Pero en lo que a ninguno de los griegos se parecen aquellos pueblos, es que en vez de saludarse con corteses palabras, se inclinan profundamente al hallarse en la calle, bajando su mano hasta la rodilla. Visten túnicas de lino largas hasta las piernas, alrededor de las cuales corren algunas franjas, y a las que llaman Calasiris. Encima de ellas llevan su manto de lana, con cuyos tejidos se guardan sin embargo de presentarse en el templo o de enterrarse, amortajados en ellos, lo que fuera a sus ojos una profanación. Relación tiene esta costumbre egipcia con las ceremonias órficas y pitagóricas, como se llaman, no siendo lícito tampoco a ninguno de los iniciados en sus orgías y misterios ir a la sepultura con mortaja de lana, a cuyos usos no falta su razón arcana y religiosa.