Después que los escitas oyeron la relación y la respuesta que les traían sus enviados, resolvieron ante todo que, puesto que no se les juntaban aquellas tropas auxiliares, de modo convenía entrar en batalla a cara descubierta y de poder a poder, sino que se debía ir cediendo poco a poco, y al tiempo mismo de la retirada cegar los pozos y las fuentes por donde quiera que pasasen, sin dejar forraje en todo el país que no quedase gastado y perdido. Determinaron en segundo lugar dividir el ejército en dos cuerpos, y que se agrupasen los Saurómatas al uno de ellos, a cuyo frente iría Scopatis; cuyo cuerpo, en caso de que el persa se echase sobra él, iríase retirando en derechura hacia el Tanais, por la orilla de la laguna Meotis, y que si el persa volviere atrás le picase la retaguardia. Este camino estaba encargada de seguir una partida de las tropas de los regios: en cuanto al segundo cuerpo, acordaron que se formase de dos brigadas de los escitas regios, de la mayor mandada por Idantirso, y de la tercera mandada por Taxacis, uniéndoseles los gelonos y los budinos; que este cuerpo marchase delante de los persas a una jornada de distancia sin dejarse alcanzar ni ver en su retirada, cumpliendo con lo que se había decretado: lo primero, que llevasen en derechura al enemigo que les fuera siguiendo hacia las tierras de aquellos reyes que habían rehusado su alianza a fin de enredarlos también con el persa, de manera que, a pesar suyo, entrasen en aquella guerra, ya que de grado no la quisieron; lo segundo, que después de llegados allá tomasen la vuelta para su país, y si les pareciese del caso, mirando bien en ello cargasen sobre el enemigo.