORO 1: Sí pasa; pero quiere que entre tanto

que él va a cobrar su reino de Marruecos,

Zara se quede en casa de su padre,

entera y sin tocar; que deste modo

quedará más segura, y él espera

gozarla con sosiego allá en su reino,

a cuya empresa aún bien no habrá salido

el sol cuando se parta; que esta priesa

le dan dos mil jenízaros que lleva

en su campo, que ya sabes que marcha.

MORO 2: Si esto pensaba hacer, ¿para qué quiso

que el paseo de Zara se hiciese?

¿Qué dirá el pueblo? Pensará, sin duda,

que no quiere casarse ya con ella.

MORO 1: Diga lo que dijere, éste es su gusto,

y no hay sino callar y obedecelle;

y más, que Agimorato gusta dello.

[MORO] 2: ¿Ha de volver con pompa?

[MORO] 1: ¡Ni por pienso!

[MORO] 2: Vamos, pues, a volvella.

VIVANCO: ¡Oh Dios inmenso!

[Vanse] todos y ciérrase la cortina del tálamo; quedan en el teatro don LOPE y VIVANCO

¡ Grandes son tus misterios! Ya seguro

puedes partir, pues ves cuán fácilmente

esta fantasma y sombra se ha deshecho.

D. LOPE: Premisas son de nuestro buen suceso.

Yo me voy a embarcar; tened cuidado

de acudir al lugar donde os he dicho,

y de hacer nuevas señas cada noche

como pasen seis días, en los cuales

pienso poder volver, como deseo;

y procurad con maña y con aviso,

sin descubrir jamás vuestro designio,

que el padre de aquel mártir se recoja

en el jardín con otro algún amigo;

que si toca a Mallorca este navío

en que parto, bien será posible

que dentro de seis días vuelva a veros.

VIVANCO: Partid con Dios, que yo haré de suerte

que más de dos la libertad alcancen.

Las señas no se olviden. Abrazadme,

y ánimo, y diligencia, y Dios os guíe.

D. LOPE: De nadie este secreto se confíe.

[Vanse]. Sale[n] OSORIO y el SACRISTÁN

OSORIO: El cuento es más gracioso

que por jamás se ha oído:

que los judíos mismos

de su misma hacienda os rescatasen.

SACRISTÁN: Así como os lo cuento

ha sucedido el caso:

ellos me han rescatado

y dado libertad graciosamente.

Dicen que desta suerte

aseguran sus niños,

sus trastos y cazuelas,

y, finalmente, su hacienda toda.

Yo he dado mi palabra

de no hurtarles cosa

mientras me fuere a España,

y por Dios que no sé si he de cumplirla.

[Sale] un CRISTIANO

CRISTIANO: La limosna ha llegado

a Bujía, cristianos.

OSORIO: ¡Buenas nuevas son éstas!

¿Quién viene?

CRISTIANO: La Merced.

OSORIO: ¡Dios nos las haga!

¿Y quién la trae a cargo?

CRISTIANO: Dícenme que un prudente

varón, y que se llama

fray Jorge de Olivar.

SACRISTÁN: ¡Venga en buen hora!

OSORIO: Un fray Rodrigo de Arce

ha estado aquí otras veces,

y es desa mesma Orden,

de condición real, de ánimo noble.

SACRISTÁN: Por lo menos, me ahorro

reverencias y ruegos,

gracias a Sedequías

y al rabí Netalim, que dio el dinero.

Si la esperanza es buena,

la posesión no es mala.

Muy bien está lo hecho;

venga cuando quisiere la limosna.

¡Oh campanas de España!,

¿cuándo entre aquestas manos

tendré vuestros badajos?

¿Cuándo haré el tic y toc o el grave empino?

¿Cuándo de los bodigos

que por los pobres muertos

ofrecen ricas viudas

veré mi arcaz colmado? ¿Cuándo, cuándo?

CRISTIANO: ¿Adónde vais agora?

OSORIO: Pidióle Agimorato

al Cadí que nos fuésemos

a su jardín por tres o cuatro días;

que con su hija Zara

y con la bella Halima,

de Cauralí consorte,

piensa pasar allí todo el verano.

CRISTIANO: Podrá ser que algún día

yo vaya a entretenerme

con vosotros un rato.

OSORIO: Serás bien recebido.

CRISTIANO: ¡Adiós, amigos!

Vase

SACRISTÁN: También, pues estoy libre,

iré yo, Osorio, a veros.

OSORIO: Pues lleva la guitarra,

y, si es posible, vente luego.

SACRISTÁN: Harélo.

[Vanse]. Salen HALIMA, ZA[HA]RA, COSTANZA, y al entrar se le cae a ZA[HA]RA un rosario, que lo alza HALIMA

HALIMA: ¿Cómo es esto, Zara amiga?

¿Cruz en tus cuentas?

COSTANZA: M[í]as son.

HALIMA: Si aquésta no es devoción,

no sé qué piense o qué diga.

ZAHARA: ¿Qué cosa es cruz?

HALIMA: Este palo

que sobre estotro atraviesa.

ZAHARA: Pues bien: ¿qué señal es ésa?

HALIMA: ¡No está el disimulo malo!

Es la señal que el cristiano

reverencia como a Alá.

COSTANZA: Señora, déjamela,

que es mía.

HALIMA: Tu intento es vano,

que a Zara se le cayó,

y yo lo vi por mis ojos.

ZAHARA: Eso no te cause enojos,

que Costanza me la dio

cuando estaba el otro día

en tu casa, y yo no sé

lo que es cruz.

COSTANZA: Ello ansí fue,

y fue inadvertencia mía

no quitalle esa señal.

Pero, ¿qué importa al decoro

de vuestro rezado moro?

ZAHARA: Gualá que no dice mal.

HALIMA: Con todo, quítala, hermana;

que si algún moro la ve,

dirá que guardas la fe,

en secreto, de cristiana.

[Salen] VIVANCO y don FERNANDO

VIVANCO: He fïado este secreto

de vos por ser caballero.

D. FERNANDO: Ser agradecido espero

al peso de ser secreto.

Éstas son Halima y Zara,

que yo las conozco bien.

VIVANCO: Nuestro negocio va bien.

HALIMA: Repara, amiga, repara,

que viene allí mi cristiano,

y en él viene un mi enemigo

a quien adoro y maldigo.

ZAHARA: ¿Qué dices?

HALIMA: No está en mi mano

disimular más.

COSTANZA: ¡Ay triste!

¿Si se quiere declarar

con él?

HALIMA: Quiérole hablar.

COSTANZA: En vano a amor se resiste.

ZAHARA: ¿Quiéresle bien?

HALIMA: La vergüenza

me perdone: adórole,

y él lo sabe, y yo no sé

cómo a su dureza venza.

ZAHARA: ¿Y no se humana contigo?

HALIMA: Costanza dice que sí;

pero yo siempre en él vi

asperezas de enemigo.

Llégate; dime, cristiano:

¿sabes que eres mi cautivo?

D. FERNANDO: Señora, sí, y sé que vivo

por ti.

HALIMA: ¿Pues cómo, inhumano?

¿Nunca te han dicho mis ojos

y la lengua de Costanza

que tienes de mi esperanza

en tu poder los despojos?

¿Has aguardado a que haga

de tanta gente en presencia

esta costosa experiencia,

descubriéndote mi llaga?

Mira qué fe desdichada,

que esto que llaman amor

ya es incendio, ya es furor,

cuando no repara en nada;

mira bien que podría ser,

si desprecias lo que digo,

hicieses, hombre, enemigo

de tan amiga mujer.

D. FERNANDO: Tres días pido no más

de plazo, señora mía,

para dar a tu porfía

el dulce fin que verás.

Vete con Dios al jardín

de Zara y allí me espera:

verás de tu pena fiera,

como he dicho, un dulce fin.

HALIMA: ¡Soy contenta!

ZAHARA: Y yo la mano

doy por él que ansí lo hará.

COSTANZA: ¡Muy bien negociado está!

HALIMA: Si has de venir, ve temprano.

ZAHARA: ¿Qué viento es éste que corre,

cristiano?

VIVANCO: Norte parece,

y en él la ventura ofrece

el que nos guía y socorre.

ZAHARA: ¿Fuese ya tu compañero

a España?

VIVANCO: Ya habrá seis días.

ZAHARA: ¿Solo sin él quedarías?

VIVANCO: Sí quedé; mas verle espero

con brevedad.

ZAHARA: ¿Qué tan presto?

VIVANCO: Partiríame mañana,

si hubiese bajel.

HALIMA: Cristiana,

alza el rostro. ¿Qué es aquesto?

Muy melancólica estás.

¿Qué tienes? ¿Qué sientes? Di.

COSTANZA: Vámonos, señora, de aquí,

aunque he de morir do vas,

porque me da el corazón

saltos que me rompe el pecho.

ZAHARA: El madrugar lo habrá hecho.

COSTANZA: Y haber visto una visión

que, si no es cosa fingida,

y en buen discurso trazada,

el fin de aquesta jornada

ha de ser el de mi vida.

D. [FERNANDO]: Todas son fantasmas vanas;

Constanza, no hay qué temer.

COSTANZA: Presto lo echaré de ver.

ZAHARA: ¡Medrosas son las cristianas!

COSTANZA: No mucho, puesto que hay tal

que se espanta de los cielos,

iba a decir de los celos,

y no dijera muy mal.

HALIMA: Queda con Alá, mi Hernando,

y mira que vengas luego;

que te lo mando y lo ruego.

COSTANZA: Basta decir te lo mando.

[Vanse] las tres

VIVANCO: Vamos; quizá la ventura

habrá tan próspera sido,

que don Lope sea venido,

y no hay perder coyuntura.

[Vanse] VIVANCO y don FERNANDO. Sale el padre [VIEJO] con un paño blanco ensangrentado, como que lleva en él los huesos de FRANCISQUITO

[VIEJO]: Osorio haré que los guarde.

Temo que esta escuridad,

o me turbe, o lleve tarde.

¡Oh, cuán propio es de mi edad

ser temeroso y cobarde!

Mas estas reliquias santas

encaminarán mis plantas

al jardín de Agimorato.

Menester es gran recato

donde hay asechanzas tantas.

[Vase]. Sale[n] Don FERNANDO y VIVANCO

VIVANCO: En la mar está, sin duda:

que haber a tierra llegado

muestra este plato quebrado.

A nuestra señal se acuda:

hiere, amigo, el pedernal,

porque saques dé[l] la lumbre

que traiga, guíe y alumbre

todo el bien de nuestro mal.

D. FERNANDO: ¿No ves cómo otras centellas

corresponden a las nuestras?

VIVANCO: Llama a tan alegres muestras,

no centellas, sino estrellas.

Sosiega y escucha el son

manso de los santos remos.

D. FERNANDO: Más a la orilla lleguemos.

No hay que dudar, ellos son.

[Salen] don LOPE y el PATRÓN de la barca

D. LOPE: ¿Es Vivanco?

VIVANCO: El mismo soy.

D. LOPE: ¿Está Zara en el jardín?

VIVANCO: Sí, amigo.

D. LOPE: ¡Felice fin

da el cielo a mis males hoy!

VIVANCO: ¡Abrázame!

D. LOPE: No hay lugar

de cumplimientos agora.

Ve por ella.

VIVANCO: Sea en buen hora.

Poco podrás esperar.

D. [FERNANDO]: ¿Quieres que vaya contigo,

amigo?

VIVANCO: No hay para qué:

que yo solo las traeré

en un instante conmigo;

que todos están a punto,

sin dormir, esto esperando.

D. LOPE: Pues parte, amigo, volando.

PATRÓN: ¿Están lejos?

VIVANCO: Aquí junto.

[Vase] VIVANCO

PATRÓN: ¡Oh, si no tardasen mucho,

que es el viento favorable!

D. LOPE: Sosegaos, ninguno hable,

que cierto rumor escucho.

PATRÓN: A la barca nos volvemos

hasta ver lo que es, señor.

D. LOPE: Quedito, no hagáis rumor,

que aquí seguros est[e]mos.

[Salen] VIVANCO, HALIMA, ZA[HA]RA, COSTANZA, el padre, con un paño blanco, dando muestra que lleva los huesos de FRANCISQUITO; OSORIO, el SACRISTÁN y otros CRISTIANOS que pudieren salir

VIVANCO: Estaban alerta, y vieron

las señales en la mar,

y, sin poderme esperar,

a la marina corrieron.

Ahorráronme el camino.

OSORIO: ¡Ésta es suerte milagrosa!

D. LOPE: ¿Dó está mi estrella hermosa?

HALIMA: ¿Dó está mi norte divino?

PATRÓN: No es tiempo de cumplimientos;

a embarcar, que el viento carga.

¡Oh liviana y santa carga,

haced propicios lo vientos!

SACRISTÁN: Ya yo estaba rescatado;

pero, con todo, me iré.

PATRÓN: ¿Hay más cristianos?

D. FERNANDO: No sé.

VIVANCO: Los que he podido he juntado.

COSTANZA: ¡Vamos, no despierte Halima!

D. FERNANDO: ¿Quieres que por ella vuelva?

PATRÓN: Todo el mundo se resuelva

de embarcarse.

COSTANZA: ¿Te lastima

dejar tu ama?

D. FERNANDO: Y mi amo

quisiera que aquí se hallara.

D. LOPE: Vamos, Zara.

ZAHARA: Ya no Zara,

sino María me llamo.

D. LOPE: No de la imaginación

este trato se sacó,

que la verdad lo fraguó

bien lejos de la ficción.

Dura en Argel este cuento

de amor y dulce memoria,

y es bien que verdad y historia

alegre al entendimiento.

Y aún hoy se hallarán en él

la ventana y el jardín.

Y aquí da este trato fin,

que no le tiene el de Argel.

FIN DEL TERCER ACTO

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