a) La labor de condensación.

 

Lo primero que la comparación del contenido manifiesto con las ideas latentes evidencia al investigador es que ha tenido efecto una magna labor de condensación. El sueño es conciso, pobre y lacónico en comparación con la amplitud y la riqueza de las ideas latentes. Su relación escrita ocupa apenas media página. En cambio, la del análisis en el cual se hallan contenidas las ideas latentes ocupa seis, ocho o doce veces más espacio. Esta proporción es muy variable, y por lo que hasta el momento hemos podido comprobar, no influye para nada en el sentido de los sueños correspondientes. Generalmente se estima muy por debajo el montante de la comprensión que ha tenido efecto, pues se consideran las ideas latentes descubiertas como la totalidad del material dado, siendo así que no constituyen sino una parte del mismo y que, prosiguiendo el análisis, podemos hallar todavía nuevas series de ideas que se ocultaban detrás del sueño. Ya indicamos antes que jamás podemos estar seguros de haber agotado la interpretación de un sueño. Aunque la solución obtenida nos parezca completa y satisfactoria, queda siempre la posibilidad de que el mismo sueño haya servido también de exteriorización a otro sentido más. Así, pues, el montante de condensación es -en términos rigurosos- indeterminable. Contra el aserto de que la desproporción entre contenido manifiesto e ideas latentes nos fuerza a deducir que en la elaboración onírica ha tenido efecto una amplia condensación del material psíquico, podría elevarse una objeción, a primera vista muy plausible. Pudiera, en efecto, alegarse la impresión que con tanta frecuencia experimentamos de haber soñado muchas cosas a través de toda la noche y haber olvidado después la mayor parte. De este modo el sueño que al despertar recordamos no sería sino un resto de la total elaboración onírica, la cual, recordada por entero, presentaría una amplitud igual a la de las ideas latentes. Hay aquí una parte de verdad, pues la observación de que cuando más fielmente nos es dado reproducir un sueño es cuando intentamos recordarlo inmediatamente después de despertar, mientras que conforme avanza el día va haciéndose su recuerdo cada vez más vago e incompleto, es rigurosamente cierta. Pero, por otro lado, podemos comprobar que el sentimiento de haber soñado mucho más de lo que podemos reproducir reposa muchas veces en una ilusión, cuyo origen aclararemos más adelante. Además, la hipótesis de una condensación en la elaboración onírica no queda contradicha en modo alguno por la posibilidad del olvido de los sueños, pues resulta demostrada por las masas de representaciones pertenecientes a cada uno de los fragmentos oníricos conservados. Lo que sucede cuando realmente ha sido olvidada una gran parte del sueño es que tal olvido nos cierra el acceso a una nueva serie de ideas latentes, pues nada justifica la suposición de que los fragmentos oníricos olvidados no se habrían referido sino a aquellas ideas que ya conocemos por el análisis de los conservados.

 

Ante la extraordinaria cantidad de ocurrencias que el análisis aporta con respecto a cada elemento del contenido onírico surgirá en nuestros lectores la duda de si podemos considerar como perteneciente a las ideas latentes todo aquello que a posteriori se nos ocurre durante la labor analítica; esto es, si debemos suponer que todas estas ideas se hallaban ya en actividad durante el reposo y contribuyeron a la elaboración del sueño, o si no es mucho más verosímil que durante dicha labor surjan nuevas asociaciones de ideas que no tomaron parte alguna en la constitución del mismo. Sólo condicionalmente podemos agregarnos a esta duda. Es, desde luego, cierto que durante el análisis surgen por primera vez algunas asociaciones, pero siempre nos es dado comprobar que tales nuevas conexiones sólo se establecen entre ideas que se hallaban ya enlazadas de otra manera en el contenido latente. Las nuevas conexiones no son sino contactos o corto circuitos facilitados por la existencia de otros caminos de enlace más profundos. Con respecto a la mayor parte de las masas de ideas descubiertas en el análisis, nos vemos obligados a reconocer que han actuado ya en la elaboración del sueño; pues cuando hemos seguido una cadena de tales pensamientos, que parecen exentos de todo nexo con dicha elaboración, tropezamos bruscamente con una idea que se halla representada en el sueño, es indispensable para la elaboración del mismo y no resulta accesible sino por la persecución de dicha serie de pensamientos, ajena en apariencia a la formación del producto onírico. Recuérdese a este respecto el sueño de la monografía botánica, que se nos muestra como el resultado de una asombrosa condensación, aunque no hemos comunicado su análisis sino fragmentariamente.

 

Pero entonces, ¿cómo hemos de representarnos el estado psíquico que durante el reposo precede al soñar? Las ideas latentes, ¿aparecen dadas en conjunto o son recorridas de un modo sucesivo? ¿No podrá ser también que, partiendo de diversos centros, se constituyan varias cadenas de ideas simultáneas, que luego se unan en un punto dado? A mi juicio, no tenemos necesidad ninguna de crearnos una representación plástica del estado psíquico en la elaboración onírica. Bastará con no olvidar que se trata del pensamiento inconsciente y que el proceso puede ser muy distinto del que percibíamos en nosotros en la reflexión voluntaria acompañada de consciencia.

 

De todos modos, el hecho es que la elaboración onírica reposa sobre una condensación permanente inquebrantable. Ahora bien: ¿cómo se lleva a cabo tal condensación?

 

Si reflexionamos que de las ideas latentes halladas sólo una minoría queda representada en el sueño por uno de sus elementos de representación, habríamos de concluir que la condensación se verifica por exclusión, no siendo así el sueño una fiel traducción o una proyección, punto por punto, de las ideas latentes, sino una reproducción harto incompleta y llena de lagunas de las mismas. Este juicio es, sin embargo, como pronto veremos, harto equivocado. Pero tomémoslo al principio como base y continuemos preguntándonos: si al contenido manifiesto no llegan sino pocos elementos de las ideas latentes, ¿qué condiciones determinan la selección de las mismas?

 

Para contestar a esta interrogación examinaremos aquellos elementos del contenido manifiesto que tienen que haber cumplido tales condiciones. El material mejor para esta investigación será, sin duda, un sueño en cuya elaboración haya tenido efecto una condensación particularmente enérgica. Elegiremos el de la monografía botánica, expuesto antes del capítulo V.

 

Sueño de la monografía botánica. Contenido manifiesto: «He escrito una monografía sobre una especie (indeterminada) de plantas. Tengo el libro ante mí y, vuelvo en este momento la página por la que se hallaba abierto y que contiene una lámina en colores. Cada ejemplar ostenta, a manera de herbario, un espécimen disecado de la planta.»

 

El elemento más evidente de este sueño es la monografía botánica. Como ya indicamos procede de las impresiones del día del sueño pues la tarde anterior al mismo había visto realmente en el escaparate de un librero una monografía sobre los ciclámenes. El contenido manifiesto omite mencionar esta especie y conservar tan sólo la monografía y su relación con la Botánica. La «monografía botánica» demuestra en seguida su relación con mi estudio sobre la cocaína, y de esta última se dirige la asociación de ideas, por un lado, al escrito redactado con motivo del aniversario de un laboratorio y a determinados hechos relacionados con tal institución, y por otro, a mi amigo el oculista doctor Koenigstein, que participó en la aplicación de la cocaína como anestésico. A la persona del doctor Koenigstein se enlazan, además, el recuerdo del interrumpido diálogo que sostuve con él la tarde anterior y los diversos pensamientos sobre el pago de los servicios médicos entre colegas. Esta conversación es el verdadero estímulo onírico actual. La monografía sobre los ciclámenes es también una actualidad, pero de naturaleza indiferente. Resulta, pues, que la «monografía botánica» del sueño se demuestra como un elemento común intermedio entre ambos sucesos diurnos, tomado sin modificación alguna de la impresión indiferente y enlazado con el suceso psíquicamente importante por amplísimos enlaces de asociaciones.

 

Pero no sólo la representación compuesta monografía botánica, sino también aisladamente cada uno de sus elementos, botánica y monografía, van profundizando más y más, por medio de múltiples asociaciones, en la madeja de ideas latentes. Al elemento botánica pertenecen los recuerdos relativos a la persona del profesor Gärtner (jardinero), a su floreciente mujer, a aquella paciente mía cuyo nombre era Flora y la señora de la que relaté la historia de las flores olvidadas. El elemento Gärtner me conduce nuevamente al laboratorio y a la conversación con Koenigstein, a la que pertenece asimismo la mención de mis dos pacientes. De la señora de las flores parte un camino mental hasta las flores preferidas de mi mujer, punto en el que converge también otro camino cuyo punto de partida es el título de la monografía vista en la vigilia. El elemento «botánica» recuerda, además, el episodio del herbario y un examen de mi época universitaria, y un nuevo tema tratado en mi conversación con el oculista -el de mis aficiones- se enlaza por mediación de la alcachofa, a la que humorísticamente llamo mi flor preferida, a la concatenación de ideas por parte de las flores olvidadas. Detrás del elemento «alcachofa» se esconde, en primer lugar, el recuerdo de Italia, y en segundo, el de una escena infantil que inició mis relaciones, tan íntimas luego, con los libros. Así, pues, botánica es un verdadero foco de convergencia, en el que se reúnen para el sueño numerosas series de ideas, cuyo enlace quedó efectuado en mi conversación con Koenigstein. Nos hallamos aquí en medio de una fábrica de pensamientos en la que, como en una obra maestra de hilandería y según los famosos versos se «entrecruzan mil y mil hilos, -van y vienen las lanzaderas, -manan invisiblemente las hebras - y un único movimiento establece mil enlaces.» (Goethe: `Faust'.)

 

El elemento «monografía» del sueño procede a su vez de dos temas: lo unilateral de mis estudios y lo costoso de mis aficiones.

 

De este primer examen sacamos la impresión de que los elementos «monografía» y «botánica» han sido acogidos en el contenido manifiesto por ser los que: presentan más considerable número de contactos con la mayoría de las ideas latentes, constituyendo así puntos de convergencia en los que van a reunirse muchas de tales ideas; esto es, por entrañar con respecto a la interpretación una multiplicidad de significaciones. Expresando en forma distinta el hecho en que basamos esta explicación, podemos decir que cada uno de los elementos del contenido manifiesto demuestra hallarse superdeterminado y múltiplemente representado en las ideas latentes.

 

Investigando la emergencia de los demás elementos del sueño en las ideas latentes realizamos aún nuevos descubrimientos. La lámina en colores contenida en la página por la que abro el libro se refiere (véase el análisis) a un nuevo tema, la crítica de mis obras por mis colegas; a otro ya representado en el sueño, mis aficiones, y al recuerdo infantil de la destrucción de un libro que tenía láminas de colores. El espécimen disecado de la planta se refiere al suceso del herbario escolar y hace resaltar este recuerdo con especial energía. Veo, pues, de qué género es la relación entre el contenido manifiesto y las ideas latentes: no sólo se hallan múltiplemente determinados los elementos del sueño por las ideas latentes, sino que cada una de éstas se halla asimismo representada en el sueño por varios elementos. De un elemento del sueño conduce el camino de asociación a varias ideas latentes y de una idea latente, a varios elementos del sueño. Así, pues, la elaboración no se verifica suministrando cada una de las ideas latentes o cada grupo por ellas formando una abreviatura destinada al contenido del sueño -como los habitantes de una nación eligen diputados que los representen en Cortes-, sino que la completa totalidad de las ideas latentes es sometida a cierta elaboración conforme a la cual los elementos más firmes y eficazmente sustentados quedan situados en primer término para su acceso al contenido manifiesto, procedimiento análogo al de elección por listas electorales. Cualquiera que sea el sueño que sometamos a esta disección, confirmaremos los mismos principios; esto es, que los elementos del contenido manifiesto quedan constituidos a expensas de la totalidad de las ideas latentes y cada uno de ellos se muestra múltiplemente determinado con relación a dichas ideas.

 

No es seguramente ocioso demostrar prácticamente esta relación entre contenido manifiesto e ideas latentes con un nuevo ejemplo, caracterizado por la complicada trama de las relaciones recíprocas. Este sueño procede de un enfermo de claustrofobia (miedo a los espacios cerrados) al que tuve sometido a tratamiento. El título que doy a su ingeniosísima construcción onírica se halla plenamente justificado, como el lector verá más adelante.

 

I.

 

Un bello sueño.-«Acompañado por un nutrido grupo de gente, entra en la calle de X, en la cual hay una modesta posada (dato inexacto en la realidad). En las habitaciones de esta posada se está verificando una representación teatral, y él es tan pronto espectador como actor. Al final tienen todos que cambiarse de traje para volver a la ciudad. A este fin se designa a parte del personal las habitaciones del piso bajo y a la otra las del primero. Los de arriba se incomodan porque los de abajo no han acabado todavía y no pueden ellos bajar. Su hermano está arriba; él, abajo, y se incomoda son aquél porque le da tanta prisa (toda esta parte, oscura en el sueño). Además, ya al llegar estaban distribuidas las habitaciones y determinado quién había de estar arriba y quién abajo. Luego camina solitario por la cuesta arriba que la calle X forma en dirección a la ciudad y anda tan difícil y trabajosamente, que apenas avanza. Un caballero anciano se une a él e insulta al rey de Italia. Próximo ya al final de la pendiente comienza a andar con mayor facilidad.»

 

La fatiga al andar fue tan clara en el sueño, que todavía, al despertar, dudó el sujeto por algunos momentos si se trataba de un sueño o de una realidad.

Si nos atenemos al contenido manifiesto, no presenta este sueño nada que merezca nuestro interés. Contra lo regular, comenzaré la interpretación por el fragmento que el sujeto manifiesta ha sido el más claro y preciso.

 

La fatiga soñada y probablemente sentida en el sueño, esto es, la disnea al subir la cuesta, es uno de los síntomas que el sujeto mostró realmente hace algunos años y fue atribuido por entonces, con otros fenómenos, a una tuberculosis (simulada probablemente por la histeria). Conocemos ya, por nuestro estudio de los sueños exhibicionistas, esta sensación de parálisis, peculiar al fenómeno onírico, y volvemos a comprobar aquí que es utilizada como un material disponible en todo momento para los fines de otra cualquier representación. El fragmento onírico que describe cómo la subida se hacía muy trabajosa al principio y fácil, en cambio, al final de la pendiente me recordó, al escuchar el relato de este sueño, la conocida y magistral introducción de la Safo, de Alfonso Daudet. Un joven sube una escalera llevando en brazos a su amada. Al principio no siente apenas el peso del adorado cuerpo, pero conforme va subiendo va haciéndose más pesada la carga, hasta resultarle intolerable. Esta escena resume la narración de Daudet, en la cual se propone el poeta advertir a la juventud de los peligros de prodigar seria inclinación a mujeres de baja extracción y dudoso pasado. Aunque sabía que mi paciente había mantenido, y roto poco tiempo antes, relaciones amorosas con una actriz, no esperaba yo que mi espontánea interpretación se demostrase acertada. Además, la escena de Safo se desarrollaba en sentido inverso a la del sueño, pues en éste es la subida penosa al principio y luego fácil, mientras que para el símbolo de la novela es necesario que aquello que al principio parece ligero resulte luego una pesada carga. Para mi sorpresa, observó el paciente que tal interpretación se adaptaba muy bien al contenido de la obra que la noche anterior había visto representar en el teatro. Dicha obra se titulaba En derredor de Viena y desarrollaba la vida de una muchacha de origen humilde que, lanzada a la vida galante, subía a capas más altas de la sociedad por sus relaciones con hombres aristócratas, pero acababa descendiendo cada vez más bajo. El argumento de esta obra le había recordado otra, titulada De escalón en escalón, en cuyos carteles anunciadores se ostentaba una escalera de varios escalones.

 

La interpretación de este sueño continuó luego en la forma siguiente: En la calle X había vivido la actriz con la que últimamente había mantenido relaciones. En dicha calle no hay posada ninguna. Pero una vez que el sujeto había pasado parte del verano en Viena se alojó (descendió `abgestiegen') en un hotel cercano. Al abandonarlo dijo al cochero: «Después de todo, no está mal este hotel. Por lo menos no hay en él pulgas ni chinches» (ésta era, además, una de sus fobias). A lo cual respondió el cochero: «No sé cómo se le ha ocurrido a usted venir a parar aquí. Más que un hotel es una posada.»

 

Al elemento «posada» se enlaza en seguida el recuerdo de unos versos de Uhland: «Hace poco fui invitado -por un amable posadero.». El posadero de estos versos es un manzano.

 

Otra cita continúa luego la concatenación de ideas: «Fausto, bailando con la joven: Tuve una vez un bello sueño; - veía un manzano, - en el que relucían dos bellas manzanas; - me atrajeron y subí a cogerlas. - La bella: mucho os gustan las manzanas - desde los tiempos del Paraíso; - y siento una gran alegría - de que también las haya en mi jardín.» (Goethe: `Faust'.)

 

No puede abrigarme la menor duda sobre aquello a que se alude con el manzano y las manzanas. Un bello busto era uno de los encantos con los que la actriz había encadenado al sujeto.

El conjunto de este análisis justificaba plenamente la sospecha de que el sueño se retrotraía a una impresión infantil y que, siendo así, tenía que referirse a la nodriza del sujeto, el cual se halla próximo a los treinta años. Para el niño es, efectivamente, el seno de su nodriza la posada donde se alimenta. Tanto la nodriza como Safo constituyen en el sueño alusiones a la mujer amada y recientemente abandonada.

 

En el contenido manifiesto aparece también el hermano (mayor) del paciente. Este se halla abajo y aquél arriba, circunstancia que constituye, de nuevo, una inversión de las circunstancias reales, pues me es conocido que el hermano ha perdido su posición social, conservándola, en cambio, mi paciente. En la reproducción del contenido manifiesto eludió el sujeto una expresión muy corriente -«Mi hermano estaba arriba y yo par terre», que hubiera transparentado en demasía, aunque inversamente la situación real, pues decimos que una persona está par terre cuando ha perdido fortuna y posición; esto es, cuando podemos decir también de ella que ha descendido. El hecho de que en esta parte del sueño quede algo representado en forma invertida tiene que poseer un sentido, y tal inversión ha de mostrarse extensiva a otra distinta relación entre las ideas latentes y el contenido manifiesto. El examen de la última parte del sueño en la que la «subida» muestra el carácter inverso al de la escena de Safo, nos indica claramente cuál es dicha inversión: en Safo lleva el hombre en sus brazos a la mujer ligada a él por relaciones sexuales. Así, pues, en las ideas latentes se trata, a la inversa, de una mujer que lleva al hombre, y dado que esto no puede suceder sino en la infancia, se referirán dichas ideas a la nodriza que lleva en brazos a la criatura y para la cual constituye la crianza del pequeño ser una pesada carga. De este modo representa el sueño a Safo y a la nodriza por medio de un mismo elemento.

 

Así como el nombre de Safo no fue escogido por el poeta sin un propósito alusivo a una costumbre lesbiana, también los fragmentos del sueño que muestran personas ocupadas arriba y abajo se refieren a fantasías de contenido sexual que ocupan la imaginación del sujeto y que a título de impulsos sexuales reprimidos no carecen de relación con su neurosis. La interpretación misma no nos revela que tales elementos latentes así representados en el sueño sean, en efecto, fantasías y no recuerdos de hechos reales, pues se limita a proporcionarnos un contenido ideológico y deja a nuestro cargo el fijar un valor real. Los sucesos reales y los fantásticos aparecen aquí -y no sólo aquí, sino también en la creación de productos psíquicos de mayor importancia que el sueño- como equivalentes al principio. La mucha gente significa, como ya indicamos, secreto. El hermano no es sino el representante, incluido en la escena infantil, por un «fantasear retrospectivo» de todos los ulteriores competidores amorosos. Por último el episodio del caballero que insulta al rey de Italia se relaciona de nuevo por el intermedio de un suceso reciente, pero indiferente en sí, con el acceso de personas de baja extracción a círculos elevados de la sociedad. Es como si a la advertencia que Daudet dirige a los jóvenes hubiera de yuxtaponerse otra análoga dirigida al niño de pecho.

 

II. El sueño del escarabajo de Mayo. Contenido onírico: Como segundo ejemplo para el estudio de la condensación en la elaboración onírica, comunicaré aquí el análisis parcial de otro sueño que debo a una señora, ya de edad madura, sometida a tratamiento psicoanalítico. Correlativamente a los graves estados de angustia que padecía, contenían sus sueños un amplísimo material de ideas sexuales, cuya revelación la sorprendió y atemorizó al principio. No siéndome posible comunicar el análisis completo, parece el material onírico dividirse en varios grupos sin conexión visible.

 

«Recuerda que tiene encerrados en una caja dos coleópteros (Maikaefer) a los que habrá de dar libertad si no quiere que se ahoguen. Al abrir la caja ve que los dos insectos se hallan muy deprimidos. Por fin, vuela uno a través de la ventana abierta; pero el otro queda machacado contra una de las hojas de la misma al cerrarla ella, obedeciendo a la indicación que alguien le hace en tal sentido (manifestaciones de repugnancia).»

 

Análisis: Su marido se halla de viaje. Junto a ella, en el lecho conyugal, duerme su hija, muchacha de catorce años. Esta última le advirtió, al acostarse, que había caído una polilla en el vaso de agua; pero ella no se preocupó de sacarla, y al verla por la mañana lamenta la muerte del pobre animalito. En un libro que leyó por la noche se cuenta cómo unos niños arrojan un gato en un caldero de agua hirviendo y se describen las convulsiones de la infeliz víctima. Estas son las dos impresiones, indiferentes en sí, que motivan el sueño. A continuación pasa al tema de la crueldad para con los animales. Su hija mostró en alto grado este defecto durante un verano que pasaron en el campo. Se dedicó a formar una colección de mariposas y le pidió arsénico para matarlas. Una mariposa de gran tamaño se le escapó un día de las manos y revoloteó largo rato por la habitación con el cuerpo traspasado por un alfiler. Otra vez se le murieron de hambre unos gusanos que guardaba para observar cómo iban formando el capullo. Esta misma niña solía entretenerse, en años aún más tiernos, arrancando a los coleópteros y a las mariposas las alas y las patas. Afortunadamente se ha corregido ya de estas tendencias crueles y hoy se horrorizaría de tales actos.

 

Esta contraposición entre los crueles sentimientos anteriores de su hija y la actual bondad de la misma ocupa largo rato su pensamiento y le recuerda otra, la que suele existir entre el aspecto exterior de las personas y su condición moral. Así, el aristócrata que seduce y abandona a una infeliz muchacha y el obrero de nobles y elevados pensamientos. El carácter de una persona no puede deducirse de su aspecto exterior. ¿Quién podría conocer por su aspecto los deseos sexuales que a ella la atormentaban?

En la misma época durante la cual se dedicaba su hija a coleccionar mariposas se halla toda la región invadida por una plaga del coleóptero melolontha vulgaris (Maikaefer -literalmente, coleóptero de mayo-), y los chicos se dedicaban a combatirla, machacándolos sin piedad. Por entonces vio también a un hombre que cogía insectos, les arrancaba las alas y se los comía. Ella nació y se casó en el mes de mayo. Tres días después de su boda escribió a sus padres una carta diciéndoles que era muy feliz. Pero, la verdad, era todo lo contrario.

Durante la tarde anterior al sueño había estado revisando cartas antiguas y había leído, a los suyos, varias de ellas, serias unas y cómicas otras. Entre estas últimas se halla una, altamente ridícula, de un profesor de piano que le había hecho la corte de muchacha. Luego leyó otra de un aristocrático pretendiente.

Se reprocha no haber podido impedir que una de sus hijas leyese un libro, poco recomendable, de Maupassant.

El arsénico que su hija le pidió en la ocasión indicada le recuerda las píldoras de arsénico que devuelven las energías juveniles al duque de Mora, en El Nabab, de Daudet.

Al elemento «dar libertad» asocia el recuerdo de un pasaje de La flauta mágica: «No puedo forzarte a amar, - pero no te devolveré la libertad.»

A los coleópteros (Maikaefer), las palabras de Kaetchen: «Estás enamorado como un coleóptero.»

En el intermedio recuerda una cita de Tannhäuser: «Porque, poseído por perverso deseo…»

Vive preocupada y ansiosa, pensando en su marido ausente. El miedo de que pueda sucederle algo se exterioriza en numerosas fantasías diurnas. Poco antes había expresado en sus pensamientos inconscientes, durante el análisis, una queja sobre su avejentamiento. La idea optativa que este sueño encubre quedará transparentada con el dato de que varios días antes del sueño sobresaltó y horrorizó a la sujeto el imperativo ahórcate, que dirigido a su marido surgió de improviso en su pensamiento mientras se hallaba realizando sus ocupaciones de ama de casa. Posteriormente se averiguó que algunas horas antes había leído que los ahorcados experimentan en el momento de morir una enérgica erección. Así, pues, el deseo de dicha erección era lo que, bajo tal disfraz atemorizante, resurgía de la represión. El imperativo ahórcate significaba tanto como el de «procúrate una erección a cualquier precio». Las píldoras de arsénico del doctor Jenkins, en El Nabab, pertenecen a este círculo de ideas. La paciente sabía también que el más enérgico afrodisíaco, la cantaridina, se prepara machacando los cuerpos de unos coleópteros. Tal es el sentido al que tiende la parte principal del contenido manifiesto.

El abrir y cerrar la ventana es una causa constante de discusiones con su marido. Este acostumbra dormir con las ventanas cerradas. Ella, en cambio, prefiere que permanezcan abiertas.

 

En los tres sueños cuya comunicación antecede ha hecho resaltar, subrayándolos, aquellos elementos del contenido manifiesto que retornan en las ideas latentes, mostrando así, evidentemente, la múltiple relación de los mismos. Pero dado que en ninguno de estos sueños se ha llevado a término el análisis, creemos conveniente realizar igual labor en un sueño cuyo análisis hallamos comunicado más minuciosamente, demostrando en él la superdeterminación de su contenido. Con este objeto elegiremos el sueño de la inyección de Irma, ejemplo en el que reconocemos sin esfuerzo que la labor de condensación se sirve, en la elaboración del sueño, de más de un único medio.

 

El personaje principal del contenido del sueño es Irma, mi paciente, que aparece en él con su fisonomía real y, por tanto, se representa al principio a sí misma. Pero ya su colocación, al reconocerla yo junto a la ventana, está tomada de un recuerdo referente a otra persona, aquella señora a la que, según me revelan las ideas latentes, quisiera yo tener como paciente en lugar de Irma. Por el hecho de padecer ésta una difteritis, enfermedad que me recuerda la de mi hija mayor, pasa a representar a ésta, detrás de la cual, y enlazada con ella por la igualdad de nombre, se esconde la persona de una paciente muerta por intoxicación. En el subsiguiente curso del sueño cambia la significación de la personalidad de Irma (sin que su imagen onírica varíe), transformándose en uno de los niños a los que reconocíamos en la consulta pública de nuestra clínica, ocasión en la que demuestran mis dos amigos la diferencia de sus capacidades intelectuales. El paso de una a otra significación quedó, sin duda, facilitado por la representación de mi hija en edad infantil. Por la resistencia que opone a abrir bien la boca, se convierte la misma Irma en alusión a otra señora reconocida por mí una vez, y luego, dentro del mismo contexto, a mi propia mujer. En las alteraciones patológicas que compruebo en su garganta hallo, además, alusiones a toda una serie de otras personas.

 

Todas estas personas con las que tropiezo al perseguir el elemento «Irma» no entran corporalmente en el sueño, sino que se esconden detrás de la persona onírica «Irma», que queda constituida de este modo como una imagen colectiva con rasgos contradictorios. Por mi atribución a Irma de todos aquellos recuerdos míos referentes a aquellas otras personas sacrificadas en el proceso de condensación, queda convertida en representante de las mismas.

 

La constitución de tal persona colectiva, para los fines de la condensación onírica, puede llevarse también a cabo fundiendo en una imagen onírica los rasgos actuales de dos o más personas. De este modo es como ha surgido el doctor M. de mi sueño. Este personaje lleva el nombre del doctor M. y habla y actúa como él, pero su aspecto físico y sus padecimientos corresponden a otra persona: a mi hermano mayor. Un único rasgo, la palidez, se halla doblemente determinado, siendo común en la realidad a ambas personas. Un análogo personaje mixto es el doctor R. en el sueño de mi amigo, que es mi tío. Pero en este caso ha quedado constituida la imagen onírica de un tercer modo diferente. No he reunido rasgos físicos del uno con otros del otro, disminuyendo así la imagen mnémica de cada uno en determinados detalles, sino que he puesto en práctica el procedimiento seguido por Galton para lograr sus retratos de familia; esto es, proyectar ambas imágenes una sobre otra, con lo cual resaltan, acentuados, los rasgos comunes y se destruyen los diferentes, apareciendo sólo vagamente en la imagen. De este modo resalta, acentuada, como rasgo común en la vaga fisonomía formada por superposición de las dos personas diferentes, la barba rubia, detalle que contiene, además, una alusión a mi padre y a mí mismo, facilitada por la relación al encanecimiento.

 

La constitución de personas colectivas y mixtas es uno de los principales medios de que se sirve la condensación onírica. No tardaremos en tener ocasión de ocuparnos nuevamente de ella en relación con otras cuestiones. La asociación «disentería» en el sueño de la inyección se halla también múltiplemente determinada: de una parte, por similicadencia parafásica con «difteria» (Dysenterie-Diphaérie), y de otra, por la relación con el paciente enviado por mí a Egipto y cuya histeria logra burlar al médico. La mención de la propilena el sueño se demuestra también como un interesante caso de condensación. Lo que las ideas latentes contenían no era propilena, sino amilena. Pudiera creerse que no ha tenido aquí efecto, en la elaboración del sueño, más que un sencillo desplazamiento. Así, es, en efecto; pero este desplazamiento se halla al servicio de los fines de la condensación, como lo prueba el siguiente apéndice que aquí agregamos al análisis de este sueño. Deteniendo mi atención un momento más en la palabra propilena, se me ocurre que es similicadente a propileos (Propylen-Propyläen). Con esta palabra se alude no solamente a Atenas, sino también a Munich. A esta última ciudad fui un año antes de mi sueño, con ocasión de una grave enfermedad de mi amigo. La intervención de este último en mi sueño se hace luego indiscutible por la emergencia del elemento trimetilamina, que surge poco después de propilena..Paso por alto la singular circunstancia de que tanto aquí como en otros lugares del análisis son utilizadas para la conexión de ideas como equivalentes asociaciones de los más diversos valores, y cedo a la tentación de representarme plásticamente el proceso de la sustitución de la amilena del contenido latente por la propilena del contenido manifiesto.

 

Supongamos separados, pero enlazados por la contraposición, el grupo de representaciones de mi amigo Otto, que no me comprende, me niega la razón y me regala un licor que huele a amilena, y el de mi amigo Wilhelm, que me comprende, me daría la razón y al que debo tantos valiosos datos, entre ellos algunos interesantísimos sobre el quimismo de los procesos sexuales. Lo que del grupo de Otto ha de despertar particularmente mi atención se halla determinado por los sucesos recientes provocadores del sueño. La amilena pertenece a estos elementos sobresalientes, predestinados a pasar al contenido manifiesto. El amplio grupo de representaciones Wilhelm es precisamente animado por la contraposición con el grupo Otto y en él quedan acentuados los elementos que recuerdan los ya citados en este último. En mi sueño recurro a una persona que ha despertado mi desagrado ante otra que puedo oponerla a voluntad y hago que mi amigo responda punto por punto a mi contradictor. De este modo, la amilena de Otto despierta también en el otro grupo recuerdos pertenecientes al círculo de la Química, y la trimetilamina, apoyada por varios lados, llega al contenido manifiesto. También amilena podía llegar inmodificada a dicho contenido, pero sucumbe a la actuación del grupo Wilhelm, siendo buscado en toda el área mnémica que este nombre ocupa un elemento que pueda proporcionar doble determinación para amilena. Cercana a amilena se halla para la asociación propilena y desde el grupo Wilhelm sale a su encuentro Munich con los Propileos. En propilena-propileos se encuentran ambos círculos de representaciones, y entonces llega este elemento intermedio, como por una especie de transacción al contenido manifiesto. Se ha creado aquí una especie de elemento común intermedio que permite una múltiple determinación. Vemos así palpablemente que la determinación múltiple tiene que facilitar el acceso al contenido manifiesto. Para la formación de este producto intermedio se ha llevado a cabo un desplazamiento de la atención desde lo realmente pensado a un elemento próximo en la asociación.

 

El estudio del sueño de la inyección presenta ya más claramente a nuestros ojos los procesos de condensación que tienen efecto en la elaboración onírica. Hemos podido reconocer, como peculiaridades de la labor de condensación de selección de los elementos repetidamente emergentes en las ideas latentes, la formación de nuevas unidades (personas colectivas y productos mixtos) y la constitución de elementos comunes intermedios. ¿Para qué sirve la condensación y qué es lo que la impulsa? Son interrogaciones que nos plantearemos cuando emprendamos el estudio en conjunto de los procesos psíquicos que se verifican en la elaboración de los sueños. Por ahora nos contentaremos con dejar establecida la condensación onírica como una singular relación entre las ideas latentes y el contenido manifiesto de los sueños. La labor de condensación del sueño se hace más que nunca evidente cuando toma objetos palabras y nombres. Las palabras son tratadas con frecuencia por el sueño como si fueran cosas, y sufren entonces iguales uniones, desplazamientos, sustituciones y condensaciones que las representaciones de cosas. Resultado de estos sueños es la creación de.formaciones verbales singularísimas y a veces muy cómicas.

 

I

 

Una vez que un colega me remitió un trabajo suyo en el que, a mi juicio, se concedía valor exagerado a un moderno descubrimiento fisiológico y, sobre todo, se trataba de él en términos harto ampulosos, soñé a la noche siguiente una frase que indudablemente se refería a dicho trabajo. Esta frase era: «Es éste un estilo verdaderamente norekdal.» La solución de este producto verbal me resultó al principio difícil. No cabía duda de que se había formado en calidad de parodia de superlativos tales como «colosal» y «piramidal», pero no era fácil adivinar de dónde procedía. Por fin quedó dividido este monstruo verbal en los nombres Nora y Ekdal, que son los de dos personajes de dos conocidas obras de Ibsen. Poco tiempo antes había leído un artículo periodístico sobre Ibsen, original del mismo autor, cuya última obra criticaba en mi sueño.

 

II

 

Una de mis pacientes me comunicaba un breve sueño, que termina en una desatinada combinación verbal. Se encuentra con su marido en una fiesta campesina y dice: «Esto acabará en un Maistollmütz general.» Al decir esto, tiene en el sueño la oscura idea de que aquella palabra es el nombre de un plato en cuya composición entra la harina de maíz (mais), una especie de polenta. El análisis divide la palabra en mais (maíz) -toll (loco) -mannstoll (ninfómana) y Olmütz (nombre de una ciudad), palabras todas que la sujeto reconoció como restos de una conversación de sobremesa con sus familiares. Detrás de la palabra mais se esconde, a más de una alusión a una exposición recientemente inaugurada, las palabras siguientes: Meißen (una porcelana de Meißen que representaba un pájaro), Miss (la institutriz de sus parientes había partido para Olmütz), mies (que en el argot humorístico judío significa «malo»). Una larga concatenación de ideas y asociaciones partía de cada una de las sílabas del ininteligible compuesto verbal.

 

III

 

Un joven a cuya casa ha acudido un conocido suyo a última hora de la tarde para dejarle una tarjeta, sueña aquella noche lo siguiente: un operario espera hasta última hora de la tarde para arreglar el timbre. Después que se ha marchado sigue éste sin sonar continuadamente y sí solo a golpes. Un criado vuelve a traer al operario, y él dice: «Es curioso que también aquellas personas que, en general son tutelrein no entiendan el manejo de estas cosas.» El indiferente estímulo del sueño no justifica, como se ve, sino un solo elemento del contenido. Además, si ha llegado a constituirse en tal estímulo ha sido únicamente por agregarse a un suceso anterior, indiferente también, pero que la fantasía del sujeto adornó, dándole así importancia. Siendo todavía muchacho y viviendo con su padre, tiró al suelo un vaso de agua, que al.traspasar los hilos del timbre lo hizo sonar continuadamente. Si el sonar continuadamente corresponde al mojarse el «sonar a golpes» será utilizado para representar la caída de gotas de un líquido. La palabra tutelrein se divide en tres direcciones distintas; indica así tres de las materias representadas en las ideas latentes; Tutel significa, en primer lugar, tutela, curatela, y es, además, una denominación vulgar del pecho femenino. La sílaba restante rein (limpio) se agrega a las primeras sílabas de Zimmertelegraph (timbre) para formar Zimmerrein, palabra que alude al agua vertida sobre el suelo y presta analogías con un apellido de la familia del sujeto.

 

IV

 

En un largo y confuso sueño propio, cuyo centro era aparentemente un viaje por mar, sucedía que la primera escala era Hearsing y la siguiente Fliess. Este último nombre es el apellido de mi amigo de B…, por cuya causa he realizado frecuentes viajes. Pero Hearsing es un nombre compuesto de la desinencia ing, común a gran cantidad de lugares próximos a Viena: Hiezing, Liesing, Moedling (cuyo antiguo nombre fue Medelit, meaedeliciae, o sea meine Freud[e]), y la palabra inglesa hearsay, equivalente a calumnia. Esta palabra se relaciona con el estímulo onírico indiferente del día, una poesía del semanario humorístico Fliegende Blätter. Relacionando la desinencia ing con el apellido Fliess obtenemos Vlissingen, nombre real del puerto en que desembarca mi hermano cuando viene a visitarnos desde Inglaterra. El nombre inglés de Vlissingen es Flushing, que en dicho idioma significa ruborizarse, y me recuerda a una paciente que padece de miedo a ruborizarse y una reciente publicación de Bechterew sobre esta neurosis, publicación cuya lectura me ha sido harto desagradable.

 

V

 

En otra ocasión tuve un sueño compuesto de dos fragmentos separados. El primero es la palabra Autodidasker, precisamente recordada, y el segundo coincide fielmente con una fantasía breve e inocente edificada pocos días antes y cuyo contenido era el de que cuando viera al profesor N. habría de decirle: «El paciente sobre cuyo estado le consume últimamente no padece en realidad sino una neurosis, como usted ya suponía.» El neologismo Autodidasker habrá, pues, de cumplir dos condiciones: la de entrañar o representar un sentido comprimido y la de que dicho sentido se halle relacionado con mi propósito diurno de dar el profesor N. la citada satisfacción.

 

Autodidasker resulta fácilmente divisible en autor, autodidacta y Lasker, elemento este último al que viene a agregarse el nombre de Lassalle. Las primeras de estas palabras conducen al motivo del sueño, importante esta vez. Había traído a mi mujer varias obras de un autor amigo de mi hermano (J. J. David) y que, como después he sabido, nació en el mismo lugar que yo. Una tarde me habló de la profunda impresión que le había producido una de estas obras, en la que se describía la triste historia de un talento malogrado, y nuestra conversación recayó después sobre las dotes intelectuales de nuestros hijos..Influida por la reciente lectura, expresó mi mujer su preocupación con respecto al porvenir de los niños, tranquilizándola yo con la observación de que precisamente los peligros a que se refería podían ser alejados por la educación. Por la noche continuaron ocupándome estos pensamientos, medité a mi vez sobre aquello que preocupaba a mi mujer y entretejí con ello muy diversas ideas. Unas manifestaciones que el poeta había hecho a mi hermano sobre el matrimonio indicaron a mis pensamientos un nuevo camino que podía conducir a lo representado por mi sueño. Este camino me llevó hasta Breslau, ciudad en la que se había casado una señora muy amiga nuestra. Con respecto a la preocupación de la posibilidad de malograr una vida a causa de una mujer o de las mujeres, preocupación que constituía el nódulo de mi sueño, encontré los ejemplos de Lasker y Lassalle, que me permitieron representar simultáneamente los dos géneros de tal influencia desgraciada de la mujer. El cherchez la femme, en el que pueden sintetizarse estos pensamientos, me lleva, aunque en distinto sentido, a mi hermano Alejandro, aún soltero. Advierto entonces que Alex, como solemos llamarle familiarmente, suena como una transposición del nombre Lasker y que este factor tiene que haber contribuido a comunicar a mis pensamientos la dirección del rodeo emprendido pasando por Breslau. Este juego de palabras y sílabas a que aquí me dedico entraña todavía otro sentido. Constituye, en efecto, una representación del deseo de ver fundar a mi hermano una dichosa vida de familia. Esta sustitución se verifica en la forma siguiente: en la novela L'oeuvre, a la que había de hallarse muy próximo el contenido de mis ideas latentes, describe el poeta en un pasaje episódico su propia felicidad familiar y se presenta él mismo bajo el nombre de Sandoz. Para construir este seudónimo siguió seguramente este camino: Zola, leído a la inversa (como suelen los niños hacer muchas veces a guisa de entretenimiento), da Aloz. Esto resultaba demasiado transparente y, por tanto, sustituyó la sílaba «al», que inicia también el nombre Alejandro, por la tercera sílaba -sand- del mismo nombre, resultando así Sandoz. De un modo análogo surgió, pues, mi Autodidasker.

 

Mi fantasía de que digo al profesor N. que el enfermo por ambos examinado no padece sino una neurosis ha llegado al sueño del siguiente modo: poco tiempo antes del verano vino a mi consulta un paciente cuya enfermedad me fue imposible diagnosticar. Padecía una grave alteración orgánica, probablemente medular, pero sin que pudiera afirmarse con seguridad. Hubiera sido muy tentador diagnosticar una neurosis, con lo cual habrían quedado resueltas todas las dificultades; pero el paciente negó en absoluto toda posible etiología sexual, sin la cual no reconozco jamás la existencia de una neurosis. En mi incertidumbre, acudí a aquel médico, que me inspira (y no es a mí solo) mayor veneración y ante cuya autoridad me doblego más fácilmente. Oyó mis dudas, las conceptuó justificadas y opinó después: «Continúe usted observando al sujeto. Es seguramente un neurótico.» Sabiendo que este ilustre médico no comparte mis opiniones sobre la etiología de las neurosis, me abstuve de contradecirle, fundándome en las declaraciones del paciente, pero no dejé de expresarle mi incredulidad. Días después comuniqué al enfermo que no sabía qué hacer con él y le aconsejé que viera a otro médico. Mas para mi sorpresa, comenzó a pedirme perdón por haberme mentido, alegando lo había hecho por vergüenza, y me reveló toda la parte de etiología sexual que yo esperaba y me era precisa para diagnosticar una neurosis. Por un lado, fue esto una.satisfacción para mí, mas por otro me avergonzaba un tanto, pues tenía que confesarme que mi colega había visto las cosas con más claridad que yo, sin dejarse engañar por las manifestaciones del enfermo. Por tanto, me propuse decirle en cuanto le viese que tenía razón, habiendo sido yo el equivocado. Esto último es precisamente lo que hago en mi sueño. Pero ¿qué realización de deseos puede haber en él si reconozco que estoy equivocado? Precisamente es éste mi deseo: el de que mis temores o los de mi mujer, que hago míos en las ideas latentes, sean equivocados. El tema a que se refiere en el sueño el acierto o la equivocación no se halla muy lejano de lo que realmente posee un interés en las ideas latentes, pues está constituido por la misma alternativa entre las dos perturbaciones que puede originar la mujer, o, mejor dicho, la vida sexual, esto es, la perturbación orgánica o la funcional, la parálisis tabética o la neurosis. Con esta última se relaciona algo laxamente el desdichado fin de Lassalle.

 

Si el profesor N. desempeña un papel en este sueño -muy coherente y de una gran transparencia ante una interpretación cuidadosa- no es sólo por esta analogía y por mi deseo de equivocarme, ni tampoco por sus relaciones con Breslau y con la familia de nuestra amiga allí casada, sino por el siguiente pequeño suceso, relacionado con mi consulta con él. Después de darme su opinión sobre el asunto profesional que a su casa me había conducido, pasó a interesarse por mis asuntos personales. «¿Cuántos hijos tiene usted?» «Seis.» «¿Varones o hembras?» «Tres y tres. Mis hijos constituyen todo mi orgullo y todas mis riquezas.» «Cuidado, pues. Las muchachas son fáciles de educar, pero con los varones suele uno tropezar con más dificultades.» A estas palabras objeté yo que hasta el momento se mostraban muy dóciles; pero este diagnóstico sobre el porvenir de mis hijos me agradaba tan poco como el anterior sobre la enfermedad de mi paciente. Estas dos impresiones quedaron, pues, unidas por la antigüedad, y al acoger en mi sueño la historia de la neurosis quedó sustituida por ella la frase sobre la educación de los hijos, la cual se halla más íntimamente relacionada con las ideas latentes, dado que presenta una firme conexión con los temores posteriormente expresados por mi mujer. De este modo, mi propio temor de que N. pueda acertar con su observación sobre las dificultades de la educación de los hijos varones encuentra acceso a mi sueño escondiéndose detrás de la representación de mi deseo de que tales temores míos sean equivocados. Esta fantasía sirve, sin modificación alguna, para la representación de los dos miembros opuestos de la alternativa.

 

VI

 

Marcinowski: «Esta madrugada he realizado, hallándome en un estado intermedio entre el sueño y el despertar, una interesante condensación verbal. En el curso de una gran cantidad de fragmentos oníricos apenas recordables tropecé con una palabra que vi ante mí como medio escrita y medio impresa. Esta palabra era erzefilisch y pertenecía a una frase que pasó a mi memoria consciente totalmente aislada y fuera de todo contexto: "Eso actúa erzefilisch sobre el sentimiento sexual." Al momento me di cuenta de que como realmente debía decirse era erzieherisch (educativamente), pero todavía vacilé un par de veces, pensando si no sería más exacto erzifilisch. En este momento se me vino a las mientes la palabra sífilis y, todavía medio dormido, atormenté mi cerebro comenzando a analizar cómo podía este concepto pasar a mi sueño careciendo.yo personal y profesionalmente de todo punto de contacto con tal enfermedad. A continuación se me ocurrió la palabra erzählerisch (de «erzählen», relatar), asociación que aclara la segunda sílaba de la formación verbal y me recuerda que ayer tarde fui inducido por nuestra institutriz (Erzieherin) a hablar sobre el problema de la prostitución y para actuar educativamente (erzieherisch) sobre su vida sentimental, no muy normalmente desarrollada; le di el libro de Hesse titulado Sobre la prostitución después de referirle (erzählen) algo relativo a estas cuestiones. Al llegar aquí veo claramente que la palabra sífilis no debe ser tomada en su sentido literal, sino en el de veneno, relacionándola, naturalmente, con la vida sexual. La frase de mi sueño queda, pues, traducida en la siguiente forma, perfectamente lógica: Con mi relato (Erzählung) he querido actuar educativamente (erzieherisch) sobre la vida sentimental de mi institutriz (Erzieherin), pero al mismo tiempo abrigo el temor de que mis palabras puedan actuar sobre ella como un veneno. Erzefilisch - erzae - (erzieh) -(erzifilisch).» Los productos verbales del sueño son muy semejantes a los de la paranoia, que aparecen también en la histeria y en las representaciones obsesivas. Los juegos verbales en que los niños tratan las palabras como objetos, inventando nuevos idiomas y artificiales palabras compuestas, constituyen en este punto la fuente común para el sueño y para las psiconeurosis.

 

El análisis de los desatinados productos verbales construidos por el sueño es particularmente apropiado para demostrar la función condensadora de la elaboración onírica. De los escasos ejemplos aquí comunicados no deberá deducir el lector que un tal material sólo muy raras veces o incluso excepcionalmente llega a ofrecerse a la observación. Por lo contrario, es frecuentísimo, pero a causa de la dependencia de la interpretación onírica del tratamiento psicoanalítico son muy pocos los análisis que se anotan y pueden comunicarse, y la mayoría de estos últimos no resultan comprensibles sino para personas conocedoras de la patología de las neurosis. A estos análisis inaccesibles al lector profano pertenece el de un sueño del doctor v. Karpinska (Int., Zeitschr. f. Psycfroanalyse, II, 1914), que contiene la insensata formación verbal svingum elvi. Asimismo es digna de mención la emergencia en el sueño de una palabra que no carece de sentido, pero que despojada del que le es propio reúne diversas otras significaciones, con respecto a las cuales se conduce como una palabra «falta de sentido». Tal es el caso del sueño de la «categoría», soñado por un niño de diez años y comunicado por V. Tausk. En él «categoría» significa el aparato genital femenino, y categorizar, orinar. Allí donde en el sueño aparecen discursos orales perfectamente diferenciados como tales de las ideas se comprueba siempre el principio de que la oración onírica procede de discursos recordados existentes entre el material del sueño. El texto de estos discursos es conservado fielmente unas veces y otras ligeramente desplazada su expresión. Con frecuencia queda compuesta la oración onírica por diversos recuerdos, permaneciendo entonces invariado el texto y modificado, en cambio, el sentido. Tales discursos no sirven con frecuencia sino de alusión a un suceso en el que fueron pronunciadas las frases recordadas.

 

Share on Twitter Share on Facebook