Escena XIV

Niña, Zapatera, Alcalde, Sacristana, Vecinos y Vecinas.

NIÑO. (En la puerta.) ¿Estás disgustada, todav- ía?

ZAPATERA. Primorcito de su vecina, ¿dónde vas?

NIÑO. (En la puerta.) Tú no me regañarás, ¿verdad?, porque a mi madre que algunas ve- ces me pega, la quiero veinte arrobas, pero a ti te quiero treinta y dos y media...

ZAPATERA. ¿Por qué eres tan precioso? (Sien- ta al Niño en sus rodillas.)

NIÑO. Yo venía a decirte una cosa que nadie quiere decirte. Ve tú, ve tú, ve tú, y nadie quer- ía y entonces, «que vaya el niño», dijeron... porque era un notición que nadie quiere dar.

ZAPATERA. Pero dímelo pronto, ¿qué ha pasado?

NIÑO. No te asustes, que de muertos no es.

ZAPATERA. ¡Anda!

NIÑO. Mira, zapaterita... (Por la ventana entra una mariposa y el Niño bajándose de las rodillas de la Zapatera echa a correr.) Una maripo- sa, una mariposa... ¿no tienes un sombrero...? Es amarilla, con pintas azules y rojas... y, ¡qué sé yo...!

ZAPATERA. Pero, hijo mío... ¿quieres?...

NIÑO. (Enérgico.) Cállate y habla en voz baja, ¿no ves que se espanta si no? ¡Ay! ¡Dame tu pañuelo!

ZAPATERA. (Intrigada ya en la caza.) Tómalo.

NIÑO. ¡Chis...! No pises fuerte.

ZAPATERA. Lograrás que se escape.

NIÑO. (En voz baja y como encantando a la mariposa, canta.) Mariposa del aire, qué hermosa eres, mariposa del aire dorada y verde. Luz de candil, mariposa del aire, ¡quédate ahí, ahí, ahí! No te quieres parar, pararte no quieres. Mariposa del aire dorada y verde. Luz de candil, mariposa del aire, ¡quédate ahí, ahí, ahí! ¡Quédate ahí! Mariposa, ¿estás ahí?

ZAPATERA. (En broma.) Síííí.

NIÑO. No, eso no vale. (La mariposa vuela.)

ZAPATERA. ¡Ahora! ¡Ahora!

NIÑO. (Corriendo alegremente con el pañuelo.) ¿No te quieres parar? ¿No quieres dejar de vo- lar?

ZAPATERA. (Corriendo también por otro la- do.) ¡Que se escapa, que se escapa! (El Niño sale corriendo por la puerta persiguiendo a la mari- posa.)

ZAPATERA. (Enérgica.) ¿Dónde vas?

NIÑO. (Suspenso.) ¡Es verdad! (Rápido.) ¡Pero yo no tengo la culpa!

ZAPATERA. ¡Vamos! ¿Quieres decirme lo que pasa? ¡Pronto!

NIÑO. ¡Ay! Pues, mira... tu marido, el zapatero, se ha ido para no volver más.

ZAPATERA. (Aterrada.) ¿Cómo?

NIÑO. Sí, sí, eso ha dicho en casa antes de montarse en la diligencia, que lo he visto yo... y nos encargó que te lo dijéramos y ya lo sabe todo el pueblo...

ZAPATERA. (Sentándose desplomada.) ¡No es posible, esto no es posible! ¡Yo no lo creo!

NIÑO. ¡Sí que es verdad, no me regañes!

ZAPATERA. (Levantándose hecha una furia y dando fuertes pisotadas en el suelo.) ¿Y me da este pago? ¿Y me da este pago? (El Niño se re- fugia detrás de la mesa.)

NIÑO. ¡Que se caen las horquillas!

ZAPATERA. ¿Qué va a ser de mí sola en esta vida? ¡Ay, ay, ay! (El Niño sale corriendo. La ventana y las puertas están llenas de vecinos.) Sí, sí, venid a verme, cascantes, comadricas, por vuestra cul- pa ha sido...

ALCALDE. Mira, ya te estás callando. Si tu marido te ha dejado ha sido porque no lo quer- ías, porque no podía ser.

ZAPATERA. ¿Pero lo van a saber ustedes mejor que yo? Sí, lo quería, vaya si lo quería, que pre- tendientes buenos y muy riquísimos he tenido y no les he dado el sí jamás. ¡Ay, pobrecito mío, qué cosas te habrán contado!

SACRISTANA. (Entrando.) Mujer, repórtate.

ZAPATERA. No me resigno. No me resigno. ¡Ay, ay! (Por la puerta empiezan a entrar Veci- nas vestidas con colores violentos y que llevan grandes vasos de refrescos. Giran, corren, en- tran y salen alrededor de la Zapatera que está sentada gritando, con la prontitud y ritmo de baile. Las grandes faldas se abren a las vueltas que dan. Todos adoptan una actitud cómica de pena.)

VECINA AMARILLA. Un refresco.

VECINA ROJA: Un refresquito.

VECINA VERDE. Para la sangre.

VECINA NEGRA. De limón.

VECINA MORADA. De zarzaparrilla.

VECINA ROJA. La menta es mejor.

VECINA MORADA. Vecina.

VECINA VERDE. Vecinita.

VECINA NEGRA. Zapatera.

VECINA ROJA. Zapaterita.

(Las Vecinas arman gran algazara. La Zapatera llora a gritos.)

Telón

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