xii. el limbo estéril de la sociología

Fenómeno verdaderamente extraño en la historia del pensamiento, después de la primera mitad del siglo XIX, fue el siguiente:

La profunda revolución científica determinada por el darwinismo y el spencerismo había invadido, renovándolas con nueva juventud, todas las ramas de las ciencias físicas, biológicas y psicológicas; pero llegada al terreno de las ciencias sociales no había hecho más que encrespar superficialmente las ondas del tranquilo lago ortodoxo de la ciencia social por excelencia: la economía política.

Es verdad que por iniciativa de Augusto Comte —obscurecido en parte por los nombres de Darwin y de Spencer, pero que indudablemente fue uno de los cerebros más grandiosos y fecundos de nuestra época—, es verdad que por su iniciativa se creó una ciencia nueva: la sociología, {154} que hubiera debido ser con la historia natural de las sociedades humanas, el glorioso coronamiento del nuevo edificio científico levantado por el método experimental. Y no niego que la sociología en la parte de pura anatomía descriptiva del organismo social, haya traído grandes y fecundas novedades a la ciencia contemporánea, ramificándose también en varias sociologías especiales, uno de cuyos resultados más útiles y más vivos es la sociología criminal, creada por la escuela positiva italiana.

Pero cuando se abordaba la cuestión político-social, la nueva ciencia de la sociología era atacada por una especie de sueño hipnótico, y permaneciendo suspendida en un limbo incoloro e inodoro, permitía que los sociólogos fueran, tanto en economía pública como en política, ya conservadores, ya radicales, según su capricho y sus tendencias personales.

Y mientras la biología darwinista con el estudio de las relaciones entre el individuo y la especie, y la misma sociología evolucionista, al determinar en la sociedad humana los órganos y las funciones de un verdadero organismo viviente, reducían al individuo, en el organismo social a la proporción relativa de una célula en el organismo animal, Heriberto Spencer se declaraba {155} anglicanamente individualista, hasta el anarquismo teórico más absoluto.

Era por lo tanto inevitable una estagnación de la producción científica de la sociología, después de las primeras observaciones originales de anatomía social descriptiva y de historia natural de las sociedades humanas. La sociología representaba así una detención del desarrollo en el pensamiento científico experimental, porque sus cultores, consciente e inconscientemente, se retraían de las conclusiones lógicas y radicales que la revolución científica moderna debía llevar inevitablemenle al campo social —que es el que interesa más, si el positivismo quiere hacer la ciencia por la vida, antes que detenerse en la formula onanista de la ciencia por la ciencia—.

E1 fácil secreto de este fenómeno extraño, no sólo consiste, como apuntaba Malagodi, en que la sociología se encuentra en el período del análisis científico, antes de llegar a la síntesis, sino sobre todo en que las consecuencias lógicas del darwinismo y del evolucionismo científico, aplicadas al estudio de la sociedad humana, conducen inevitablemente al socialismo, como lo he demostrado en estas páginas.

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