En medio de esta derrota y terror de los vencidos, llega a las tropas griegas, que atrincheradas cerca del Hereo no se habían hallado en la acción, la feliz nueva de que acababa de darse una batalla decisiva, con una entera victoria obtenida por la gente de Pausanias. Habida esta noticia, salen los cuerpos de su campo, pero todos en tropel y sin orden de batalla. Los corintios tomaron la marcha por las raíces del Citerón, siguiendo entre los cerros por el camino de arriba, que va derecho al templo de Céres; pero los megarenses y los de Fliunte echaron por el campo abierto, por donde era más llano el camino. Lo que sucedió fue, que viendo la caballería de los tebanos cerca ya de los enemigos a entrambos cuerpos de megarenses y fliasios, que caminaban aprisa y de tropel, el general de ella, Asopodoro, hijo de Timandro, cargó de repente contra ellos, y dejó en su primer ímpetu tendidos a 600, obligando a todos los demás a refugiarse en el Citerón, acosados del enemigo. De esta suerte acabaron sin gloria, portándose cobardemente.