Había una casa invadida de ratas. Lo supo un gato y se fue a ella, y poco a poco iba devorando las ratas.
Pero ellas, viendo que rápidamente eran cazadas, decidieron guardarse en sus agujeros.
No pudiendo el gato alcanzarlas, ideó una trampa para que salieran.
Trepó a lo alto de una viga, y colgado de ella se hizo el muerto. Pero una de las ratas se asomó, lo vio y le dijo:
— ¡Oye amiguito, aunque fueras un saco de harina, no me acercaría a tí!