EN UN ABANICO.

Por más que seas de cariño ofrenda

Y admire tus primores soberanos,

De tu dueño gentil entre las manos

Rica te juzgo pero inútil prenda.

La que ha perdido del pudor la venda,

Necesita de tí, y alardes vanos

Ofrece de candor, miéntras livianos

Sus pensamientos hacen que se encienda.

No así la niña encantadora y pura

A quien mi canto brindo reverente

Y en cuyos ojos la pasion fulgura.

No así tu dueño, no; brilla en su frente

Diadema de virtud y de hermosura,

Como rayo de sol, resplandeciente.

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