Formó Amasis su tratado de amistad y alianza mutua con los de Cirene, de entre los cuales no se desdeñó de tomar una esposa, ya fuera por antojo o pasión de tener por mujer a una Griega, ya por dar a estos una nueva prueba de su afecto y unión. La mujer con quien casó se llamaba Ladice, y era, según unos, hija de Cato; según otros, de Arcesilao, y según algunos, en fin, lo era de Cristóbulo, hombre de gran autoridad y reputación en Cirene. Cuéntase que Amasis, durmiendo con su Griega jamás podía llegar a conocerla, siendo por otra parte muy capaz de conocer a las otras mujeres. Y viendo que siempre sucedía la mismo, habló a su esposa de esta suerte: —Mujer: ¿qué has hecho conmigo? ¿qué hechizos me has dado? Perezca yo, si ninguno de tus artificios te libra del mayor castigo que jamás se dio a una mujer alguna.» Negaba Ladice; mas por eso no se aplacaba Amasis. Entonces ella va al templo de Venus, y hace allí un voto prometiendo enviar a Cirene una estatua de la diosa, con tal que Amasis la pudiera conocer aquella misma noche, único remedio de su desventura. Hecho este voto, pudo conocerla el rey, y continuó lo mismo en adelante, amándola desde entonces con particular cariño. Agradecida Ladice, envió a Cirene, en cumplimiento de su voto, la estatua prometida, que se conserva allá todavía vuelta la cara hacia afuera de la ciudad. Cuando Cambises se apoderó después del Egipto, al oír del misma Ladice quien era, la remitió a Cirene sin permitir se la hiciere el menor agravio en su honor.