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Y si todos los lacedemonios allí presentes hubieran obrado con el ardor con que en lo fuerte del alcance obraron dos de ellos, Arquías y Licopes, Samos hubiera sido tomada sin falta en aquella refriega. Mas por desgracia no fueron sino los dos los que en la retirada de los samios tuvieron valor y osadía para seguirles hasta dentro de la misma plaza; de donde, cerrado después el paso, no pudiendo salir, murieron con las armas en la mano. No dejaré de notar de paso que hablé yo mismo con cierto Arquías, nieto de aquel valiente de que arriba hablaba, e hijo de samio, habiéndole visto en Pitana, su propio pueblo. Con ningunos huéspedes se esmeraba tanto este Arquías como con los naturales de Samos, diciendo que por haber muerto en Samos su abuelo como buen guerrero en el lecho del honor, pusieron a su padre el nombre de samio; y añadía que estimaba tanto y honraba a los de Samos, porque honraron a su buen abuelo con pública sepultura.

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