c) Los medios de representación del sueño.

 

Hemos descubierto hasta aquí que en la transformación del material ideológico latente en contenido manifiesto del sueño actúan dos factores principales: la condensación y el desplazamiento oníricos. Prosiguiendo nuestra investigación, habremos de agregar a ellos dos nuevas condiciones que ejercen una indudable influencia sobre la selección del material constitutivo de dicho contenido manifiesto. Pero previamente, y aun a riesgo de que parezca que hacemos un alto en nuestro camino, creo conveniente echar una primera ojeada sobre los procesos que se desarrollan en la interpretación onírica. No se me oculta que el mejor procedimiento para esclarecer por completo tal labor interpretadora y poner su eficacia a cubierto de posibles objeciones, sería tomar como ejemplo un sueño determinado, desarrollar su interpretación en la forma en que lo hicimos con el sueño de la inyección de Irma, una vez reunidas las ideas latentes descubiertas reconstruir, partiendo de ellas, la formación del sueño o sea completar el análisis de los sueños con una síntesis de los mismos. Es ésta una labor que he realizado más de una vez para mi propia enseñanza, pero no me es posible emprenderla aquí por impedírmelo numerosas consideraciones referentes al material psíquico y que todos mis lectores habrán de comprender y aprobar sin dificultad. Para el análisis no suponen estas consideraciones un tan grave obstáculo, pues la labor analítica puede quedar incompleta y conservar, sin embargo, todo su valor con tal que nos permita penetrar algo en la trama del sueño. En cambio, la síntesis tiene que ser completa si ha de poseer algún valor convincente. Ahora bien: sólo de sueños de personas totalmente desconocidas al público lector me habría de ser posible dar una tal síntesis completa. Pero dado que esta posibilidad no me es ofrecida sino por pacientes neuróticos, habré de aplazar esta parte de la representación del sueño hasta que más adelante hayamos avanzado en el esclarecimiento de las neurosis lo suficiente para volver sobre este tema.

 

Por mis tentativas de reconstruir sintéticamente un sueño partiendo de las ideas latentes, sé que el material descubierto en la interpretación es de muy diferente valor. Hállase constituido, en parte, por las ideas latentes esenciales, que de este modo sustituyen al sueño y bastarían por sí solas para constituir su completa sustitución, si no existiese la censura. El resto de dicho material suele considerarse como poco importante, no concediéndose tampoco valor a la afirmación de que todas estas ideas han participado en la formación del sueño, pues entre ellas pueden más bien encontrarse ocurrencias enlazadas o sucesos posteriores al mismo, acaecidos entre el momento de su desarrollo y el de la interpretación. Esta parte del material descubierto comprende todos los caminos de enlace que han conducido desde el contenido manifiesto hasta las ideas latentes, y también aquellas asociaciones intermediarias y de aproximación, por media de las cuales hemos llegado en la labor de interpretación al conocimiento de dichos caminos.

 

Por el momento no nos interesan sino las ideas latentes esenciales, las cuales revelan ser casi siempre un complejo de ideas y recuerdos de complicadísima estructura y con todos los caracteres de los procesos mentales de la vigilia, que nos son conocidos. Con gran frecuencia son concatenaciones de ideas que parten de diversos centros, pero que no carecen de puntos de contacto y casi regularmente aparece junto a un proceso mental su reflejo contradictorio, unido a él por asociaciones de contraste.

 

Los diversos componentes de esta complicada formación muestran naturalmente las más variadas relaciones lógicas entre sí, constituyendo el primer término y el último divagaciones y aclaraciones, condiciones, demostraciones y objeciones. Cuando la masa total de estas ideas latentes es sometida luego a la presión de la elaboración onírica, bajo cuyos efectos quedan los diversos fragmentos subvertidos desmenuzados y soldados, como los témpanos de hielo a la deriva, surge la interrogación de cuál ha sido el destino de los lazos lógicos que hasta entonces había mantenido la cohesión del conjunto. ¿Qué representación alcanzan en el sueño los términos «sí, porque, tan, aunque, o… o…» y todas las demás conjunciones sin las cuales nos es imposible comprender una oración o un discurso?

 

La primera respuesta a esta interrogación es la de que el sueño no dispone de medio alguno para representar estas relaciones lógicas de las ideas latentes entre sí. La mayor parte de las veces deja a un lado todas las conjunciones señaladas y toma únicamente para elaborarlo el contenido objetivo de las ideas latentes. A cargo de la interpretación queda después la labor de reconstruir la coherencia que la elaboración onírica ha destruido.

 

La falta de esta capacidad de expresión debe depender del material psíquico con el que el sueño es elaborado. A una análoga limitación se hallan sometidas las artes plásticas, comparadas con la poesía, que puede servirse de la palabra, y también en ellas depende tal impotencia del material por medio de cuya elaboración tienden a exteriorizar algo. Antes que la pintura llegase al conocimiento de sus leyes de expresión, se esforzaba en compensar esta desventaja haciendo salir de la boca de sus personajes filacterias en las que constaban escritas las frases que el pintor desesperaba de poder exteriorizar con la expresión de sus figuras.

 

Quizá se nos presente aquí la objeción de que no es exacto que el sueño renuncie a la representación de las relaciones lógicas, pues existen algunos en los que se desarrollan las más complicadas operaciones mentales, y en los que se demuestra y se contradice, se sutiliza y se compara, del mismo modo que en el pensamiento despierto. Pero también aquí nos engaña una falsa apariencia. Cuando emprendemos la interpretación de tales sueños, averiguamos que todo ello es material onírico y no representación de una labor intelectual en el sueño. Lo que el aparente pensar del sueño reproduce es el contenido de las ideas latentes y no las relaciones de dichas ideas entre sí, en cuya fijación es en lo que consiste el pensamiento. Más adelante expondré algunos ejemplos que ilustrarán estas afirmaciones. Lo que desde luego es fácilmente comparable es que todos los discursos orales que en el sueño aparecen (y son expresamente calificados de tales por el sujeto) son siempre reproducciones exactas o sólo ligeramente modificadas de discursos reales, cuyo recuerdo forma parte del material onírico. El discurso no es con frecuencia sino una alusión a un suceso contenido en las ideas latentes, siendo muy otro el sentido del sueño.

 

De todos modos, no he de discutir que en la formación de los sueños interviene también una labor intelectual crítica que no se limita a repetir materiales de los productos oníricos. Al final de estas consideraciones habré de esclarecer la influencia de este factor y entonces veremos que tal labor intelectual no es provocada por las ideas latentes, sino por el sueño mismo, ya constituido en cierto modo.

 

Queda, pues, fijado, por el momento, que las relaciones lógicas de las ideas latentes entre sí no encuentran en el sueño una representación especial. Allí donde el sueño muestra, por ejemplo, una contradicción, lo que existe es una oposición contra el sueño mismo o una contradicción surgida del contenido de una de las ideas latentes. Sólo de una manera muy indirecta corresponde una contradicción en el sueño a una contradicción entre las ideas latentes.

 

Pero así como la pintura ha conseguido representar de un modo distinto al primitivo de la filacteria, la intención, por lo menos, de lo que sus figuras habrían de expresar en palabras -ternura, amenaza, consejo, etc.-, también posee el sueño la posibilidad de atender a algunas de las relaciones lógicas de sus ideas latentes por medio de una apropiada modificación de la peculiar representación onírica. Puede comprobarse que esta facultad varía mucho en los diversos sueños. Mientras que unos prescinden por completo del enlace lógico de sus materiales, intentan otros modificarlo lo más completamente posible. El sueño se aleja en este punto muy diversamente del texto que le es ofrecido para su elaboración, comportándose asimismo de un modo igualmente variable con respecto a la relación temporal de las ideas latentes cuando en lo inconsciente existe establecida una tal relación (cf. el sueño de la inyección de Irma).

 

Mas ¿con qué medios consigue la elaboración del sueño indicar tales relaciones del material onírico, difícilmente representables? Intentaremos enumerarlos.

 

En primer lugar, rinde su tributo a la innegable coherencia de todos los elementos del contenido latente, reuniéndolos en una síntesis, situación o proceso. Reproduce la coherencia lógica como simultaneidad, y obrando así procede como el pintor que al representar en un cuadro la Escuela de Atenas o el Parnaso reúne en su obra a un grupo de filósofos o poetas que realmente no se encontraron nunca juntos en un atrio o sobre una montaña, como el artista nos lo muestra, pero que constituyen, para nuestro pensamiento, una comunidad. Es éste el procedimiento general de representación del sueño. Así siempre que nos muestra dos elementos próximos uno a otro, nos indica con ello la existencia de una íntima conexión entre los que a ellos corresponden en las ideas latentes. Sucede aquí lo que en nuestro sistema de escritura: cuando escribimos ab indicamos que las dos letras han de ser pronunciadas como una sola sílaba; mas si vemos escrito primero a y luego b después de un espacio libre, lo consideraremos como indicación de que a es la última letra de una palabra y b la primera de otra. Comprobamos pues, que las combinaciones oníricas no se constituyen con elementos totalmente arbitrarios y heterogéneos del material del sueño, sino con aquellos que también se hallan íntimamente ligados en las ideas latentes.

 

Para representar las relaciones causales dispone el sueño de dos procedimientos que en esencia vienen a ser la misma cosa. La forma de representación más corriente, cuando, por ejemplo, presentan las ideas latentes el siguiente contenido: «A causa de tales o cuales cosas tuvo que suceder ésto o lo otro», consiste en incluir la frase accesoria como sueño preliminar y agregar a ella, como sueño principal, la frase principal. El orden de sucesión puede también ser el inverso, pero la frase principal corresponde siempre a la parte más ampliamente desarrollada.

 

A una de mis pacientes debo un bello ejemplo de tal representación de la casualidad en un sueño que más adelante comunicaré en su totalidad. Componíase este sueño de un corto preludio y un amplio sueño sucesivo, muy centrado, al que podríamos dar el título de «Por la flor». El sueño preliminar fue como sigue: «Va a la cocina, en la que se hallan las dos criadas, y las regaña por no haber terminado de hacer `ese poco de comida'. Mientras tanto, ve una gran cantidad de groseros utensilios de cocina puestos boca abajo a escurrir y formando un montón. Las dos criadas van por agua. Para ello tienen que meterse en un río que llega hasta la casa o entra en el patio.»

 

A continuación se desarrolla el sueño principal, que comienza en la siguiente forma: «La sujeto baja desde un elevado lugar, avanzando por una singular pasarela y se regocija de que sus vestidos no queden enganchados en ningún sitio…» El sueño preliminar se refiere a la casa paterna de la sujeto. Las palabras que ésta dirige a las criadas las ha debido de oír, sin duda, a su madre en ocasión análoga. El montón de bastos utensilios de cocina procede del recuerdo de la cacharrería que existía establecida en la misma casa. La segunda parte del primer sueño contiene una alusión al padre de la sujeto, el cual acostumbraba interesarse demasiado por las criadas, y que murió a consecuencia de una enfermedad contraída en una inundación; la casa se hallaba situada a orillas de un río. Así, pues, el pensamiento que se oculta detrás del sueño preliminar es el siguiente: «Por proceder yo de una tan humilde e insatisfactoria condición…» El sueño principal recoge este mismo pensamiento y lo expresa en una forma modificada por la realización de deseos: soy de elevada procedencia. En realidad, pues, por ser de tan baja procedencia, ha sido ésta mi vida.

 

Por lo que hasta ahora he podido ver, la división de un sueño en dos partes desiguales no significa siempre la existencia de una relación causal entre las ideas correspondientes a cada una de las mismas. Con gran frecuencia, parece como si en ambos sueños fuese representado el mismo material desde dos diferentes puntos de vista. Esto es lo que sucede seguramente en aquellas series de sueños sucesivos de una misma noche, que terminan en una polución, y a través de los cuales va conquistándose la necesidad somática, una expresión cada vez más clara. Puede también suceder que los dos sueños proceden de centros distintos del material onírico, cruzándose sus contenidos, de manera que uno de ellos presenta como centro aquello que en el otro actúa como indicación, y recíprocamente. En cambio, existen otros casos en los que la división en un breve sueño preliminar y un más extenso sueño ulterior significa realmente la existencia de una relación causal entre ambos fragmentos. El segundo procedimiento de representación a que antes nos referimos es puesto en práctica cuando el material dado presenta una menor amplitud, y consiste en que una imagen onírica -de una persona o de una cosa-queda transformada en otra. Pero sólo cuando vemos desarrollarse en el sueño esta transformación es cuando podemos afirmar la existencia de la relación causal, y no, en cambio, cuando observamos simplemente que en lugar de una imagen ha surgido otra. Dijimos antes que los dos procedimientos empleados por el sueño para representar la relación causal venían a ser, en el fondo, una misma cosa. Ambos representan, efectivamente la causación por una sucesión. El primero, por la sucesión de los sueños, y él segundo, por la transformación inmediata de una imagen en otra. De todos modos, lo general es que la relación causal no obtenga representación especial alguna, quedando envuelto en la obligada sucesión de los elementos del proceso onírico.

 

La alternativa «o… o» (o esto o aquello) no encuentra representación ninguna en el sueño, el cual acostumbra acoger todos los elementos que la componen, despojándolos de su carácter alternativo. El sueño de la inyección de Irma nos da un clásico ejemplo de esta conducta del fenómeno onírico. El contenido de las ideas latentes de este sueño es como sigue: no soy responsable de que Irma no experimente mejoría alguna en sus sufrimientos; ello depende o de su resistencia a aceptar mi solución o de las desfavorables circunstancias sexuales en que vive (y que no me es posible modificar) o de que su enfermedad no es de naturaleza histérica, sino orgánica. Pero el sueño realiza todas estas posibilidades, casi incompatibles, e incluso no vacila en añadir a ellas otras más, tomándolas del deseo onírico. La alternativa hemos tenido pues, que introducirla nosotros en el conjunto de las ideas latentes después de la interpretación.

 

Así, pues, allí donde el sujeto del sueño introduce en el relato del mismo una alternativa: era un jardín o una habitación, etc. , no muestra el sueño tal alternativa, sino simplemente una yuxtaposición, y lo que al introducir la alternativa queremos significar en nuestro relato del sueño es la vaguedad e imprecisión de un elemento del mismo. La regla de interpretación aplicable a este caso consiste en situar en un mismo plano los diversos miembros de la aparente alternativa y unirlos con la conjunción copulativa «y». Veamos un ejemplo: después de esperar en vano durante algún tiempo que un amigo mío me comunicase las señas de su hospedaje en Italia, sueño recibir un telegrama en el que me las indica, viéndolas yo impresas en tinta azul sobre la blanca cinta telegráfica. La primera palabra aparece muy borrosa y puede ser:

o vía

o villa, la segunda palabra, clara, es Sezerno.

o incluso (casa).

 

La segunda palabra; de sonido italiano y que me recuerda nuestras discusiones etimológicas, expresa también mi enfado por haberme mantenido oculto mi amigo su paradero durante tanto tiempo. Cada uno de los miembros de la terna propuesta para la primera palabra se revela en el análisis como un punto de partida independiente e igualmente justificado, de la concatenación de ideas.

 

En la noche anterior al entierro de mi padre sueño ver un anuncio impreso -semejante a los que en las salas de espera de las estaciones recuerdan la prohibición de fumar-, en el que se lee la frase siguiente:

Se ruega cerrar los ojos.

 

O esta otra:

Se ruega cerrar un ojo.

 

Esta alternativa la podemos representar así:

los

Se ruega cerrar ojo (s).

un

 

Cada uno de los dos textos posee un sentido particular y nos lleva, en la interpretación, por caminos que le son peculiares. Para el entierro y los funerales de mi padre había yo elegido el ceremonial más sencillo posible, pues sabía cuáles eran sus ideas sobre este punto. Pero otras personas de mi familia no estaban conformes conmigo y opinaban que tan puritana sencillez había de avergonzarnos ante los concurrentes al duelo. Por esta razón, ruega uno de los textos del sueño «que se cierre un ojo», o sea, según el sentido de esta frase familiar, que seamos indulgentes para con las debilidades de los demás. El significado de la vaguedad que al relatar el sueño describimos con una alternativa resulta aquí fácilmente comprensible. La elaboración onírica no ha conseguido hallar un texto único, pero de doble sentido, para la expresión de las ideas latentes, y de este modo se separan ya en el contenido manifiesto las dos principales series de ideas.

 

Las alternativas, difícilmente representables, quedan también expresadas, en algunos casos, por la división del sueño en dos partes de igual amplitud.

 

La conducta del sueño con respecto a la antítesis y la contradicción es altamente singular. De la contradicción prescinde en absoluto, como si para él no existiese el «no», y reúnen en una unidad las antítesis o las representa con ella. Asimismo se toma la libertad de representar un elemento cualquiera por el deseo contrario a él, resultando que, al enfrentarnos con un elemento capaz de ser contrario, no podemos saber nunca, al principio, si se halla contenido positiva o negativamente en las ideas latentes. En uno de los ejemplos últimamente citados, cuyo fragmento preliminar interpretamos («por proceder de tan humilde condición»), desciende la sujeto por unas singulares pasarelas, llevando en la mano una rama florida. Dado que las asociaciones que a esta imagen enlaza la sujeto son la figura del ángel que en las pinturas de la Anunciación aparece ante (la Virgen la sujeto se llama María) con una vara de azucenas en la mano, y el recuerdo de las niñas vestidas de blanco que acompañan a la procesión de Corpus Christi por las calles tapizadas de verdes ramas, habremos de deducir que la florida rama de su sueño constituye, sin duda alguna, una alusión a la inocencia sexual. Pero tal rama aparece cuajada de flores encarnadas, muy semejante a camelias. La combinación del sueño muestra que al llegar la sujeto al final de su descenso se han deshojado ya casi todas las flores. Luego siguen claras alusiones al período. De este modo, la misma rama, llevada como una vara de azucenas y como por una muchacha inocente, es, simultáneamente, una alusión a la «dama de las camelias», que, como es sabido, se adornaba siempre con una de estas flores, blanca de ordinario y roja durante los días del período. La florida rama («las flores de la muchacha», en `des Mädchens Blüten' de Goethe) representa, pues, al mismo tiempo la inocencia sexual y su antítesis. Y este mismo sueño que expresa la alegría de la sujeto por haber conseguido conservarse inmaculada en su camino, deja también trasparentarse en algunos lugares (como en el deshojarse de las flores) un pensamiento contrario: el de haberse hecho culpable de diversos pecados contra la pureza (durante su infancia). En el análisis de éste sueño nos es fácil diferenciar claramente ambos procesos mentales, de los cuales el satisfactorio y consolador parece ser más superficial, y, en cambio, más profundo el que entraña un reproche. Ambos son radicalmente opuestos, y sus elementos iguales, pero contrarios, han quedado representados en el sueño por los mismos factores.

 

Tan sólo una de las relaciones lógicas -la de analogía, coincidencia o contacto- aparece acomodable a los mecanismos de la formación onírica, pudiendo así quedar representada en el sueño por medios mucho más numerosos y diversos que ninguna otra. Las coincidencias o analogías existentes en el sueño constituyen los primeros puntos de apoyo de la formación de los sueños, y una parte nada insignificante de la elaboración onírica consiste en crear nuevas coincidencias de este género cuando las existencias no pueden pasar al sueño por oponerse a ello la resistencia de la censura. La tendencia a la condensación, característica de la elaboración onírica, presta también su ayuda para la representación de la relación de analogía.

 

La analogía, la coincidencia y la comunidad son representadas generalmente por el sueño mediante la síntesis, en una unidad, de los elementos que las componen. Cuando esta unidad no existe de antemano en el material del sueño, es creada al efecto. En el primer caso, hablamos de identificación, y en el segundo, deformación mixta. La identificación es utilizada cuando se trata de personas, y la formación mixta, cuando los elementos que han de ser fundidos en una unidad son objetos. No obstante, también quedan constituidas formaciones mixtas de personas. Del mismo modo que éstas, son tratados con frecuencia por el sueño los lugares.

 

La identificación consiste en que sólo una de las personas enlazadas por una comunidad pasa a ser representada en el contenido manifiesto, quedando las restantes como reprimidas para el sueño. Pero en el sueño, esta persona que encubre las otras entra tanto en aquellas relaciones y situaciones que le son propias como en las correspondientes a cada una de las demás. Cuando la formación mixta se extiende a las personas muestra ya la imagen onírica rasgos que pertenecen a las personas por ella representadas, pero que no les son comunes, quedando así determinada, por la reunión de tales rasgos, una nueva unidad, una persona mixta. Esta mezcla puede realizarse de muy varios modos. La persona onírica puede llevar el nombre de una de aquellas a las que representa -y en este caso «sabemos» en el sueño de qué persona se trata, en una forma análoga a nuestro «saber» en la vida despierta-, presentando, en cambio, los rasgos visuales de otra, o también puede aparecer compuesta la imagen onírica de rasgos pertenecientes a ambas personas. La participación de la segunda persona puede asimismo quedar representada, en lugar de por rasgos visuales, por los ademanes que se atribuyen a la primera, las palabras que se colocan en sus labios o la situación en que se la incluye. En este último caso, comienza a borrarse la definida diferencia existente entre identificación y formación mixta. Pero también puede suceder que fracase la formación de tal persona mixta y entonces es atribuida la escena del sueño a una de las personas, y la otra -generalmente más importante- aparece a su lado, pero sin intervenir para nada en la acción y realizando mero acto de presencia. Al relatar tales sueños dice, por ejemplo, el sujeto: «Mi madre estaba también presente» (Stekel). Tales elementos del contenido manifiesto pueden entonces compararse a los determinativos de la escritura jeroglífica, signos no destinados a la pronunciación, sino a determinar a otros.

 

La comunidad que justifica y, por tanto, crea la unificación de las dos personas, puede hallarse o no representada en el sueño. Lo general es que la identificación o la formación de persona mixta sirva precisamente para ahorrar la representación de dicha comunidad. Así, en lugar de repetir: A es enemigo mío y B también, construimos en el sueño una persona mixta con las de A y B o nos representamos a A en un acto que caracteriza a B. La persona onírica así constituida se nos muestra en el sueño dentro de una nueva relación cualquiera, y la circunstancia de representar a A como B nos da derecho a incluir, en el lugar correspondiente de la interpretación, aquello que es común a ambas, o sea su hostilidad hacia mí. De este modo conseguimos con frecuencia una extraordinaria condensación del contenido onírico, pues podemos ahorrarnos la representación de circunstancias complicadísimas enlazadas a una persona cuando hallamos otra que participa también en ellas, pero en un grado mucho menor. Fácilmente se ve hasta qué punto puede servir también esta identificación para eludir la censura de la resistencia que tan duras condiciones impone a la elaboración de los sueños. Así cuando lo que repugna a la censura reposa precisamente en aquellas representaciones enlazadas, dentro del material onírico, a una de las personas y hallamos otra que, encontrándose también en relación con el material rechazado, lo está tan sólo con una parte del mismo. El contacto en los puntos no libres de censura nos da derecho a constituir una persona mixta, caracterizada, en ambas direcciones, por rasgos indiferentes. Esta persona mixta y de identificación resulta entonces apropiada, por estar libre de censura, para pasar al contenido manifiesto, y de este modo habremos satisfecho, mediante el empleo de la condensación, las exigencias de la instancia censora.

 

Cuando en el contenido manifiesto de un sueño hallamos representada una comunidad de las dos personas, habremos de interpretarlo como una indicación de la existencia de otra comunidad oculta cuya representación no ha sido permitida por la censura. En estos casos ha tenido efecto, en cierto modo, un desplazamiento de la comunidad en favor de la representabilidad. Del hecho de sernos mostrada la persona mixta en el sueño, con un elemento común indiferente, debemos deducir la existencia de otra comunidad, nada indiferente esta vez en las ideas latentes.

 

La identificación o la formación de personas mixtas sirve, por tanto, en el sueño para diversos fines: 1º Para la representación de una comunidad de las dos personas. 2º Para la representación de una comunidad de desplazada. 3º Para expresar una comunidad simplemente deseada. Dado que el deseo de que entre dos personas exista o quede establecida una comunidad coincide frecuentemente con un intercambio de las mismas, es expresado también en el sueño tal deseo por medio de la identificación. En el sueño de la inyección de Irma deseo cambiar a esta paciente por otra; esto es, deseo que otra persona llegue a incluirse, como Irma, en el número de mis pacientes. El sueño atiende este deseo, mostrándome una persona que se llama Irma, pero que es sometida a un reconocimiento médico en circunstancias correspondientes exclusivamente a la otra. En el sueño del amigo, que es mi tío, queda constituido este intercambio en centro del sueño y me identifico con el ministro, tratando y juzgando tan adversamente como él a mis colegas.

 

Sin excepción alguna, he podido comprobar que en todo sueño interviene la propia persona del sujeto. Los sueños son absolutamente egoístas. Cuando en el contenido manifiesto no aparece nuestro yo y sí únicamente una persona extraña, podemos aceptar sin la menor vacilación que se ha ocultado por identificación detrás de dicha persona y habremos de agregarlo al sueño. En cambio, otras veces que nuestro yo aparece en el contenido manifiesto, la situación en que se nos muestra incluido nos indica que detrás de él se esconde por identificación otra persona. Con esto nos advierte el sueño que en la interpretación deberemos transferir a nosotros algo referente a dicha otra persona y que nos es común con ella. Hay, por último, sueños en los que nuestro yo aparece entre otras personas, las cuales revelan ser, una vez solucionada la identificación, otras tantas representaciones suyas. Al interpretar estos casos habremos de enlazar a nuestro yo deduciendo de tales identificaciones determinadas representaciones a las que la censura ha puesto el veto. Así, pues, podemos representar múltiplemente nuestro yo en el sueño, directamente una vez, y otras mediante su identificación con personas distintas. Por medio de unas cuantas identificaciones de este género puede obtenerse la condensación de un abundantísimo material.

 

Las identificaciones de lugares de nombre determinado son aún más sencillas de solucionar que las de personas, pues falta en ellas la perturbación que siempre introducen en el sueño las poderosas energías del yo. En uno de mis sueños de Roma sé que me encuentro en esta ciudad, pero me asombra ver en una esquina numerosos carteles anunciadores redactados en alemán. Esta última imagen constituye una realización de deseos, a la que asocio en seguida Praga. El deseo en sí procede de un juvenil período de nacionalismo. Días antes de este sueño me había propuesto un amigo mío encontrarnos en Praga. La identificación de Roma y Praga se explica, pues, por una comunidad deseada. Quisiera reunirme con mi amigo en Roma mejor que en Praga, e intercambiar estas ciudades para nuestro encuentro.

 

La posibilidad de crear formaciones mixtas es uno de los factores que más contribuyen a dar el sueño su frecuente carácter fantástico, pues con tales formaciones pasan al contenido manifiesto elementos que no pudieron ser jamás objetos de percepción. El proceso psíquico correspondiente a la formación mixta en el sueño es, evidentemente, el mismo que se desarrolla en el estado de vigilia, cuando nos imaginamos un centauro o un dragón. La única diferencia consiste en que la creación fantástica de la vigilia se rige por la impresión que nos proponemos produzca su resultado, mientras que la formación mixta del sueño queda determinada por un factor exterior a la conformación; esto es, por la comunidad existente en las ideas latentes. La formación mixta onírica puede ser constituida de diversos modos. En su composición más desprovista de arte aparecen representadas únicamente las cualidades de uno de los objetos, y esta representación se nos muestra acompañada de la convicción de que se refiere, al mismo tiempo, a otro objeto. Una técnica más cuidadosa reúne los rasgos de ambos objetos en una nueva imagen, utilizando para ello, hábilmente, las analogías que los mismos pueden poseer en la realidad. La nueva creación puede resultar totalmente absurda o constituir, por el contrario, una bella fantasía, según las condiciones del material y el ingenio que presidía a la fusión.

 

Cuando los objetos que han de ser condensados en una unidad son demasiado heterogéneos, se limita frecuentemente la elaboración onírica a crear un producto mixto con un nódulo preciso, al que se agregan determinantes más borrosas. En estos casos ha fracasado la síntesis en una sola imagen, y las dos representaciones se superponen, engendrando algo semejante a una lucha entre dos imágenes visuales. Si intentamos representarnos gráficamente la formación de un concepto sobre la base de imágenes de percepción, obtendremos una imagen análoga.

 

Los sueños se muestran, como era de esperar, plagados de tales formaciones mixtas. En los ejemplos analizados hasta aquí hemos señalado ya.algunas, a las que ahora agregaremos varias más. El sueño últimamente expuesto, que describe la vida de la paciente, «con la flor» o «desflorada», nos muestra al yo onírico, llevando en la mano una florida rama, que, según averiguamos ya, significa, al mismo tiempo, inocencia y culpabilidad sexuales. Dicha rama recuerda, además, por la distribución de las flores, a las de los cerezos en flor, y las flores, aisladamente consideradas, son camelias. Por último, rama y flores, tomadas en conjunto, dan la impresión de una planta exótica. Las ideas latentes nos revelan la comunidad existente entre los diversos elementos de esta formación mixta. La rama florida está constituida como un compuesto de alusiones a los regalos que movieron a la sujeto, o debieron moverla, a mostrarse complaciente. Así, en su infancia, las cerezas, y en años posteriores, una planta de camelias. Lo exótico es una alusión a un naturalista que había viajado mucho y pretendido un tiempo a la sujeto, regalándole en una ocasión un dibujo de una planta. Otra paciente creó en un sueño un lugar intermedio entre las casetas de los baños de mar, las garitas en que suele hallarse instalado el retrete en las casas campesinas y los sotabancos de nuestras viviendas ciudadanas. Los primeros elementos tienen común relación con la desnudez, y por su unificación con el tercero habremos de concluir que también el sotabanco de la casa en que la paciente vivió de niña fue testigo de escenas de dicho género. Un individuo creó en sueños de dos lugares -mi gabinete de consulta y el local público en el que conoció a su mujer- una localidad mixta. (La comunidad entre los dos elementos de esta formación mixta queda proporcionada por la palabra Kur (cura y corte). A mi gabinete de consulta acudía el sujeto a someterse a una «cura», como antes acudía al otro local a hacer la «corte» a la mujer a la que más tarde hizo su esposa.) Una muchacha a la que su hermano ha prometido traerle caviar sueña que dicho hermano tiene ambas piernas cubiertas de granitos, negros como los huevecillos del caviar y de la misma forma y tamaño. Los elementos contagio en sentido moral y el recuerdo de una erupción que padeció en su infancia y sembró sus piernas de puntitos rojos, en lugar de negros, se han unido aquí con los huevecillos de caviar para formar un nuevo concepto, el de aquello que ha recibido de su hermano («que su hermano le ha contagiado»). En un sueño comunicado por Ferenczi hallamos una formación mixta compuesta por la persona de un médico y un caballo, imagen que además lleva puesta una camisa de dormir. El análisis reveló la comunidad existente entre estos elementos después de demostrar que la camisa de dormir constituía una alusión al padre de la sujeto en una escena de la infancia de esta última. En los tres casos se trataba de objetos de su curiosidad sexual. Siendo niña, la había llevado varias veces su niñera a una yeguada militar, lugar en el que tuvo ocasión de satisfacer su curiosidad sexual, aún no coartada.

 

He afirmado antes que el sueño carece de medios para representar la relación de antítesis u oposición -el «no»-, y voy ahora a contradecir, por vez primera, tal aserto. Una parte de los casos que hemos de considerar como de «antítesis» y podríamos colocar bajo la rúbrica de inversamente o por el contrario , alcanza su representación en el sueño del modo siguiente, que casi podríamos calificar de chistoso. El «inversamente» no llega de por sí al contenido manifiesto, sino que exterioriza su existencia en el material con la inversión -como a posteriori- de un fragmento del contenido manifiesto, relacionado con él por motivos distintos. Este proceso es más fácil de ilustrar que de describir. En el.bello sueño «de arriba abajo», descrito anteriormente, la representación onírica del subir muestra la inversión de la escena de Safo, que constituye su modelo en las ideas latentes. En el sueño la subida es penosa al principio y luego fácil, al revés de lo que sucede en dicha escena de la novela de Daudet. Los términos «arriba» y «abajo» referidos al hermano del sujeto son también representados inversamente en el sueño, y todas estas circunstancias indican la existencia de una relación contradictoria o antitética entre dos fragmentos del material de ideas latentes, relación consistente, según vimos, en que la fantasía infantil del sujeto le mostraba llevado en brazos de su nodriza, inversamente a como en la novela llega el protagonista en brazos a su amada. También mi sueño del ataque de Goethe contra M. entraña una tal inversión, que hemos de deshacer para conseguir interpretarlo. Su contenido manifiesto expone que Goethe ha hecho objeto de un violentísimo ataque literario a un joven escritor, el señor M. La realidad, tal y como se halla contenida en las ideas latentes, es que un amigo mío, hombre de reconocido talento, ha sido atacado por un joven escritor nada conocido. En este sueño establezco un cálculo tomado como punto de partida al año de la muerte de Goethe; en la realidad partía el cálculo del año en que nació el paralítico. La idea dominante del material onírico resulta ser mi oposición a que se trate a Goethe como a un demente, y el sueño me dice: «Lo que sucede es todo lo contrario; si no alcanzas a comprender este libro, el imbécil eres tú y no el autor.» En todos estos sueños de inversión parece además hallarse contenida una relación a un sentimiento despectivo («volver la espalda a alguien»); así, en el sueño de Safo, con respecto al hermano del sujeto. Es, por último, digna de mención la frecuencia con que tales inversiones aparecen en los sueños provocados por sentimientos homosexuales reprimidos.

 

La inversión o transformación de un elemento es su contrario en uno de los medios de representación que el sueño emplea con mayor frecuencia, por serle de múltiple utilidad, sirviendo, en primer lugar, para dar cuerpo a la realización de deseos, contraria a un determinado elemento de las ideas latentes. La expresión «¡Ojalá hubiera sido al revés!», es, con frecuencia, la que mejor traduce la reacción del yo contra un recuerdo penoso. Pero cuando la inversión se nos muestra más valiosa es cuando la consideramos desde el punto de vista de la censura, pues crea una considerable deformación de los elementos que de representar se trata, hasta el punto de paralizar, al principio, toda tentativa de comprensión del sueño. Por tanto, cuando un sueño nos rehúsa tenazmente su sentido, deberemos intentar la inversión de determinados fragmentos de su contenido, operación con la cual queda todo aclarado en el acto muchas veces. A más de la inversión del contenido, habremos también de tener en cuenta la de la sucesión en el tiempo. La deformación onírica emplea, en efecto con frecuencia, la técnica consistente en representar, al principio del sueño el desenlace del suceso o la conclusión del proceso mental, y, al final del mismo, las causas del primero o las premisas del segundo. Aquellos que no tengan en cuenta este medio técnico de la deformación onírica permanecerán perplejos ante la labor de interpretación.

 

Suele incluso suceder que en algunos casos no conseguimos descubrir el sentido del sueño hasta después de haber llevado a efecto, en el contenido manifiesto, la inversión de múltiples y muy diversas relaciones. De este modo se esconde, por ejemplo, en el sueño de un neurótico obsesivo, el recuerdo de su deseo infantil de la muerte de su temido padre, detrás de las siguientes.palabras: Su padre le regaña porque vuelve muy tarde a casa. Pero los datos obtenidos con anterioridad en el tratamiento y las ocurrencias del sujeto demuestran que la idea primitiva es la de que se halla enfadado con su padre, y que para él siempre volvía éste a casa demasiado temprano (demasiado pronto). Hubiera preferido que no hubiera vuelto, deseo idéntico al de su muerte. Siendo niño se había hecho culpable el sujeto de una agresión sexual a otra persona durante una larga ausencia de su padre, y había sido amenazado con las palabras: «¡Ya verás cuando vuelva tu papá!»

 

Si queremos proseguir aún más allá las relaciones entre el contenido manifiesto y las ideas latentes tomaremos como el mejor punto de partida el sueño mismo y nos plantearemos la interrogación de cuál es, con relación a las ideas latentes, el significado de determinados caracteres formales de la representación onírica. A estos caracteres formales, que tienen que despertar nuestra atención al examinar el sueño, pertenecen ante todo las diferencias de intensidad sensorial de los distintos productos oníricos y las de claridad de los diversos fragmentos de un sueño o de sueños enteros comparados entre sí. Las diferencias de intensidad de los diversos productos oníricos forman toda una escala, que va desde una agudeza de impresión que nos inclinaríamos a colocar por cima de la realidad -aunque claro está que sin garantías- hasta una enfadosa vaguedad, que declaramos característica del sueño, por no ser comparable exactamente a ninguno; de los grados de precisión que tenemos lugar de percibir en los objetos de la realidad.

 

Acostumbradamente calificamos también de «fugitiva» la impresión que de un borroso objeto onírico recibimos, mientras que de los objetos oníricos más precisos opinamos que han permitido una más larga percepción. Surge aquí la interrogación de cuáles son las condiciones del material onírico a las que obedecen estas diferencias de vitalidad de los diversos trozos del contenido manifiesto.

 

Habremos de rebatir ante todo algunas hipótesis que parecen imponerse a este respecto. Dado que en el material onírico pueden hallarse incluidas, desde luego, sensaciones reales percibidas durante el reposo, se supondrá, probablemente, que estas sensaciones o los elementos oníricos de ellas derivados se significan, en el contenido manifiesto, por una especial intensidad; o inversamente, que aquello que en el sueño muestra una especial intensidad podrá ser referido a dichas sensaciones reales. Ahora bien: mi experiencia no me ha confirmado jamás estas hipótesis. No es exacto que aquellos elementos del sueño que son derivados de sensaciones percibidas durante el reposo (estímulos nerviosos) se distingan, por su mayor intensidad de los que proceden de recuerdos. El factor realidad carece de toda influencia sobre la determinación de la intensidad de las imágenes oníricas.

 

Podría también suponerse que la intensidad sensorial (vivacidad) de las diversas imágenes oníricas se hallaba en relación con la intensidad psíquica de los elementos correspondientes en las ideas latentes. En estas últimas, la intensidad coincide con el valor psíquico, y los elementos más intensos no son otros que los más importantes, los cuales constituyen el nódulo. Ahora bien: sabemos que precisamente la mayor parte de estos elementos no consiguen pasar, por impedírselo la censura, al contenido manifiesto. Sin embargo, podría ser que aquellos más próximos derivados suyos, que los representan, mostrasen en el sueño un más alto grado de intensidad, sin que por ello tuvieran que.constituir el centro de la representación onírica. Pero también esta sospecha queda destruida por la observación comparativa del sueño y el material onírico. La intensidad de los elementos del primero no tiene nada que ver con la de los que constituyen el segundo, y entre el material onírico y el sueño tiene, efectivamente lugar una completa transmutación de todos los valores psíquicos. Un elemento fugitivamente animado y encubierto por imágenes más intensas es muchas veces el único que descubrimos, constituye un derivado directo de aquello que en las ideas latentes dominaba en absoluto.

 

La intensidad de los elementos del sueño aparece determinada en otra forma distinta y por los factores independientes entre sí. En primer lugar advertimos sin esfuerzo la especial intensidad con la que se nos muestran representados en el sueño aquellos elementos en los que se exterioriza la realización de deseos, y en segundo, nos descubre el análisis que aquellos elementos que aparecen dotados de una vitalidad son a la vez los que constituyen el punto de partida de un más amplio número de rutas mentales y los mejor determinados. Este principio, empíricamente establecido, puede ser formulado en los siguientes términos: los elementos que mayor intensidad muestran en el sueño son aquellos cuya formación ha exigido una mayor labor de condensación. Esta condición y la anteriormente señalada de la realización de deseos habrán de poder ser encerradas en una única fórmula.

 

El problema al que las precedentes consideraciones se refieren, o sea el de las causas de la mayor o menor intensidad o precisión de los diversos elementos del sueño, no debe ser confundido con el que plantea la distinta claridad de sueños enteros o fragmentados, lo contrario de precisión es vaguedad; en el segundo, confusión. Sin embargo, es innegable que las cualidades ascendentes y descendentes de ambas escalas se presentan en mutua correspondencia. Aquellos fragmentos de un sueño que muestran una mayor claridad contienen, en su mayor parte, elementos intensos, y por el contrario, un sueño oscuro se halla constituido por muy escasos elementos intensos. Pero el problema planteado por la escala que se extiende desde lo aparentemente claro hasta lo impreciso y confuso es mucho más complicado que el de las oscilaciones de la vivacidad de los elementos del sueño, y por razones que más adelante expondremos, no nos es posible someterlo todavía a discusión. En algunos casos observamos, no sin sorpresa, que la impresión de claridad o imprecisión producida por un sueño no depende en absoluto del proceso de su constitución, sino que procede del material onírico, a título de componente del mismo. Así, recuerdo un sueño que me pareció, al despertar, tan especialmente bien constituido, coherente y claro, que antes de disipar por completo en mí el aturdimiento del reposo, me propuse establecer una nueva categoría de sueños no sometidos a los mecanismos de la condensación y el desplazamiento, y que habrían de calificarse de «fantasía durante el reposo». Pero un más detenido examen me demostró que ese sueño poco común presentaba en su constitución las mismas fisuras y soluciones de continuidad que otro cualquiera, con lo cual hube de renunciar a la categoría de las fantasías oníricas. Su contenido era que yo exponía a mi amigo Fliess una difícil teoría de la bisexualidad, constituida al cabo de trabajosas investigaciones, y la fuerza realizadora de deseos hacía que dicha teoría (que, por lo demás, no era comunicada en el sueño) nos pareciese clara y sin lagunas. Así, pues, aquello que yo había considerado como un juicio sobre el sueño completo era una parte, y precisamente la esencial, del contenido.onírico. La elaboración onírica parecía extenderse, en este caso, a los comienzos del pensamiento despierto y me ofrecía como juicio sobre el sueño aquella parte del material onírico cuya exacta representación no le había sido dado conseguir en el mismo. Análogo a éste es el caso de una paciente mía que, hallándose sometida al tratamiento psicoanalítico, se resistió a relatarme un sueño, cuyo análisis había de formar parte del mismo, alegando que «era demasiado impreciso y confuso». Por último, entre repetidas protestas de la insegura vaguedad de las representaciones oníricas, relató que su sueño le había presentado varias personas -ella misma, su marido y su padre-, siendo como si ella no hubiese sabido si su marido era su padre o quién era su padre o algo parecido. La comparación de este sueño con las ocurrencias de la sujeto durante la sesión demostró, sin lugar a dudas, que se trataba de la vulgar historia de una criada que había tenido que confesar hallarse embarazada y a la que se expresaban dudas sobre «quién sería el padre» (del esperado hijo). La oscuridad que el sueño mostraba era, pues, también en este caso, una parte del material que hubo de provocarlo, y esta parte quedaba representada en la forma misma del sueño. La forma del sueño o del soñar es utilizada con sorprendente frecuencia para la representación del contenido encubierto.

 

Las glosas del sueño, esto es, las observaciones aparentemente inocentes sobre el mismo, tienden con frecuencia a ocultar, con el mayor refinamiento, un fragmento de lo soñado, aunque lo que en realidad hagan es revelarlo. Así, cuando un sujeto dice: «Al llegar aquí se borra (se limpia) el sueño», y descubre luego el análisis una reminiscencia infantil de haber espiado a una persona que se limpiaba después de defecar. Y en este otro caso, que precisa de una más amplia comunicación. Un joven tiene un claro sueño, que le recuerda una fantasía infantil de la cual ha conservado consciencia. Se encuentra por la noche en un hotel y, equivocándose de habitación, sorprende a una señora ya madura y a sus dos hijas, que se están desnudando para acostarse. Al llegar a este punto de su relato dice el sujeto: «Aquí presenta el sueño varios huecos, como si faltase algo, y luego prosigue con la aparición en el cuarto de un hombre que quiere expulsarme y con el que tengo que luchar.» Después de inútiles esfuerzos del sujeto por recordar el contenido y la intención de la fantasía infantil, a la que su sueño alude abiertamente, advertimos que dicho contenido resulta dado en sus propias manifestaciones sobre el fragmento onírico impreciso. Los huecos se refieren a los genitales de las mujeres que se desnudan para acostarse y la frase como si faltara algo describe el carácter principal del órgano sexual femenino. En sus años infantiles ardía el sujeto en curiosidad por ver unos genitales femeninos, y se inclinaba aún a la teoría sexual infantil que atribuye a la mujer la posesión de un miembro viril.

 

Una análoga reminiscencia revistió parecida forma en otro sujeto: «Sueño que entro con la señorita de K. en el restaurante del parque; luego sigue una parte oscura, una interrupción…; después me encuentro en la sala de una casa de prostitución, en la que veo a dos o tres mujeres, una de ellas en camisa y pantalones

Análisis.- La señorita de K. es la hija de un antiguo jefe suyo, y como el mismo sujeto indica, una persona sustitutiva de su hermana. No ha tenido sino muy pocas ocasiones de hablar con ella; pero una vez entablaron una conversación en la que «reconocieron» su diferencia de sexo, como si se hubieran dicho: «Yo soy un hombre y tú una mujer.» En el restaurante de su.sueño no ha estado sino una sola vez, acompañando a la hermana de su cuñado, muchacha que le es por completo indiferente. Otra vez acompañó a tres señoras hasta la entrada del mismo. Dichas tres señoras eran su hermana, su cuñada y la citada hermana de su cuñado, indiferentes las tres para él, pero pertenecientes a la serie de la hermana. Sólo rarísimas veces -dos o tres en toda su vida- ha entrado en una casa de prostitución.

 

La interpretación se apoyó en la parte oscura o la interrupción del sueño, y confirmó que, siendo niño, había sido llevado el sujeto por su curiosidad a contemplar, aunque sólo muy raras veces, los genitales de su hermana. Algunos días después surgió en él el recuerdo consciente del reprobable acto a que el sueño aludía.

 

Todos los sueños de una misma noche pertenecen, por lo que a su contenido respecta, a la misma totalidad y tanto su división en varios fragmentos como la agrupación y el número de los mismos son muy significativos y deben ser considerados como una parte de la exteriorización de las ideas latentes. Esta interpretación de sueños constituidos por varios fragmentos principales o, en general, de aquellos que pertenecen a una misma noche, no debemos olvidar tampoco la posibilidad de que tales sueños sucesivos y diferentes posean la misma significación y expresen los mismos sentimientos por medio de un distinto material. El primero de tales sueños homólogos suele ser entonces, muy frecuentemente, el más deformado y tímido, y el segundo se muestra más atrevido y claro.

 

Ya el sueño bíblico de las espigas y las vacas, soñado por el faraón e interpretado por José, perteneció a esta clase. Josefo la expone más detalladamente que en la Biblia (Antigüedades judías, tomo II caps. 5 y 6). Después de relatar el primer sueño, dice el rey: «A continuación de este primer sueño desperté intranquilo y medité qué es lo que podía significar, pero luego volví a quedarme dormido y tuve otro sueño mucho más extraño, que me produjo aún más espanto y confusión.» Al terminar de escuchar el relato del faraón dice José: «Tu sueño; ¡oh rey!, es, en apariencia, doble, pero sus dos visiones poseen una misma significación.»

 

En su Beitrag zur Psychologie des Gerüchtes, refiere Jung cómo un disfrazado sueño erótico de una colegiala fue comprendido y reproducido en diversas variantes por sus compañeras sin necesidad de interpretación ninguna, y observa, con relación a estos relatos de sueño, «que el pensamiento final de una larga serie de imágenes oníricas contiene exactamente aquello mismo que ya se intentó representar en la primera imagen de la serie. La censura rechaza el complejo durante el mayor tiempo posible por medio de encubrimientos simbólicos, desplazamientos, transformaciones en materia inocente, etc., renovados de continuo» (lugar cit., pág. 434). Scherner conoció perfectamente esta peculiaridad de la representación onírica y la describe, al desarrollar su teoría de los estímulos orgánicos, como una ley especial: «Por último, observa la fantasía en todas las formaciones oníricas emanadas de determinados estímulos nerviosos la ley general de no pintar al principio del sueño sino las más lejanas y libres alusiones al objeto estimulante y, en cambio, al final, cuando se agota el material pictórico, representa clara y desnudamente el estímulo mismo o, correlativamente, el órgano que a él corresponde o su función, con lo cual acaba el sueño revelando por sí mismo su motivo orgánico…»

 

En su trabajo Un sueño que se interpreta a sí mismo, nos da Otto Rank una.amplia confirmación de esta ley de Scherner. El sueño que en él nos comunica se compuso de dos fragmentos oníricos soñados una misma noche por una muchacha y terminado el segundo con un orgasmo. Este último permitió una detalladísima interpretación del sueño total sin recurrir para nada a la ayuda de la sujeto, y la abundancia de relaciones entre dos contenidos de ambos fragmentos oníricos mostró que el primero expresaba, aunque más tímidamente, lo mismo que el segundo, de manera que éste, el de la polución, contribuyó al total esclarecimiento del primero. Muy justificativamente ha tomado Rank este caso como punto de partida para el estudio de la significación de los sueños de polución con respecto a la teoría de los sueños en general.

 

Mi experiencia personal me ha demostrado, sin embargo, que no siempre nos llegamos a hallar en situación de interpretar la claridad o confusión de los sueños como seguridad o duda en el material onírico. Más adelante habremos de señalar, en la elaboración onírica, el factor, no mencionado hasta ahora, de cuya actuación depende especialmente esta escala de cualidades del sueño. Algunos sueños, en los que se mantiene durante cierto tiempo una determinada situación o decoración, aparecen cortados por interrupciones que son descritas en su relato con las palabras siguientes: «Parece luego como si al mismo tiempo fuera un lugar distinto y allí sucede esto y lo otro.» Aquello que de este modo interrumpe la acción principal del sueño, la cual puede continuar después al cabo de un intervalo, resulta ser, en las ideas latentes, un elemento accesorio; por ejemplo, un pensamiento intercalado. La condicionalidad dada en las ideas latentes es representada en el sueño por simultaneidad (si-cuando). ¿Cuál es el significado de la sensación de no poder moverse, frecuentísima en el sueño y tan cercana a la angustia? Queremos andar y permanecemos como clavados en un sitio; queremos hacer algo y se nos oponen continuos obstáculos. El tren echa a andar y no podemos alcanzarlo; vamos a levantar la mano para vengar una ofensa y no lo conseguimos, etc. Al examinar los sueños exhibicionistas tropezamos ya con esta sensación, mas no intentamos profundizar seriamente en su sentido. Es muy cómodo, pero también muy insuficiente, responder que durante el reposo existe una parálisis motora que se hace notar al durmiente por dicha sensación; pues, de ser así, habríamos de preguntarnos cómo es que no soñamos de continuo con tales movimientos estorbados. Debemos, pues, suponer que tal sensación, susceptible siempre a surgir durante el reposo, obedece a determinados fines de la representación y no es despertada sino cuando el material onírico precisa de ella para una determinada exteriorización.

 

La imposibilidad de realizar algo no aparece siempre en el sueño como sensación, sino también, simplemente, como parte del contenido manifiesto. La comunicación de un ejemplo de este género ha de contribuir al esclarecimiento del proceso onírico discutido. Expondré, pues, muy abreviadamente, un sueño en el que aparezco acusado de falta de honradez: «La escena representa una mezcla de sanatorio particular y varios otros locales. Se presenta un criado y me invita a seguirle para ser objeto de un registro. En el sueño sé que se ha echado algo de menos y que el registro obedece a la sospecha de que soy yo quien se ha apropiado lo que falta. El análisis nos muestra que el concepto registro debe ser tomado en doble sentido e incluye también el registro (reconocimiento) médico. Penetrado de mi inocencia y consciente de mi autoridad de médico de cabecera y consejero en aquella casa, sigo tranquilamente al criado. Ante una.puerta nos recibe otro, que dice, señalándome: `¡Cómo me trae usted a este señor, que es una persona decente!' Sin que el criado me acompañe ya, paso a un amplio salón en el que se hallan instaladas diversas máquinas y que me recuerda una cámara de tormento con sus infernales torturas. Atado a uno de los potros veo a uno de mis colegas, que, contra lo que era de esperar, no repara atención ninguna en mí. Resulta que ahora puedo ya irme (puedo ya andar). Pero no encuentro mi sombrero y no puedo irme (no puedo andar).»

 

La realización de deseos de este sueño es evidentemente la de ser reconocido como persona honorable y poder irme. Por tanto, debe existir en las ideas latentes un amplio material contrario a dicha realización. El poder marcharme es señal de que ha sido absuelto y, por tanto, si el sueño trae consigo, al terminar, un incidente que me lo impide, no ha de ser muy aventurado concluir que por medio de este rasgo se exterioriza dicho material contrario, reprimido. Así, pues, el no encontrar el sombrero significa que no soy un hombre honrado. La imposibilidad de realizar algo en el sueño es una expresión de la contradicción, un «no», y, por tanto, habremos de rectificar nuevamente nuestra anterior afirmación de que el sueño no puede expresar el « no».

 

En otros sueños en los que la imposibilidad de realizar el movimiento no aparece ya tan sólo como situación, sino como sensación, queda expresada por la sensación de parálisis la misma contradicción, pero más enérgicamente, como una voluntad a la que se opone la voluntad contraria. Así, pues, la sensación de parálisis representa un conflicto de la voluntad. Más adelante veremos que precisamente la parálisis motora durante el reposo es una de las condiciones fundamentales del proceso psíquico que se desarrolla en el curso del sueño. El impulso transferido a las vías motoras no es otra cosa que la voluntad y nuestra seguridad de que en el reposo habremos de sentir como coartado dicho impulso hace que todo este proceso sea apropiadísimo para la representación del querer y del no que al mismo se opone. Después de mi explicación de la angustia, se comprende fácilmente que la sensación de coerción de la voluntad se nos muestre tan próxima a dicho estado y se enlace con él tan frecuentemente en el sueño. La angustia es un impulso libidinoso que parte de lo inconsciente y es coartado por lo preconsciente. Por tanto, en aquellos sueños o fragmentos del sueño en los que la sensación de parálisis aparece acompañada de angustia, tiene que tratarse de una volición que fue susceptible alguna vez de desarrollar libido, o sea de un impulso sexual.

 

Más adelante discutiremos lo que significa el juicio «Estoy soñando» o «Esto no es más que un sueño», que con tanta frecuencia surge en nosotros mientras soñamos, y examinaremos a qué poder psíquico hemos de atribuirlo. Adelantaré únicamente que su objeto es rebajar el valor de lo soñado. El problema de qué es lo expresado cuando un cierto contenido es calificado de «soñado» en el sueño mismo; esto es, el problema del «sueño en el sueño», ha sido resuelto en un análogo sentido por W. Stekel, mediante el análisis de varios ejemplos convincentes. El calificar de «soñada» una parte de un sueño dentro del sueño mismo, tiene por objeto rebasar nuevamente su valor y despojarla de su realidad. Aquello que al final de un «sueño en el sueño» continuamos soñando es lo que el deseo onírico quiere sustituir a la extinguida realidad. Podemos, pues, admitir que lo soñado contiene la representación de la realidad, el recuerdo verdadero y, por lo contrario, el sueño subsiguiente no entraña sino la.representación de lo meramente deseado por el sujeto. Así, pues, la inclusión de determinado contenido en un «sueño en el sueño» habrá de considerarse equivalente al deseo de que lo calificado así de sueño no hubiese sucedido. O dicho de otro modo: cuando un determinado suceso es situado en un sueño por la elaboración onírica misma, podemos considerar este hecho como la más decisiva confirmación de su realidad y su más enérgica afirmación. La elaboración onírica emplea el soñar mismo como una forma de repulsa y confirma así la teoría de que el sueño es una realización de deseos.

 

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