Los jóvenes destinados a la pacífica expedición cumplían las órdenes que traían de no intentar nada. Cuando experimentaron las Amazonas que aquellos enemigos venían de paz sin ánimo de hacerles hostilidad alguna los dejaban estar en hora buena sin pensar en ellos. Los jóvenes iban acercando más y más de cada día su campo al campo vecino, ni llevaban consigo cosa alguna sino sus armas y caballos, yendo tan ligeros como las mismas Amazonas, e imitando el modo de vivir de éstas, que era la caza y la pesca.