AL QUE LEYERE

A los grandes hombres nada les satisface sino lo mucho. Por eso no desprecio yo lectores grandes, convido sólo al benigno y gustoso y le presento este tratado de la senectud con particular novedad. Nadie censura que las cosas no se hagan, pero sí que no se hagan bien. Pocos dicen por qué no se hizo esto ó aquello, pero sí por qué se ha hecho mal. Confieso que hubiera sido mayor acierto el no emprender esta obra, pero no lo fuera ya el no acabarla: eche el sello esta tercera parte á las otras.

Muchos borrones toparás, sí lo quisieres acertar. Haz de todos uno. Para su enmienda te dejo las márgenes desembarazadas. Que suelo yo decir que se introdujeron para que el sabio letor las vaya llenando de lo que olvidó ó no supo el autor, para que corrija él lo que erró éste. Sola una cosa quisiera que me estimases, y sea el haber procurado observar en esta obra aquel magistral precepto de Horacio, en su inmortal Arte de todo discurrir, que dice: Denique sit quodvis simplex dumtaxat et unum. Cualquier empleo del discurso y la invención, sea lo que quisieres, ó épica ó cómica ú oratoria, se ha de procurar que sea una, que haga un cuerpo, y no cada cosa de por sí, que vaya unida, haciendo un todo perfecto.

También he atendido en esta tercera parte huir del ordinario tope de los más autores, cuyas primeras partes suelen ser buenas, las segundas ya flaquean, y las terceras de todo punto descaecen. Yo he afectado lo contrario, no sé si lo habré conseguido: que la segunda fuese menos mala que la primera, y esta tercera que la segunda. Dijo un grande lector de una obra grande que sólo le hallaba una falta, y era el no ser ó tan breve que se pudiera tomar de memoria, ó tan larga que nunca se acabara de leer: si no se me permitiere lo último por lo eminente, sea por lo cansado y prolijo. Otras más breves obras te ofrezco, y aunque no puedo lo que franqueaba á sus apasionados el erudito humanista y insigne jurisperito Tiraquelo sí aquello de un librillo en cada un año redituará mi agradecimiento. Vale.

tercera parte

en el invierno de la vejez

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