XCVIII

Al saber los griegos que los bárbaros habían pasado el continente, fue mucha la pena que sintieron de que le les hubiesen escapado, ni acababan de resolver consigo si volverían atrás o se adelantarían hasta el Helesponto; pero al fin parecióles bien no hacer uno ni otro, sino darse a la vela para el continente. Con esto, prevenidos de escalas y de los demás pertrechos para una batalla naval, salen para Micale. Cuando estuvieron cerca ya del campamento de las naves enemigas, viendo que nadie las botaba al agua para salirles al encuentro, y antes bien todas se quedaban encerradas dentro del vallado, observando al mismo tiempo que mucha tropa de tierra estaba apostada por toda aquella playa, lo primero que hizo entonces Leotiquides fue ir pasando por delante del enemigo, costeando en su nave la tierra lo más cerca posible, y hacer que su pregonero hablase en estos términos a los jonios: —«Amigos jonios, cuantos estáis al alcance de mi voz, estad todos atentos a lo que voy a deciros, pues bien veis que nada penetrarán los persas de lo que preveniros quiero. Encárgoos, pues, que al cerrar nosotros con el enemigo tengáis presente vuestra libertad y la de todos los griegos; esto sea lo primero: lo segundo, os prevengo que no os olvidéis del nombre y seña de Hebe. Vosotros los que me oís, haced que sepan esto los que no me oyen.» Este artificio de Leotiquides entrañaba la misma malicia que aquel hecho de Temístocles en Artemisio, porque una de dos cosas debía resultar de allí: o bien atraer a los jonios a su partido, en caso que el aviso se ocultara a los persas; o si no, poner a éstos de mala fe para con aquellos, si llegaba el trato a noticia de los bárbaros.

Share on Twitter Share on Facebook