VII

De carta de más me vía

Sin saber á donde dirme;

Mas dijeron que era vago

Y entraron á perseguirme.

Nunca se achican los males,

Van poco a poco creciendo,

Y ansina me vide pronto

Obligado á andar juyendo.

No tenía mujer, ni rancho,

Y á más, era resertor,

No tenía una prenda güena

Ni un peso en el tirador.

A mis hijos infelices,

Pensé volverlos á hallar—

Y andaba de un lao al otro

Sin tener ni qué pitar.

Supe una vez por desgracia

Que había un baile por allí—

Y medio desesperao

A ver la milonga fuí.

Riunidos al pericón

Tantos amigos hallé,

Que alegre de verme entre ellos

Esa noche me apedé.

Como nunca, en la ocasion

Por peliar me dió la tranca,

Y la emprendí con un negro

Que trujo una negra en ancas.

Al ver llegar la morena

Que no hacía caso de naides

Le dije con la mamúa:

—«Va... ca... yendo gente al baile.»

La negra entendió la cosa

Y no tardó en contestarme

Mirándome como á perro:

«Más vaca será su madre.»

Y dentró al baile muy tiesa

Con más cola que una zorra,

Haciendo blanquiar los dientes

Lo mesmo que mazamorra.

—«Negra linda»... Dije yo—

«Me gusta... pa la carona»—

Y me puse á champurriar

Esta coplita fregona:

«A los blancos hizo Dios,

«A los mulatos San Pedro,

«A los negros hizo el diablo

«Para tizón del infierno.»

Había estao juntando rabia

El moreno dende ajuera—

En lo escuro le brillaban

Los ojos como linterna.

Lo conocí retobao

Me acerqué y le dije presto;

«Po... r... rudo que un hombre sea

«Nunca se enoja por esto.»

Corcobió el de los tamangos

Y creyéndose muy fijo:

«—Mas porrudo serás vos,

«Gaucho rotoso» me dijo.

Y ya se me vino al humo

Como á buscarme la hebra—

Y un golpe le acomodé

Con el porrón de giñebra.

Ay no más pegó el de ollin

Más gruñidos que un chanchito,

Y pelando el envenao

Me atropelló dando gritos.

Pegué un brinco y abrí cancha

Diciéndoles: —«Caballeros,

«Dejen venir ese toro»

«Solo nací... solo muero.»

El negro, después del golpe,

Se había el poncho refalao

Y dijo: —«Vas á saber

«Si es solo ó acompañao.»

Y mientras se arremangó

Yo me saqué las espuelas,

Pues malicié que aquel tío

No era de arriar con las riendas.

No hay cosa como el peligro

Pa refrescar un mamao;

Hasta la vista se aclara

Por mucho que haiga chupao.

El negro me atropelló

Como á quererme comer—

Me hizo dos tiros seguidos

Y los dos le abarajé.

Yo tenía un facón con S,

Que era de lima de acero;

Le hice un tiro, lo quitó

Y vino ciego el moreno.

Y en el medio de las aspas

Un planazo le asenté.

Que lo largué culebriando

Lo mesmo que buscapié.

Le coloriaron las motas

Con la sangre de la herida,

Y volvió á venir jurioso

Como una tigra parida.

Y ya me hizo relumbrar

Por los ojos el cuchillo,

Alcanzando con la punta

A cortarme en un carrillo.

Me hirvió la sangre en las venas

Y me le afirmé al moreno,

Dándole de punta y hacha

Pa dejar un diablo menos.

Por fin en una topada

En el cuchillo lo alcé,

Y como un saco de güesos

Contra un cerco lo largué.

Tiró unas cuantas patadas

Y ya cantó pa el carnero—

Nunca me puedo olvidar

De la agonía de aquel negro.

En esto la negra vino

Con los ojos como agí—

Y empezó la pobre allí

A bramar como una loba—

Yo quise darle una soba

A ver si la hacía callar

Mas, pude reflesionar

Que era malo en aquel punto,

Y por respeto al dijunto

No la quise castigar.

Limpié el facón en los pastos,

Desaté mi redomón.

Monté despacio y salí

Al tranco pa el cañadón.

Despues supe que al finao

Ni siquiera lo velaron,

Y retobao en un cuero,

Sin resarle lo enterraron.

Y dicen que dende entónces

Cuando es la noche serena,

Suele verse una luz mala

Como de alma que anda en pena.

Yo tengo intención á veces,

Para que no pene tanto,

De sacar de allí los güesos

Y echarlos al campo santo.