Siguiendo por el río desde la última ciudad, en el mismo tiempo empleado en el viaje desde Elefantina, llegas a los Automolos, que en idioma del país llaman Asmach, y que en el griego equivale a los que asisten a la izquierda del rey. Fueron en lo antiguo veinticuatro miríadas de soldados que desertaron a los etíopes con la ocasión que referiré. En el reinado de Psamético estaban en tres puntos repartidas las fuerzas del imperio; en Elefantina contra los etíopes, en Dafnes de Pelusio contra los árabes y Sirios, y en Márea contra la Libia, los primeros de los cuales conservan los persas fortificados en mis días, del mismo modo que en aquel tiempo. Sucedió que las tropas egipcias, apostadas en Elefantina, viendo que nadie venía a relevarlas después de tres años de guarnición, y deliberando sobre su estado, determinaron de común acuerdo desertar de su patria pasando a la Etiopía. Informado Psamético, corre luego en su seguimiento, y alcanzándolos, les ruega y suplica encarecidamente por los dioses patrios, por sus hijos, por sus esposas, que tan queridas prendas no consientan en abandonarlas. Es fama que uno entonces de los desertores, con un ademán obsceno le respondió, «que ellos, según eran, donde quiera hallarían medios en sí mismos de tener hijos y mujeres.» Llegados a Etiopía, y puestos a la obediencia de aquel soberano, fueron por él acogidos y aun premiados, pues les mandó en recompensa que, arrojando a ciertos etíopes malcontentos y amotinados, ocupasen sus campos y posesiones. Resultó de esta nueva vecindad y acogida que fueron humanizándose los etíopes con los usos y cultura de la colonia egipcia, que aprendieron con el ejemplo.