XXXIII

Temo que parezca ya harto larga la fábula de Etearco el Amonio; diré solo que añadía, según el testimonio de los Cireneos, que los descubridores Nasamones, de vuelta de sus viajes, dieron por hechiceros a los habitantes de la ciudad en que penetraron, y que conjeturaba que el río que la atraviesa podía ser el mismo Nilo. No fuera difícil, en efecto, pues que este río no solo viene de la Libia, sino que la divide por medio; y deduciendo lo oculto por lo conocido, conjeturo que no es el Nilo inferior al Istro en lo dilatado del espacio que recorre. Empieza el Istro en la ciudad de Pireno desde los Celtas, los que están más allá de las columnas de Hércules, confinantes con los Cinesios, último pueblo de la Europa, situado hacia el Ocaso, y después de atravesar toda aquella parte del mundo, desagua en el ponto Euxino, junto a los Istrienos, colonos de los Milesios.

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