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Para declarar el hecho, debe saberse que después que Periandro quitó la vida a su misma esposa Melisa, quiso el destino que tras aquella calamidad le sucediese también otra doméstica. Tenía en casa dos hijos habidos en Melisa, los dos aun mancebos, uno de 16 y otro de 18 años de edad. Habiéndolos llamado a su corte su abuelo materno, Procles, señor de Epidauro, los recibió con mucho cariño y los agasajó como convenía y como suelen los abuelos a sus nietos. Al tiempo de volverse los jóvenes a Corinto, habiendo salido Procles acompañándolos por largo trecho, les dijo estas palabras al despedirse: —«¡Ah, hijos míos, si sabéis acaso quién mató a vuestra madre!» El mayor no hizo alto en aquella expresión de despedida; pero al menor, llamado Licofrón, le impresionó de tal modo, que vuelto a Corinto, ni saludar quiso a su padre, que había sido el matador, ni responder a ninguna pregunta que le hiciera; llegando a tal punto, que Periandro, lleno de enojo, echó al hijo fuera de su casa.

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