Este es el rito de sus sacrificios, y estas las víctimas que generalmente sacrifican a todos sus dioses; pero con su dios Marte usan de un rito particular. En todos sus distritos, contando por curias, tienen un templo erigido a Marte, hecho de un modo extraño. Levantan una gran pira amontonando faginas hasta tres estadios de largo y de ancho, pero no tanto de alto; encima forman una área cuadrada a modo de ara, y la dejan cortada y pendiente por tres lados y accesible por el cuarto. Para la conservación de su hacina, que siempre va menguando consumida por las inclemencias del tiempo, la van reparando con 150 carros de fagina que le añaden; y encima de ella levanta cada distrito un alfanje de hierro, herencia de sus abuelos, y éste es el ídolo o estatua de Marte. A este alfanje levantado hacen sacrificios anuales de reses y caballos, y aun se esmeran en sacrificar a éste más que a los demás dioses; y llega el celo a tal punto, que de cada cien prisioneros cogidos en la guerra le sacrifican uno, y no con el rito que inmolan los brutos, sino con otro bien diferente. Ante todo derraman vino sobre la cabeza del prisionero; después le degüellan sobre un vaso en que chorree la sangre, y subiéndose con ella encima del montón de sus haces, la derraman sobre los alfanjes. Hecho esto sobre el ara, vuelven al pié de las faginas y de las víctimas que acaban de degollar, cortan todo el hombro derecho juntamente con el brazo, y lo echan al aire; por un lado yace el brazo allí donde cae, por otro el cadáver. En dando fin a las demás ceremonias del sacrificio, se retiran.