XLIX

Dicho esto, esperó algún tiempo el heraldo retador; y viendo que nadie se tomaba el trabajo de responderle palabra, vuelto atrás dio cuenta de todo a Mardonio. Sobre manera alegre e insolente éste con una victoria pueril, fría e insustancial, echa al punto su caballería contra los griegos. Arremete ella al enemigo, y con la descarga de sus dardos y saetas perturba e incomoda no poco todas las filas del ejército griego: lo que no podía menos de suceder siendo aquellos jinetes unos ballesteros montados, con quienes de cerca no era fácil venir a las manos. Lograron por fin llegar a la fuente Gargafia, que proveía de agua a todo el ejército griego, y no sólo la enturbiaron, sino que cegaron sus raudales; porque si bien los únicos acampados cerca de dicha fuente eran los lacedemonios, distando de ella los demás griegos a medida de los puestos que por su orden ocupaban, con todo, no pudiendo valerse los otros del agua del Asopo, por más que lo tenían allí vecino, a causa de que no se lo permitía la caballería con sus fechas, todo el campo se surtía de aquella aguada.

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