Cuadro primero

Cuarto del Director. El Director sentado. Viste de chaqué. Decorado azul. Una gran mano impresa en la pared. Las ventanas son radiografías.

CRIADO. Señor.

DIRECTOR. ¿Qué?

CRIADO. Ahí está el público.

DIRECTOR. Que pase.

(Entran cuatro Caballos Blancos.)

DIRECTOR. ¿Qué desean? (Los Caballos tocan sus trompetas.) Esto sería si yo fuese un hombre con capacidad para el suspiro. ¡Mi teatro será siempre al aire fibre! Pero yo he perdido toda mi fortuna. Si no, yo envenenaría el aire libre. Con una jeringuilla que quite la costra de la herida me basta. ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de mi casa, caballos! Ya se ha inventado la cama para dormir con los caballos. (Llorando.) Caballitos míos.

LOS CABALLOS. (Llorando.) Por trescientas pesetas. Por doscientas pesetas, por un plato de sopa, por un frasco de perfume vacío. Por tu saliva, por un recorte de tus uñas.

DIRECTOR. ¡Fuera, fuera, fuera! (Toca un timbre.)

LOS CABALLOS. ¡Por nada! Antes te olían los pies y nosotros teníamos tres años. Esperába- mos en el retrete, esperábamos detrás de las puertas y luego te llenábamos la cama de lá- grimas. (Entra el Criado.)

DIRECTOR. ¡Dame un látigo!

LOS CABALLOS. Y tus zapatos estaban cocidos por el sudor, pero sabíamos comprender que la misma relación tenía la luna con las manzanas podridas en la hierba.

DIRECTOR. (Al Criado.) ¡Abre las puertas!

LOS CABALLOS. No, no, no. ¡Abominable! Estás cubierto de vello y comes la cal de lo mu- ros que no es tuya.

CRIADO. No abro la puerta. Yo no quiero salir al teatro.

DIRECTOR. (Golpeándolo.) ¡Abre!

(Los Caballos sacan largas trompetas doradas y danzan lentamente al son de su canto.)

LOS CABALLOS I.° Y 2.° (Furiosos.) Abominable.

LOS CABALLOS 3. ° Y 4.° Blenamiboá.

LOS CABALLOS I.° Y 2.° (Furiosos.) Abominable.

LOS CABALLOS. Blenamiboá.

(El Criado abre la puerta.)

DIRECTOR. ¡Teatro al aire libre! ¡Fuera! ¡Vamos! Teatro al aire libre. ¡Fuera de aquí! (Salen los Caballos. A1 Criado.) Continúa. (Se sienta detrás de la mesa.)

CRIADO. Señor.

DIRECTOR. ¿Qué?

CRIADO. ¡El público!

DIRECTOR. Que pase.

(El Director cambia su peluca rubia por una morena. Entran tres Hombres vestidos de frac exactamente iguales. Llevan barbas oscuras.)

HOMBRE I ° ¿El señor Director del teatro al aire fibre?

DIRECTOR. Servidor de usted.

HOMBRE I.° Venimos a felicitarle por su última obra.

DIRECTOR. Gracias.

HOMBRE 3.° Originalísima.

HOMBRE I.° ¡Y qué bonito título! Romeo y Julieta.

DIRECTOR. Un hombre y una mujer que se enamoran.

HOMBRE I.° Romeo puede ser una ave y Julieta puede ser una piedra. Romeo puede ser un grano de sal y Julieta puede ser un mapa.

DIRECTOR. Pero nunca dejarán de ser Romeo y Julieta.

HOMBRE I.° Y enamorados. ¿Usted cree que estaban enamorados?

DIRECTOR. Hombre... yo no estoy dentro...

HOMBRE I.° ¡Basta! ¡Basta! Usted mismo se denuncia.

HOMBRE 2.° (Al Hombre I.°) Ve con prudencia. Tú tienes la culpa. ¿Para qué vienes a la puerta de los teatros? Puedes llamar a un bosque y es fácil que éste abra el ruido de su savia para tus oídos. ¡Pero un teatro!

HOMBRE I.° Es a los teatros donde hay que llamar; es a los teatros, para...

HOMBRE 3.° Para que se sepa la verdad de las sepulturas.

HOMBRE 2.° Sepulturas con focos de gas, y anuncios, y largas filas de butacas.

DIRECTOR. Caballeros...

HOMBRE I.° Sí, sí. Director del teatro al aire libre, autor de Romeo y Julieta.

HOMBRE 2.° ¿Cómo orinaba Romeo, señor Director? ¿Es que no es bonito ver orinar a Ro- meo? ¿Cuántas veces fingió tirarse de la torre para ser apresado en la comedia de su sufrimiento? ¿Qué pasaba, señor Director, cuando no pasaba? ¿Y el sepulcro? ¿Por qué, en el final, no bajó usted las escaleras del sepulcro? Pudo usted haber visto un ángel que se llevaba el sexo de Romeo, mientras dejaba el otro, el suyo, el que le correspondía. Y si yo le digo que el personaje principal de todo fue una flor venenosa, ¿qué pensaría usted? Conteste.

DIRECTOR. Señores, no es ése el problema.

HOMBRE I.° (Interrumpiendo.) No hay otro. Tendremos necesidad de enterrar el teatro por la cobardía de todos, y tendré que darme un tiro.

HOMBRE 2.° ¡Gonzalo!

HOMBRE I.° (Lentamente.) Tendré que darme un tiro para inaugurar el verdadero teatro, el teatro bajo la arena.

DIRECTOR. Gonzalo...

HOMBRE I.° ¿Cómo?... (Pausa.)

DIRECTOR. (Reaccionando.) Pero no puedo. Se hundiría todo. Sería dejar ciegos a mis hijos y luego, ¿qué hago con el público? ¿Qué hago con el público si quito las barandas al puente? Vendría la máscara a devorarme. Yo vi una vez a un hombre devorado por la máscara. Los jóvenes más fuertes de la ciudad, con picas en- sangrentadas, le hundían por el trasero grandes bolas de periódicos abandonados, y en América hubo una vez un muchacho a quien la máscara ahorcó colgado de sus propios intestinos.

HOMBRE I.° ¡Magnífico!

HOMBRE 2.° ¿Por qué no lo dice usted en el teatro?

HOMBRE 3.° ¿Eso es el principio de un argumento?

DIRECTOR. En todo caso un final.

HOMBRE 3.Ůn final ocasionado por el miedo.

DIRECTOR. Está claro, señor. No me supondrá usted capaz de sacar la máscara a escena.

HOMBRE I.° ¿Por qué no?

DIRECTOR. ¿Y la moral? ¿Y el estómago de los espectadores?

HOMBRE I.° Hay personas que vomitan cuando se vuelve un pulpo del revés y otras que se ponen pálidas si oyen pronunciar con la debida intención la palabra cáncer; pero usted sabe que contra esto existe la hojalata, y el yeso, y la ado- rable mica, y en último caso el cartón, que están al alcance de todas las fortunas como medios expresivos. (Se levanta.) Pero usted lo que quiere es engañarnos. Engañarnos para que todo siga igual y nos sea imposible ayudar a los muertos. Usted tiene la culpa de que las moscas hayan caído en cuatro mil naranjadas que yo tenía dispuestas. Y otra vez tengo que empezar a romper las raíces.

DIRECTOR. (Levantándose.) Yo no discuto, señor. ¿Pero qué es lo que quiere de mí? ¿Trae usted una obra nueva?

HOMBRE I.° ¿Le parece a usted obra más nueva que nosotros con nuestras barbas... y usted?

DIRECTOR. ¿Y yo...?

HOMBRE I.° Sí... usted.

HOMBRE 2.° ¡Gonzalo!

HOMBRE I.° (Mirando al Director.) Lo reconozco todavía y me parece estarlo viendo aquella ma- ñana que encerró una liebre, que era un prodigio de velocidad, en una pequeña cartera de libros. Y otra vez, que se puso dos rosas en las orejas el primer día que descubrió el peinado con la raya en medio. Y tú, ¿me reconoces?

DIRECTOR. No es éste el argumento. ¡Por Dios!

(A voces.) Elena, Elena.

(Corre a la puerta.)

HOMBRE I.° Pero te he de llevar al escenario, quieras o no quieras. Me has hecho sufrir demasiado. ¡Pronto! ¡El biombo! ¡El biombo! (El Hombre 3. ° saca un biombo y lo coloca en medio de la escena.)

DIRECTOR. (Llorando.) Me ha de ver el público. Se hundirá mi teatro. Yo había hecho los dramas mejores de la temporada, ¡pero ahora!...

(Suenan las trompetas de los Caballos. El Hombre I.° se dirige al fondo y abre la puerta.)

HOMBRE I.° Pasar adentro, con nosotros. Tenéis sitio en el drama. Todo el mundo. (Al Direc- tor.) Y tú, pasa por detrás del biombo.

(Los Hombres 2.° y 3.° empujan al Director. Éste pasa por el biombo y aparece por la otra esquina un Muchacho vestido de raso blanco con una gola Blanca al cuello. Debe ser una actriz. Lleva una pequeña guitarrita negra.)

HOMBRE I.° ¡Enrique! ¡Enrique! (Se cubre la cara con las manos.)

HOMBRE 2.° No me hagas pasar a mí por el biombo. Déjame ya tranquilo. ¡Gonzalo!

DIRECTOR. (Frío y pulsando las cuerdas.) Gonzalo, te he de escupir mucho. Quiero escupirte y romperte el frac con unas tijeritas. Dame seda y aguja. Quiero bordar. No me gustan los tatuajes, pero lo quiero bordar con sedas.

HOMBRE 3.° (A los Caballos.) Tomad asiento donde queráis.

HOMBRE I.° (Llorando.) ¡Enrique! ¡Enrique!

DIRECTOR. Te bordaré sobre la carne y me gustará verte dormir en el tejado. ¿Cuánto di- nero tienes en el bolsillo? ¡Quémalo! (El Hombre I.° enciende un fósforo y quema los billetes.) Nunca veo bien cómo desaparecen los dibujos en la llama.

¿No tienes más dinero? ¡Qué pobre eres, Gonzalo! ¿Y mi lápiz para los labios? ¿No tienes carmín? Es un fastidio.

HOMBRE 2.° (Tímido.) Yo tengo. (Se saca el lápiz por debajo de la barba y lo ofrece.)

DIRECTOR. Gracias... pero... ¿pero también tú estás aquí? ¡Al biombo! Tú también al biombo. ¿Y todavía lo soportas, Gonzalo?

(El Director empuja bruscamente al Hombre 2.°, y aparece por el otro extremo del biombo una Mujer vestida con pantalones de pijama negro y una coro-na de amapolas en la cabeza. Lleva en la mano unos impertinentes cubiertos por un bigote rubio que usará poniéndolo sobre su boca en algunos momentos del drama.)

HOMBRE 2.° (Secamente.) Dame el lápiz.

DIRECTOR. ¡Ja, ja, ja! ¡Oh Maximiliana, emperatriz de Baviera! ¡Oh mala mujer!

HOMBRE 2.° (Poniéndose el bigote sobre los la- bios.) Te recomendaría un poco de silencio.

DIRECTOR. ¡Oh mala mujer! ¡Elena! ¡Elena!

HOMBRE I.° (Fuerte.) No llames a Elena.

DIRECTOR. ¿Y por qué no? Me ha querido mucho cuando mi teatro estaba al aire libre. ¡Elena!

(Elena sale de la izquierda. Viste de griega. Lleva las cejas azules, el cabello blanco y los pies de yeso. El vestido, abierto totalmente por delante, deja ver sus muslos cubiertos con apretada malla rosada. El Hombre 2.° se lleva el bigote a los labios.)

ELENA. ¿Otra vez igual?

DIRECTOR. Otra vez.

HOMBRE 3.° ¿Por qué has salido, Elena? ¿Por qué has salido si no me vas a querer?

ELENA. ¿Quién te lo dijo? Pero ¿por qué me quieres tanto? Yo te besaría los pies si tú me castigaras y te fueras con las otras mujeres. Pero tú me adoras demasiado a mí sola. Será necesario terminar de una vez.

DIRECTOR. (Al Hombre 3.°) ¿Y yo? ¿No te acuerdas de mí? ¿No te acuerdas de mis uñas arrancadas? ¿Cómo habría conocido a las otras y a ti no? ¿Por qué te he llamado, Elena? ¿Por qué te he llamado, suplicio mío?

ELENA. (Al Hombre 3.°) ¡Vete con él! Y confié- same ya la verdad que me ocultas. No me im- porta que estuvieras borracho y que te quieras justificar, pero tú lo has besado y has dormido en la misma cama.

HOMBRE 3.° ¡Elena! (Pasa rápidamente por detrás del biombo y aparece sin barba con la cara palidísima y un látigo en la mano. Lleva muñequeras de cuero con clavos dorados.)

HOMBRE 3.° (Azotando al Director.) Tú siempre hablas, tú siempre mientes y he de acabar con-tigo sin la menor misericordia.

LOS CABALLOS. ¡Misericordia! ¡Misericordia!

ELENA. Podías seguir golpeando un siglo entero y no creería en ti. (El Hombre 3.° se dirige a Elena y le aprieta las muñecas.) Podrías seguir un siglo entero atenazando mis dedos y no lograrías hacerme escapar un solo gemido.

HOMBRE 3.° ¡Veremos quién puede más!

ELENA. Yo y siempre yo.

(Aparece el Criado.)

ELENA. ¡Llévame pronto de aquí! ¡Contigo! ¡Llévame! (El Criado pasa por detrás del biombo y sale de la misma manera.) ¡Llévame! ¡Muy lejos! (El Criado la toma en brazos.)

DIRECTOR. Podemos empezar.

HOMBRE I.° Cuando quieras.

LOS CABALLOS. ¡Misericordia! ¡Misericordia!

(Los Caballos suenan sus largas trompetas. Los personajes están rígidos en sus puestos.) Telón lento

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