Prologo al cuento de Chaucer

Todos se emocionaron ante el relato milagroso. Daba gusto verlo. Finalmente, el anfitrión comenzó a chancearse y se dirigió a mí y me dijo:

—¿Qué clase de hombre eres? Parece como si intentases cazar una liebre. Siempre llevas la mirada clavada en tierra. Acércate y levanta los ojos con alegría. Hagan sitio, señores; déjenle que ocupe su lugar. Tiene una cintura tan esbelta como la mía. Sería como un muñeco en brazos de una hermosa y pequeña mujer. Hay algo de enigmático en su aspecto: nunca habla jocosamente. Di algo ahora. Otros ya han hablado. Cuéntanos ahora mismo un cuento alegre.

—Anfitrión —dije—, espero que no te molestes. Sólo conozco un cuento muy antiguo, con rima y todo. De los otros no sé ninguno.

—Está bien —dijo—. Por tu cara adivino que vamos a escuchar algo delicado.

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