Contra el rey Amasis, pues, dirigió Cambises, hijo y sucesor de Ciro, una expedición en la cual llevaba consigo, entre otros vasallos suyos, a los griegos de la Jonia y Eolia; el motivo de ella fue el siguiente: Cambises, por medio de un embajador enviado al rey Amasis, le pidió una hija por esposa, a cuya demanda le había inducido el consejo y solicitación de cierto egipcio que, al lado del persa, urdía en esto una trama, altamente resentido contra Amasis, porque tiempos atrás, cuando Ciro le pidió por medio de mensajeros que le enviara el mejor oculista de Egipto, le había escogido entre todos los médicos del país y enviado allá arrancándole del seno de su mujer y de la compañía de sus hijos muy amados. Este egipcio, enojado contra Amasis, no cesaba de exhortar a Cambises a que pidiera una hija al rey de Egipto con la intención doble y maligna de dar a éste que sentir si la concedía, o de enemistarle cruelmente con Cambises si la negaba. El gran poder del persa, a quien Amasis no odiaba menos que temía, no le permitía rehusarlo su hija, ni podía dársela por otra parte, comprendiendo que no la quería Cambises por esposa de primer orden, sino por amiga y concubina: en tal apuro acudió a un expediente. Vivía entonces en Egipto una princesa llamada Nietetis, de gentil talle y de belleza y donaire singular, hija del último rey Apríes, que había quedado sola y huérfana en su palacio. Ataviada de galas, y adornada con joyas de oro, y haciéndola pasar por hija suya, envióla Amasis a Persia por mujer de Cambises, el cual, saludándola algún tiempo después con el nombre de hija de Amasis, la joven princesa le respondió: —«Señor, vos sin duda, burlado por Amasis, ignoráis quién sea yo. Disfrazada con este aparato real me envió como si en mi persona os diera una hija, dándoos la que lo es del infeliz Apries, a quien dio muerte Amasis, hecho jefe de los egipcios rebeldes, ensangrentando sus manos en su propio monarca.»