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El tiempo del rey Psammis, presentáronse en Egipto unos embajadores de los Eleos con la mira de hacer ostentación en aquella corte, y dar noticia de un certamen que decían haber instituido en Olimpia con la mayor equidad y discreción posible, persuadidos de que los egipcios mismos, nación la más hábil y discreta del orbe, no hubieran acertado a discurrir unos juegos mejor arreglados. El rey, después de haberle dado cuenta a los Eleos del motivo que los traía, formó una asamblea de las personas tenidas en el país por las más sabias e inteligentes, quienes oyeron de la boca de los Eleos el orden y prevenciones que debían observarse en su público certamen, y escucharon la propuesta que les hicieron, declarando que el fin de su embajada era conocer si los egipcios serían capaces de inventar y discurrir algo que para el objeto fuera mejor y más adecuado. La asamblea, después de tomar acuerdo, preguntó a los Eleos si admitían en los juegos a sus paisanos a la competencia y pretensión; y habiéndoseles respondido que todo griego así Eleo como forastero, podía salir a la palestra, replicó luego que esto sólo echaba a tierra toda equidad, pues no era absolutamente posible que los jueces Eleos hicieran justicia al forastero en competencia con un paisano; y que si querían unos juegos públicos imparciales y con este fin venían a consultar a los egipcios, les daban el consejo de excluir a todo Eleo de la contienda, y admitir tan solo al forastero. Tal fue el aviso que aquellos sabios dieron a los Eleos.

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