Cortina gris.
Aparece el Autor. Sale rápidamente. Lleva una carta en la mano.
EL AUTOR. Respetable público... (Pausa.) No,
respetable público no, público solamente, y no
es que el autor no considere al público respeta-
ble, todo lo contrario, sino que detrás de esta
palabra hay como un delicado temblor de mie-
do y una especie de súplica para que el audito-
rio sea generoso con la mímica de los actores y
el artificio del ingenio. El poeta no pide benevo-
lencia, sino atención, una vez que ha saltado
hace mucho tiempo la barra espinosa de miedo
que los autores tienen a la sala. Por este miedo
absurdo y por ser el teatro en muchas ocasiones
una finanza, la poesía se retira de la escena en
busca de otros ambientes donde la gente no se
asuste de que un árbol, por ejemplo, se convier-
ta en una bola de humo o de que tres peces, por
amor de una mano y una palabra, se conviertan en tres millones de peces para calmar el hambre
de una multitud. El autor ha preferido poner el
ejemplo dramático en el vivo ritmo de una za-
patería popular. En todos los sitios late y anima
la criatura poética que el autor ha vestido de
zapatera con aire de refrán o simple romancillo
y no se extrañe el público si aparece violenta o
toma actitudes agrias porque ella lucha siem-
pre, lucha con la realidad que la cerca y lucha
con la fantasía cuando ésta se hace realidad
visible. (Se oyen voces de la Zapatera: «¡Quiero
salir!».) ¡Ya voy! No tengas tanta impaciencia
en salir; no es un traje de larga cola y plumas
inverosímiles el que sacas, sino un traje roto,
¿lo oyes?, un traje de zapatera. (Voz de la Zapa-
tera dentro: «¡Quiero salir!».) ¡Silencio! (Se des-
corre la cortina y aparece el decorado con tenue
luz.) También amanece así todos los días sobre
las ciudades, y el público olvida su medio mun-
do de sueño para entrar en los mercados como
tú en tu casa, en la escena, zapaterilla prodigio-
sa. (Va creciendo la luz.) A empezar, tú llegas de la calle. (Se oyen las voces que pelean. Al
público.) Buenas noches. (Se quita el sombrero
de copa y éste se ilumina por dentro con una luz verde, el Autor lo inclina y sale de él un
chorro de agua. El Autor mira un poco cohibi-
do al público y se retira de espaldas lleno de ironía.) Ustedes perdonen. (Sale.)