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Respecto a Zópiro, si queremos estar al juicio de Darío, jamás persa alguno, ni antes ni después, hizo más relevante servicio a la corona, exceptuando solamente a Ciro, pues a este rey nunca hubo persa que se le osase comparar ni menos igualar. Cuéntase con todo que solía decir el mismo Darío que antes quisiera no ver en Zópiro aquella carnicería de mano propia que conquistar y rendir no una, sino veinte Babilonias que existieran. Lo cierto es que usó con él las mayores demostraciones de estima y particular honor, pues no solo le enviaba todos los años aquellos regalos que son entre los persas la mayor prueba de distinción y privanza con el soberano, sino que dio a Zópiro por todo el tiempo de su vida la satrapía de Babilonia, inmune de todo pecho y tributo. Hijo de este Zópiro fue el general Megabizo, el que en Egipto guerreó con los atenienses y sus aliados, y padre del otro Zópiro que desertado de los persas pasó a la ciudad de Atenas.

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